Historiadores, detectives del pasado

Labor satisfactoria y privilegiada que no deja de sorprender

Ciudad de México.- Definirlos como el diccionario: “especialistas en historia”, no tiene mucho significado, pues los historiadores desempeñan una labor que se asemeja a la de los detectives, y que implica buscar pistas, descubrir evidencia, hallazgos y llegar a conclusiones. Estos expertos siguen las huellas que dejó el pasado.

Su campo de estudio cubre toda la realidad, por lo que nunca se agotan los temas de investigación. Más allá de eso, “la historia nos da identidad, nos permite comprender quiénes somos y lo que nos rodea; enriquece nuestras vidas. Además, si estuviéramos más enterados de lo que sucedió en otras épocas, podríamos evitar muchos errores en el presente”, afirma Gisela von Wobeser, investigadora emérita del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM.

En ocasión del Día del Historiador, que se festeja el 12 de septiembre, Evelia Trejo Estrada, también integrante del IIH, señala que dedicarse a esta profesión requiere de una sensibilidad especial por el pasado, y por el sentido que tiene reconstruirlo. Una vez que se tiene, el conocimiento histórico debe compartirse para satisfacer curiosidades, llevar a reflexiones, sueños, incluso a tolerar y conocer a los seres humanos en sus diversas facetas.

La del historiador, agrega Guilhem Olivier, académico del IIH desde hace más de dos décadas, es una labor privilegiada, “uno no deja de sorprenderse, todos los días aprendemos y descubrimos algo nuevo”.

Para el investigador franco-mexicano la primera lección de la historia es que hay todo un pasado del que somos herederos, lo cual nos provee de una riqueza increíble, especialmente en México.

Cada año, el 12 de septiembre se celebra el Día del Historiador, en conmemoración de la fundación de la Academia Mexicana de la Historia, cuya acta de instalación se fechó en 1919, impulsada por destacados especialistas, todos miembros correspondientes de la academia homóloga de Madrid, entre ellos Luis González Obregón y Manuel Romero de Terreros.

Entendimiento del pasado

Trejo Estrada refiere que la historia se detiene en lo que se quiere conservar o reconstruir, en lo que interesa, que por alguna razón ha dejado huella en las comunidades. Esa ciencia representa la necesidad social de recuperar lo que ocurrió y que puede ser importante para la vida.

La historia también es una tarea de autoconocimiento, no sólo de las naciones, sino de la propia vida, porque en nuestro pasado está lo que nos construye, lo que nos permite saber dónde estamos parados y qué podemos esperar de nosotros y de nuestras comunidades.

La especialista en el estudio de la etapa moderna y contemporánea dice que si no tuviéramos esa memoria, la escritura y la reconstrucción de los hechos, no concebiríamos los conflictos que hemos enfrentado. “Si no supiéramos en qué condiciones llegó la democracia, por ejemplo, no entenderíamos si seguimos esperando un cambio en el mundo, o si tenemos las herramientas para construirlo”.

Esta disciplina es útil para la vida política, pero también para la comprensión del entorno social, de los seres humanos en todas sus dimensiones. Es importante conocer la historia nacional y compararla con la de otros países, porque en algún momento se relacionan.

La investigación histórica parte de una necesidad de saber. En ocasiones algunas de las preguntas que se hacen los historiadores provienen de algo que ya saben, pero que no los satisface o de lo que tienen dudas. A partir de un cuestionamiento, ponen en marcha una idea y hacen acopio de documentos y registros, seleccionando las fuentes fidedignas que puedan ayudar.

En la ruta que emprende en ocasiones debe ir acompañado por expertos de otras disciplinas, como la geografía o la antropología, aclara Evelia Trejo.

Labor satisfactoria

Gisela von Wobeser asegura que la disciplina a la que ha dedicado más de cinco décadas no sólo es importante, sino fascinante, porque ¿a quién no le gusta oír historias? “Como estudiante siempre fue mi materia favorita. Me emocionaba leer sobre nuestros antepasados, especialmente los indígenas y los hombres y mujeres del Virreinato”.

Independientemente del aspecto de entretenimiento, lo importante de ese conocimiento es lo que nos dice sobre el presente y que nos permite entendernos a nosotros mismos y a la sociedad en la que vivimos, añade.

“He tenido la suerte de actuar en diferentes áreas. Tuve el honor de ser directora del IIH y de la Academia Mexicana de la Historia, así como directora fundadora de la Casa de las Humanidades de la UNAM. Además de contribuir a la mejora de esas instituciones, estar ahí me permitió hacer labor de difusión. Es importante que lo que hacemos llegue a la sociedad”.

A punto de terminar una investigación en torno a Sor Juana Inés de la Cruz y su posición frente a la muerte, la investigadora emérita afirma que si a alguien no le gusta la historia es porque tuvieron pésimos maestros, que no supieron transmitir lo ocurrido en el pasado de manera interesante, dinámica y divertida.

La reconocida universitaria fue alumna de maestros como Enrique Florescano, Miguel León-Portilla, Ernesto de la Torre, Francisco de la Maza y Justino Fernández, con quienes aprendió historia económica, prehispánica y del arte. Ahora está dedicada a la historia del pensamiento religioso en el periodo colonial y escribió un libro sobre los orígenes del culto a la virgen de Guadalupe, próximo a publicarse.

Otro apasionado del pasado es Guilhem Olivier, quien decidió ser historiador “por culpa” de su abuela, que le narraba la historia de su país, Francia, y mencionaba a personajes como Napoleón.

Un detonante fue asistir a una clase de historia de América Latina, un curso de dos horas sobre aztecas, mayas e incas. “Saliendo de ahí compré un par de libros y así nació mi inclinación por el estudio del México antiguo”.

Doctor por la Universidad de Toulouse, donde tomó sus primeras clases de náhuatl, también ha tenido grandes experiencias como historiador. Una de ellas fue la organización del coloquio internacional El héroe entre el mito y la historia, que coordinó con su colega Federico Navarrete, y del cual se publicó un libro coeditado por la UNAM y el Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. “Tuvo mucho éxito; fue una experiencia muy grata que recuerdo con cariño”.

Actualmente está dedicado a una investigación sobre el sacrificio humano por extracción de corazón, en colaboración con la antropóloga física Vera Tiesler, y para ello revisa fuentes escritas e iconográficas como códices y el vocabulario náhuatl asociado a esa práctica de los antiguos mexicanos, también colabora con el sitio de Internet del IIH Noticonquista, que conmemora ese hecho de nuestra historia.

La historia de México es múltiple, con tradiciones prehispánicas y aportaciones europeas, y con una tercera raíz, las poblaciones de origen africano.

Algo de lo que más disfruto es formar jóvenes historiadores. “Hay que trasmitirles que no sólo deben exaltar el pasado prehispánico, sino percatarse de que continúa vivo a través de las comunidades indígenas, que son pueblos que crean su presente y su futuro conservando sus tradiciones e integrando la modernidad en una síntesis muy original.”, finaliza. (UNAM)