EL MESÓN DE SAN ANTONIO

Una ventana en los datos personales

En 1955 vio la luz una herramienta sobre la psique humana de gran trascendencia para la psicología social y las relaciones interpersonales: La Ventana de Johari. Ésta determinaba cuatro zonas que, precisamente, creaban un cuadrante donde se podía entender mejor la relación entre el “yo” y los demás.

La Ventana de Johari, en honor al nombre de sus creadores, los psicólogos Joseph Luft y Harry Ingham, es un modelo de análisis de la psicología cognitiva que ilustra el proceso de la comunicación y analiza la dinámica de las relaciones personales.

En las dinámicas grupales para practicar el instrumento uno siempre sudaba de nervios, ya que el famoso cuadrante muestra ciertos datos que, al ser revelados, lo hacen sentir a uno completamente desnudo; y es que, el modelo muestra dos enfoques: el yo y los otros, desde los puntos de vista de emisor y receptor.

La descripción de los cuadrantes es la siguiente:

– Área libre (pública): Es el cuadrante de aquello conocido por uno mismo y por los demás. Se incluye todo lo que dejamos ver a los otros sobre nosotros mismos y lo que comunicamos abiertamente: experiencias, emociones, pensamientos, etc.

– Área ciega: Incluye aquello que desconocemos de nosotros mismos, pero que sí conocen los demás: manías, defectos, ciertos comportamientos. Muchas veces nos negamos a querer ver algo de nosotros, pero si más de dos o tres personas de confianza están de acuerdo en algún rasgo de nuestra personalidad, lo más probable que haya algo de verdad en ello.

– Área oculta: Es todo aquello que conocemos de nosotros pero que desconocen los demás, como pensamientos, rasgos de personalidad, emociones, cosas que somos reticentes a mostrar públicamente pero que también nos definen.

– Área desconocida: Este cuadrante es quizá el más intrigante, aquí se incluye todo aquello que desconocemos de nosotros mismos y que también desconocen los demás. Aquí hay un potencial, un área por descubrir, nuestra capacidad de aprender, crecer y moldearnos al aprender cosas sobre nosotros que desconocíamos, como cuando salimos de nuestra zona de confort.

La novedad de esta teoría hace 65 años es que, además de permitirnos hacer exploraciones personales de gran trascendencia, podíamos descubrir datos relevantes de otras personas con la información que nos daban consciente o inconscientemente. En lo personal me dio una idea de lo valioso que son los datos personales, cuyo poder no alcanzamos a dimensionar.

Estimado lector ¿conoce usted quién protege los datos personales en nuestra entidad?

El Instituto Coahuilense de Acceso a la Información Pública es el organismo encargado de estos datos. Pero ahora imagine usted que le roban sus datos de Gmail, ¿qué pasaría?, ¿recurría a este Instituto o a Google?

Para hacer una solicitud de información al ICAI hay un protocolo y se tienen que dejar tiempos para la respuesta. Supongamos que fuera bien el proceso, ¿sería satisfactoria esa respuesta? Pero en caso contrario, ¿tendría el ICAI que poner una demanda y aclaración a Google? ¿Con cuánta enjundia se haría la demanda?, ¿dónde haría la demanda?, ¿cuánto tiempo tendría que esperar?

Esto le pasó a Micaela Giolito cuando un lunes 9 de septiembre de 2019 se dio cuenta que le habían robado su cuenta de correo electrónico. De un momento a otro perdió el acceso a sus mails y, con esto, a servicios asociados a esa cuenta: fotos, archivos, mapas, etc. Luego de varios intentos de recuperar su clave decidió llamar por teléfono a Google Argentina, donde chocó una y otra vez con un sistema automático. Frustrada, decidió ir a la sede de la empresa en persona: «Al llegar a Puerto Madero ni me dejaron entrar, el guardia que custodia el edificio me dijo que tenía que seguir los pasos que estaban disponibles en la página o comunicarme con las oficinas de Estados Unidos».

«Realizamos varios llamados a diferentes ciudades de Estados Unidos y siempre nos contestaba una computadora, hasta que en el último intento nos pudimos comunicar con una persona de Google Cambridge, que dijo que no podría ayudarnos ya que eventualmente vulneraría datos confidenciales».

Decidió avanzar en su empeño por recuperar sus datos y contrató un abogado, Rodrigo Ariel Ruiz, quien primero envió una carta documento a Google y siguió con denuncias en la Dirección Nacional de Defensa del Consumidor y a la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales. «Las acciones contra Google las inicié porque el «no» ya lo tenía».

Esta demanda resultó un éxito y devino una sanción y una multa el pasado 13 de abril: Micaela por fin recuperó su cuenta y su identidad, pero alguien más ya tiene toda su información: su Ventana de Johari fue abierta de par en par, y ese alguien ya conoce las áreas ocultas y desconocidas.

Y, sin ánimos de querer asustar estimado lector, es muy probable que Google ya conozca todo sobre nosotros, incluso aquello que ni siquiera nosotros sepamos.

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo