¡GUERRA!

Esta es la primera vez que México lleva a la silla presidencial a su propio exterminador. Esta es la primera vez que un presidente declara la guerra a su propio país.

Con la frase amenazante: “O están conmigo o están en mi contra”, López Obrador nos revela, por fin, su verdadera intención. Que utilizó la democracia para asaltar el poder e imponer una dictadura y que ahora ha llegado el momento de que los mexicanos decidan si están a favor o en contra de su tiranía.

Uno de los ideólogos más radicales de la 4T, Epigmenio Ibarra, se encargó de convencer al Presidente de iniciar la ruptura. “Revolución que no se da prisa puede fracasar”,  “apuremos el paso”, le dijo al mandatario en un video. Luego, advirtió a los adversarios del régimen:  ¿”Qué se creían, que lo de la “Transformación de México” era solo una frase, un eslogan publicitario”? “Estos días –sentenció– estremecen y estremecerán más aún a México y al mundo”.

López Obrador y sus radicales han tomado, entonces, la decisión acelerar la “Revolución”, de poner en práctica planes y proyectos radicales que habían permanecido ocultos, que los habían diseñado clandestinamente desde la campaña y que ahora, justo a un año de las elecciones, están decididos a ejecutar.

¿En qué consiste ese proyecto revolucionario? En pasar de la democracia a la dictadura. En dar al presidente cada vez más poder y facultades. En amenazar a la iniciativa privada –como lo dijo Taibo un día– con expropiaciones. En anular la autonomía del INE, para controlar las elecciones. En limitar las redes y el internet, como se hace en China y en Cuba, y dar un golpe mortal a las libertades.

Por eso, no se tome tan a broma lo que dijo AMLO sobre la necesidad de que solo existan dos partidos políticos. El partido de los liberales y el de los conservadores, para luego, poner a los reaccionario en la cárcel y dejar vivo solo al de él.

Lo que  está anunciado  el presidente y sus fanáticos, es que se disponen a hacer lo necesario para impedir que Morena pierda las elecciones. Que estarían dispuestos  a cancelar los comicios de 2021, si no hay condiciones para que ganen.

Pero, hay algo que no tenemos derecho a olvidar: quienes hoy ocupan el poder no son políticos, no creen en la política, por eso no gobiernan. Son agitadores y transgresores que han utilizado siempre la violencia para obtener lo que quieren.

No nos sorprenda si un día, desde la “mañanera”, el presidente comienza a separar lo democrático de lo electoral. Así como divorció –para ocultar el fracaso económico de su gobierno– crecimiento, de desarrollo, así también puede salir con la idea de que las urnas no son necesarias para vivir en democracia.

Sabe que la crisis económica y sanitaria, provocada por él mismo, puede devorar en cualquier momento su popularidad. Así que ya empezaron a juntar las armas. Si hay que incendiar al país para  culpar y perseguir a los enemigos del presidente lo harán.

Por eso el ridículo BOA, por eso el envío de vándalos a las manifestaciones de Guadalajara.

El México roto de hoy tiene claras huellas dactilares. Los Epigmenio Ibarra, los Ackerman, los Taibo, los Bartlett, han logrado influir en un presidente fatigado que ya no piensa con claridad, que tiene miedo al fracaso y que acepta llevar al país a la violencia con tal de  imponer  el triunfo de su “revolución”.

La paz y estabilidad corren peligro con un mandatario cada vez más irritado, enojado consigo mismo, con la ineptitud de los colaboradores que él mismo nombró, con el divorcio de quienes se sienten decepcionados o traicionados, decidido a mentir, a negar la amenaza de una crisis devastadora que puede convertir a la 4T en cenizas y escombros.

Un presidente que, para hacer triunfar su proyecto, tomó la decisión de declarar la guerra a los mexicanos.