CRÓNICAS TURÍSTICAS

El Salón Corona, una guarida de brindis, relajación y buena comida

Una caminata por la calle Madero del Centro Histórico de la Ciudad de México, es siempre una experiencia enriquecedora, llena de colores, aromas, sonidos y gente de todas partes del país y hasta del mundo, pues se trata de una zona comercial, donde igual se consigue calzado que ropa y por supuesto, comida, mucha comida y bebida para todos los gustos y bolsillos.

La idea de esta tarde era conseguir una buena cerveza de barril bien fría y comer unos taquitos de pastor y un coctelito de camarón, para festejar el santo de mi madre, que no deseaba más que estar tranquila, por ello, decidimos trasladarnos en Metro hasta el Zócalo de la ciudad y de ahí, caminar sobre Madero hasta llegar a la calle de Filomeno Mata, donde se encuentra el famoso Salón Corona, una cervecería que, de algunos años a la fecha, se ha vuelto muy popular entre todos los sectores sociales.

Venir a esta sucursal, siempre me trae recuerdos de viejos momentos, sobre todo de un concierto de Joaquín Sabina en 2012, que se llevó a cabo en el Auditorio Nacional y donde tuve la fortuna de conocerlo gracias a mi amigo, el pintor español, Luis Moro, con quien terminamos brindando y cenando en la planta alta de la taberna hasta que nos dijeron que ya era hora de cerrar.

Pero en este momento, era temprano, prácticamente las 2 de la tarde, cuando la temperatura estaba más alta o como dijeran algunos amigos, la hora cervecera y estábamos en el Corona para celebrar a mi mamá.

La entrada fue rápida, no tuvimos ninguna necesidad de formarnos, como en otras ocasiones o en otros horarios, cuando hay que esperar a que se desocupen alguna mesa, pues al menos a la hora de la comida y los fines de semana a toda hora, el lugar es un hervidero de gente.

La mesa que elegimos fue muy cercana a una de las ventanas que nos permitía ver la Torre Latinoamericana, mientras esperábamos nuestros alimentos, porque la cerveza fue lo primero que llegó a nuestras manos y que mejor que fuera así, porque la sed nos impacientaba, al menos a mí.

Mi madre nunca había ido al Corona y por su rostro sonriente, parece que le gustó, tanto el espacio, como la comida, pues del coctel de camarón que pidió, no había quedado nada.

Para Kary, los taquitos de pastor eran una buena opción, los traen rápido a la mesa, no son tan pesados y resultan un gran acompañamiento para la cerveza al gusto, para ella la campechana (oscura mezclada con clara) es la ideal.

Luego de mi primer tarro y una orden de 5 tacos al pastor, pedí mi segundo tarro y otra orden de 3 tacos al pastor para mitigar el hambre y la sed, que la caminata por el Centro Histórico de la Ciudad de México había provocado en mí. Ahora acompañaba los tacos con una deliciosa salsita roja, cuyo picor es especial, pues el sabor del tomate (o jitomate) se queda en el paladar, por encima del ardor ligero y típico que deja el chile.

Pensándolo bien, no es un ardor, sino un hormigueo en el paladar, que para quienes comemos picante desde niños, no es ajeno, pues cabe mencionar que prácticamente toda la comida mexicana está aderezada con chile. Yo no como mucho picante, pero entiendo perfectamente la frase de muchos que dice que “sin picante la comida no sabe a nada”, al fin que la cerveza es el antídoto para ese veneno.

La charla es muy buena, llena de recuerdos, de anécdotas y añoranzas y, para acrecentarlas, el balconcito junto al que nos encontrábamos, con su estilo colonial, que nos permitía asomarnos para ver como poco a poco, con el paso de los minutos, comenzaba a llenarse el paso de Filomeno Mata, donde por cierto, hay otros bares y restaurantes, que también tienen algunas de sus mesas sobre la calle.

La historia está en nuestras venas, somos historiadores naturales, cronistas cotidianos y la cerveza acentúa esta cualidad, pues nos pone nostálgicos y trae los recuerdos de personas, de lugares y de situaciones con mayor velocidad.

Precisamente hablando de historia, el Salón Corona fue fundado en 1928 por un señor llamado Don José Iglesias, mejor conocido como “Don Pepe” (QEPD), quien abrió la primera de 6 sucursales que hoy en día existen.

Antes de pedir otra ronda de cerveza, mi madre decide que esta Crónica Turística se termine y volver a su casa, por lo que pedimos la cuenta y salimos del Corona, con rumbo a la Panadería Madrid, una de las más longevas y donde producen pan de gran sabor en la Ciudad de México… pero esa historia se las contaré en otro momento.

Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com y lo invito a seguirme en Spotify en Trejohector.

 

 

Autor

Héctor Trejo
Periodista, escritor y catedrático. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM y actualmente maestrante en Comunicación por la UACH.
Titular de columna "Cinematógrafo 04". Imparto Taller de Micrometrajes Documentales, así como el Diplomado en Cine y Cultura Popular Mexicana.
Ganador del premio a la investigación Ana María Agüero Melnyczuk 2016, que otorga la Editorial argentina Limaclara
Otros artículos del mismo autor