EL MESÓN DE SAN ANTONIO

Cuando el bueno se convierte en malo

Lo malo de los malos es que siempre pierden, pero lo malo de los buenos, es que terminan convirtiéndose en aquello que juraron destruir.

Si logró identificar las frases de la sentencia anterior significa, estimado lector, que hemos pasado demasiado tiempo viendo películas infantiles últimamente, pero también es probable que reconozca el sentimiento de ambas gracias a la política mexicana.

La primera –dicha en la caricatura de Megamente- es totalmente falsa, por lo menos en lo que se refiere a la justicia de nuestro país. Con el tiempo hemos comprobado que los malos ganan casi todo el tiempo gracias al dinero, a las influencias, al poder; y lo más triste es que “los malos” son los que deberían ser los buenos: los políticos, la policía, las instituciones.

Para nuestra realidad, el dicho debería adaptarse a algo como “lo malo de los malos es que son muchos y cobran muy caro”, o “lo malo de los malos es que visten con piel de ganso”.

La segunda frase es de la famosa saga Star Wars Episodio 3, cuando Obi-Wan Kenobi pelea con Anakin Skywalker y le dice: te convertiste en aquello que juraste destruir, antes de volverse Darth Vader.

Hace menos de un año, en noviembre del 2019, el presidente Andrés Manuel López Obrador desconcertó a propios y extraños al imponer a Rosario Piedra Ibarra titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Su elección ocurrió entre protestas por una votación en la cual sólo se contabilizaron 114 de los 116 sufragios, y hasta Amnistía Internacional calificó de grave esta designación por su militancia con Morena (¡fue candidata a diputada!) y por su evidente cercanía con AMLO, hechos que afectarían, tarde o temprano, la autonomía de la CNDH.

Pero pesar de los cuestionamientos y las críticas, el presidente la dejó en el cargo. Minimizó los ataques de la prensa cuando lo compararon con sus enemigos, a quienes él mismo ha llamado “la mafia del poder”, que solían designar a sus colaboradores por compadrazgo, y dejó que Piedra Ibarra se quedara al frente de la Comisión.

El otrora principal opositor de la corrupción cayendo en el abismo de la soberbia. ¿Por qué cuando él dice que está mal debe la justicia actuar de inmediato, pero cuando determina que está bien, debemos todos estar de acuerdo?

Entre burocracia y opacidad, la CNDH ha tenido una pésima actuación en cuanto a la resolución de solicitudes y seguimiento de casos. No por nada la semana pasada, hartas por la falta de respuestas, dos madres de familia determinaron que no se irían del edificio hasta ser atendidas por la presidenta, se ataron a sus sillas y a partir de ahí se les unieron otras madres y colectivos feministas en protesta por la violencia de género, desapariciones y feminicidios.

Indignadas al sentirse ignoradas, llenas de rabia e impotencia, las mujeres –que ya eran decenas para el segundo día de protestas- tomaron las instalaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Para estas alturas usted ya debió de haber visto las fotos: finos cortes de carne que muestran que la austeridad no llegó a la Comisión de Piedra Ibarra; las paredes que gritan “no perdonamos ni olvidamos”; el edificio convertido en Refugio para las mujeres violentadas; la ira de todas ellas que hacen erizar la piel… pero lo que más le indignó al presidente fue que intervinieran el cuatro de Francisco I. Madero.

“Respeto todas las manifestaciones pero no estoy de acuerdo en la violencia, en el vandalismo, no estoy de acuerdo a lo que hicieron a la pintura de Madero, creo que quien conoce la historia de este luchador social sabe que debemos de guardarle respeto”, dijo quien ocupó el Paseo de la Reforma por 47 días consecutivos, como muestra de su inconformidad con las elecciones del 2006.

Creo que las madres de familia esperaban algo más de empatía, una frase solidaria, una acción determinante, todo menos la petición del presidente a respetar los cuadros de los héroes nacionales.

¿En qué momento nuestro presidente se convirtió en lo que juró destruir?

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo