EL MESÓN DE SAN ANTONIO

A dos años de AMLO

El presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció su segundo discurso al pueblo mexicano con motivo de su triunfo en las elecciones del 2018. Lo que me sorprendió es que no me sorprendió: sus palabras estuvieron llenas de simbolismos, enigmas y la repetición de los argumentos que utiliza en “las mañaneras” y en cualquiera de sus apariciones. El discurso presidencial se convirtió en letanía.

AMLO dijo “que es el presidente que más ha sido criticado en la historia”, y tiene algo de razón: dedicar dos horas diarias a la prensa da mucho material para críticas y memes, pero a mí me deja la impresión de que gobierna para los medios de comunicación.

 

Su discurso me pareció desgastado, nebuloso, pastoso, harto cansado, como que está tejiendo una cobija densa y burda, y aún no devela su intención.

Los símbolos utilizados fueron también muy oblicuos. Metáforas trilladas de tipo “¡No somos iguales, no somos corruptos!” campean junto a “¡un gobierno para los pobres, para el pueblo!”

 

Al tiempo que decía “nunca se ha reprimido al pueblo ni hemos permitido masacres; se eliminó la tortura y otras violaciones a los derechos humanos que eran prácticas habituales”, se informaba que habían sido masacrados 24 jóvenes en Irapuato, Guanajuato.

Dijo: “se redujo un 95 por cierto el robo de combustibles” cuando la sospecha del crimen de los jóvenes había sido a manos del crimen organizado, de “los huachicoleros” del cartel de Santa Rosa comandados por “el Marro”.

“Ésta nueva política de seguridad empieza a dar resultados: durante el tiempo que llevamos en el gobierno hemos podido mantener, sin aumento sensible, el delito de homicidio y hemos roto la tendencia histórica de su crecimiento”. Palabras que tratan de consolidar verdades imaginarias.

Falsas, tramposas, estas frases sonaron huecas en un escenario acomodado con luces y oscuridad donde sólo resaltaba el presidente e inhibía a los otros asistentes, que se veían como fantasmas de siglo XIX. El letargo que producía era cada vez más notorio.

No hubo aplausos. Nadie alteró el silencio del silencio.

 

Luego vino algo de verdad. “Las grandes corporaciones nacionales y extranjeras han pagado adeudos pendientes a la hacienda pública”. “Quedó prohibida la condonación de impuestos”. “Se convirtió en delito grave la defraudación fiscal”.

Creo que debió dar mayor énfasis a estos puntos, pero pasaron en el mismo tono ceremonioso como el resto de su discurso.

 

Obvio faltaba el anuncio: “se inició el proyecto del corredor del Istmo de Tehuantepec con la ampliación de los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos, la modernización del ferrocarril del Pacífico al Golfo de México y la creación de diez parques industriales en esa franja estratégica para la industria y el comercio internacional”.

 

A mí me gusta que resalte las remesas, pero me da nostalgia y coraje pues todos esos mexicanos tan productivos no pudieron tener oportunidades de vida en su país y aportan desde fuera.

“Las remesas que envían nuestros paisanos a sus familiares, según datos preliminares, se han incrementado durante el primer semestre de este año, también a pesar de la pandemia, en 10 por ciento con relación al mismo periodo del año pasado. Aquí abro un paréntesis para informar que hoy, el Banco de México, dio a conocer que las remesas del mes de mayo aumentaron en 18 por ciento”.

 

Respecto al tema en boga, el Coronavirus, señaló: “hemos logrado reducir la intensidad del contagio”, pero lo cierto es que día a día el número de infectados de Covid se incrementa en México… a pesar de lo que diga.

 

Vaya que estuvo extremado el informe, pero pasó como una mañanera más.

Donde una silla vacía provocó la especulación con visos de locura, alguien vio en ella a Benito Juárez, otros la democracia, alguien más procuraba sentar a la esposa misma del presidente.

Esto último no podrá ser, aunque quiera, ya que ella montaba su propio escenario y con singular arrogancia respondía a un tuit:

“No soy médico, a lo mejor usted sí. Ande, ayúdelos”.

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo