REGODEO Y VENGANZA

 A ratos me pregunto, si en unos años veremos a López Gatell acusado por las muertes que su catastrófico manejo de la pandemia ha ocasionado; y si como un futuro Lozoya, culpará de ellas a su amigo el presidente.

Porque salvar el pellejo, es lo principal para algunos.

Para eso, el rey Juan Carlos huyó de España sin embarrar a nadie, Lozoya se vino a México, embarrando hasta a su madre y AMLO pretendió embarrar al “pueblo bueno”, ocultando que sus donadores no son taaan pueblo, sino empresarios a los que, igual que los “neoliberales”, recompensa con puestos y contratos.

Con el patrocinio de la 4T, tuvimos estos días competencia de audios y videos, para establecer quién es el más corrupto.

Alguien que no recuerdo dijo, “hay ovejas que caen en el lodo, pero son los cerdos los que en él se regodean”.

Queda claro que es López Obrador, quien más se regodea con las acusaciones de Lozoya, “momento estelar de México” las llama, y el que primero las difunde arriesgando la legitimidad del proceso, mientras festeja que sus corruptos arriaron con la lana en portafolios y no en maletas, como los de Peña Nieto.

Todos estamos contra el saqueo de gobernantes al país; pero el chapaleo de AMLO en la porquería no es lucha contra la corrupción, porque no persigue responder preguntas para llegar a la verdad y el castigo que permitan poner fin a la impunidad.

Lo que quiere es exhibir, distraer y vengarse.

Como en otras muchas cosas, el presidente miente al asegurar que perdona; por el contrario, el rencor lo hace buscar que los demás odien.

Y a eso obedece la arremetida de la titular de la Función Pública, Eréndira Sandoval, contra la revista Nexos; cuyos articulistas nos ayudan a entender lo que ocurre, en este gobierno de cuarta.

No se castiga a Nexos, por un supuesto error administrativo de hace dos años a consecuencia de un anuncio del IMSS que no llegaba a 74 mil pesos, sino porque cuestiona al gobierno y para divulgar que obtuvo publicidad, en el sexenio de Peña Nieto.

Sin prueba alguna y en un acto deliberado para desacreditarla y atentar contra su viabilidad económica, Sandoval acusó a Nexos de “presentar información falsa y actuar con dolo para obtener un contrato y defraudar a la administración pública” y le impuso una desmesurada multa de casi un millón de pesos, vedándole el acceso a toda publicidad oficial, incluyendo la de estados y municipios.

 

Pero Nexos compartió este martes con sus lectores, todos los comprobantes del caso; que se inició con una investigación de la que no se le informó, para revisar documentos ya aprobados.

Y no paró ahí la cosa, porque tras descalificar a una prestigiada publicación con 40 años de antigüedad y que en este gobierno no ha recibido un peso de publicidad, Sandoval se transformó en magnánima dispensadora de permisos: “Nexos, dijo, puede seguir publicando libremente.”

Sí, de ese tamaño es su ética y a estas locuras hemos llegado.

Es urgente evitar que insensatez y venganza, sigan marcando la agenda y distrayéndonos de las ocurrencias en salud, seguridad y economía.

Y la situación puede agudizarse si las denuncias de Lozoya no terminan en juicios y condenas; porque quedar en puro circo, llevará a una frustración colectiva.

Pero eso al presidente le tiene sin cuidado, porque no quiere combatir la corrupción sino usarla para obtener apoyo incondicional que, en 2021, se traduzca en votos.

Siempre me ha intrigado saber, como se pregunta The Conversation, por qué hay fanáticos y equilibrados, creyentes y agnósticos y la razón para que los primeros quieran convencer a todos; y a los ateos les importe poco ser más, o menos; y no se impongan el proselitismo.

Me interesó por tanto un artículo que publicó en agosto de 2019, explicando que para la Iglesia Católica la fe, es algo que Dios da y se tiene o no se tiene.

Pero advierte que sería interesante plantear las cosas, desde la perspectiva de si el cerebro de los creyentes es diferente al de los no creyentes; si en la corteza cerebral existe una región destinada a la creencia en lo sobrenatural, igual que la tenemos para el habla o la lectura; y si una lesión o un ictus, puede convertir a un creyente en no creyente y viceversa.

Y tal vez algo haya de eso, porque los científicos respondieron que, “cuando practican su religión, el cerebro premia a los creyentes con una sensación de bienestar.”

Sensación semejante, podrían experimentar los amlovers y al tenerlo cerca, se les desactivaría la corteza prefrontal que tiene como función el juicio crítico.

Peligro ante el que debemos estar alertas.

 

Autor

Teresa Gurza