HASTA LA VISTA SEBASTIÁN

 Llega a su fin agosto y entramos al último cuatrimestre del año, a septiembre, el noveno mes, al que en los calendarios oficiales en México se identifica como el mes del testamento.

Cuando la contingencia sanitaria por el coronavirus se ha prolongado por más de seis meses, y ha causado la muerte de más de 62 mil personas en México, de las cuales más de mil 200 eran coahuilenses, elaborar o dictar testamento cobra otras connotaciones.

Dejar bien dispuesta la distribución de los bienes evitará que los deudos pierdan tiempo en trámites complejos y puedan caer en conflictos y disputas.

Sí, es oportuno enfatizar en la importancia de acudir ante un notario público para dictar disposiciones respecto al reparto de los bienes patrimoniales de uno, pero sobre todo es un buen momento para reflexionar sobre lo efímero que es nuestro paso por este mundo y tenerlo presente para decidir cómo queremos vivir, a qué queremos dedicar nuestro tiempo, atención y afanes.

Ante la pandemia se ha dicho, y en ello han coincidido analistas de todas partes del mundo, se agudizarán las desigualdades en que vivimos, pues qué tan llevadero o cómodo es el confinamiento depende del espacio que cada quien tiene en casa; la calidad en el servicio médico está en función de la capacidad económica, el seguro que se tiene contratado o la institución de seguridad social en que cada quien cotiza. El acceso a la educación también tiene que ver con que, si se va a una escuela pública o privada, si se tiene o no acceso a internet y a un dispositivo adecuado para tomar las clases.

Pero, así como se acentúan las desigualdades, también hemos visto que para la enfermedad no hay distingos, igual se contagian quienes tienen una holgada posición económica que quienes viven en la estrechez. Igual mueren también.

Y aquí una vez más se vuelve a medir con el mismo racero, pues bajo las disposiciones legales para el manejo de los cadáveres de víctimas del coronavirus, no hay ni siquiera espacio para una despedida, mucho menos para honras fúnebres. No hay elegantes capillas ni velatorios caseros, todos se van igual, rápido y sin aglomeraciones.

Tuvo que ocurrir una pandemia de estos alcances para recordarnos estas verdades, al final del día todos somos iguales.

Por eso hay que insistir en la importancia del proyecto de vida, de la calidad de vida, y sobre todo de aprovechar el tiempo y el momento.

Como cada uno disfrute su vida es lo que cada cual tendrá al final de sus días, y lo que perdurará, más allá de bienes y fortunas, será el cómo se actuó, cómo se vivió, cómo se influyó en los demás.

En estos días en que tantas personas han muerto, partió un hombre tan único que hasta en su último momento se diferenció, pues no murió de coronavirus.

Sebastián Verduzco González desde una posición modesta, ajeno a protagonismos y poses, con su actuar franco, su nobleza, buena disposición y peculiar sentido del humor se ganó el afecto y respeto de muchos. Su partida conmocionó y no únicamente por inesperada, sino también porque pesa perder a un amigo y compañero con sus cualidades, y además de todo no poderlo despedir.

Claro que hay muchas anécdotas y recuerdos con Sebastián y sobre Sebastián, pero si algo hay que destacar es cómo en su tránsito por la vida, seguramente sin proponérselo y siendo simplemente auténtico, consiguió impactar y ganarse un espacio en todos los que lo trataron.

Si dicen que estamos o vamos hacia una nueva normalidad, démonos un espacio para analizar cuántos de nuestros cercanos y conocidos se han ido dejando pendientes, pero también dejando ejemplos y dejando recuerdos, y que lo mejor de esas vidas lo tomemos como modelos para continuar adelante.

 

edelapena@infonor.com.mx