DE BUENA FUENTE

Temo y Meme

Ya lo esperaban y aunque aún se sentía un poco mal de la respiración y del dolor de piernas, llegó a la hora pactada al restaurante Los Arados, en Múzquiz, Coahuila.

Meme Villaseñor, hizo los honores del anfitrión y pidió la primera ronda de cerveza para su invitado especial y los dos guarros que lo acompañaban.

El reto era quien de los dos aguantaba más en eso de ingerir bebidas espirituosas y tras tres rondas de cheves, Temo Rodríguez subió la apuesta y pidió también varios ponys de cerveza.

El ex alcalde de Múzquiz respondió de inmediato y pidió que dejaran la botella de tequila en la mesa, y se la acabaron en menos de que canta un búho.

El edil de Sabinas, se creció al castigo y pidió un botellón de whisky y comenzaron a tomar tragos de cerveza, sorbos de tequila, con lengüetazos de limón, con sal.

El whisky ambos lo degustaron también, pero con sorbos pequeños, casi, casi, como besitos mustios, con los ojos entrecerrados, mientras la música los acariciaba con adoloridas melodías de Chente Fernández.

A eso de las diez y 15 minutos de la noche, el mesero se les acercó para avisarles que en 15 minutos dejaban de vender alcohol.

Ya eran las once cuando Meme y Temo abandonaron los Arados y hay que decir que ambos se veían enteros, alegres, y hasta presumidos, pues decretaron el final del reto como un empate.

Se dieron la mano, luego un abrazo y se despidieron con la promesa de otro enfrentamiento en los próximos días para el desempate.

Temo rengueaba un poco, pero alcanzó a subir a la suburban blindada… contra el Covid-19 y se alejó a toda velocidad con rumbo desconocido.

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¡Otro mundo!

Por azares de la vida me tocó hace unos días viajar a Frontera, Coahuila y al transitar rumbo al Ocho de Enero, me salió de no sé dónde una patrulla de tránsito municipal.

Amablemente los agentes me pidieron orillarme a la orilla de la carretera, un poquito después de la maquinita.

Bajó de la unidad uno de los oficiales y me aseguró que me pasé un alto, lo que negué enfáticamente, pero finalmente llegamos a un buen arreglo.

Le entregué mi credencial para circular y me cambió la infracción de pasarme un rojo, con un costo de 850 pesos, por la distracción al manejar de apenas 150 pesos.

Al día siguiente, ya de regreso, pasé a las oficinas de Seguridad Pública, liquidé la multa y me entregaron la licencia de manejo.

La verdad es que tenía muchos años -desde mis tiempos de reportero policiaco- que no acudía al lugar y me quede sorprendido de la modernidad del edificio, restaurado en tiempos de Chuy Ríos.

Antes era un adefesio total, unos cuartos en ruinas, malolientes y sucios, un auténtico nido de ratas.

De verdad que se nota el cambio, bien por Jesús Ríos.

Autor

Ulises Salas
Columnista
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