EL MESÓN DE SAN ANTONIO

Las bibliotecas que la pandemia evidenció

Ahora que hemos sido conminados a estar recluidos en casa, hubo necesidad de que

algunas personas, sobre todo las escuelas, dependencias y los medios de comunicación, hicieran trasmisiones desde sus hogares: adaptaron un espacio y con la sana distancia de un medio virtual, comenzaron a transmitir sus programas.

Supongo que todos ellos adaptaron la nueva rutina en el mejor espacio de sus casas, el que más les agradaba o aquel que querían mostrar a sus seguidores, el que sostiene la imagen de ellos en el gusto de la gente.

Noté con extrañeza que fueron realmente pocos los que se valían de los libros como fondo para sus transmisiones. Un pensamiento llegó a otro y me pregunté: ¿será una biblioteca el mejor sitio de un comunicador?

Los comunicadores deben tener un respaldo de instrumentos informativos que los ayuden a realizar su labor de manera más firme, con seguridad en el manejo del conocimiento, para así conversarla con gracia y hacerla descifrable por todos.

Pues en eso me fijé estos días: en las bibliotecas que aparecen detrás de algunos

comunicadores:

  Joaquín López-Dóriga: emerge de una biblioteca con demasiados adornos, sugerentes fotos, sus libros pulcramente acomodados, como que existe una limpieza constante en ella, o una falta de uso diario.

Enrique Burak: su biblioteca está un poco amontonada pero en ella se distingue muy bien “México a través de los siglos”; me da la impresión de que fue adquiriendo libros después de haber comprado el estante hasta que quedó chiquito.

Pepe Cárdenas: tiene una biblioteca que es opacada por una pantalla que sostiene anuncios de su noticiero. Sus libros denotan temas diversos y muestra algo de desorden.

Eduardo Ruiz-Healy: una de sus bibliotecas desde donde trasmite es amplia y con orden.

Héctor Aguilar Camín: cuenta con una biblioteca generosa que refleja una abundancia de títulos.

Rafael Solana: espléndida biblioteca en donde los libros tienen un lujoso encuadernado en piel, que refleja la idea de un amor al objeto.

Jorge Castañeda: es una biblioteca desordenada en un espacio reducido.

Estoy pensando que estos espacios, con colecciones suficientes, atractivas, en lugares acogedores, con una buena decoración y un toque personal colorido para ser amena y confortable, están expresamente diseñados para ilustrar el ego del dueño.

Ya lo dice Wikipedia: “una biblioteca privada es una biblioteca encargada de beneficiar a aquellos individuos con recursos económicos sólidos, estables y sustentables”.

¿Por qué me fijo en estas cosas, como en la biblioteca de un presentador?

Una primera razón es que mi formación profesional es la biblioteconomía, por ello me es inevitable apreciar estos espacios, aunque resulte ocioso para algunos.

La segunda es lograr determinar qué nos dice el dueño de su propia colección, que

además de cimentar un prestigio de cultura, muestra su gusto por la biblioteca tradicional, con libros en papel que ahora, por los cambios tecnológicos, toma un atractivo inusual.

Comienza a aparecer una biblioteca híbrida papel – digital, en un esfuerzo por tener la mayor cantidad de información en el menor espacio posible.

Por ello pienso que las bibliotecas son grandes códigos para la trasmisión del conocimiento, pero cuidado, no nos deslumbremos por la cantidad más allá de la calidad.

En el ámbito local, sin duda, Armando Fuentes Aguirre tiene un gran colección de libros (por cierto, esperamos el Centro Cultural donde estaría ubicada la colección); Javier Villarreal Lozano cuenta con una selecta y abundante biblioteca; Armando Guerra Guerra, María Elena Santoscoy, Andrés Mendoza, Candelaria Valdés Silva, Julián Herbert, Jesús de León, Jesús Guerra Guerra, Gerardo Carrera, Claudia Berrueto, Álvaro López López, Luis García Abusaid, Óscar Nájera Davis, Martha Rodríguez García, Francisco Cepeda, Laura Gutiérrez Talamás, Guadalupe Sánchez de la O, Carlos Manuel Valdés Dávila, Sergio Reséndiz Boone, Arturo Berrueto, Manuel Gil Vara, Rodolfo Escobedo, son destacados profesionales que sin duda deben contar con espacios ricos en colecciones de libros impresos.

Claro que, sin duda, muchos jóvenes descargan en USB’s o en sus teléfonos inteligentes bibliotecas enteras bien seleccionadas, con una cantidad impresionante de libros.

¿Qué podemos hacer los que preferimos bibliotecas en papel? Por lo pronto, mudarnos a casas más grandes.

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo