HACE 44 AÑOS…

 

El 12 de junio de 1976, estaba yo en la casa presidencial de Los Pinos que ocupaba Luis Echeverría, para una conferencia de prensa con Henry Kissinger; el poderosísimo secretario de Estado de Nixon y entonces de Gerald Ford.

Había llegado Kissinger la víspera desde Santiago de Chile dónde, se decía, había reclamado a Augusto Pinochet, cabeza de los golpistas que el 11 de septiembre de 1973 bombardearon el Palacio de la Moneda con el presidente constitucional Salvador Allende adentro, las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de sus opositores.

Conducía la conferencia Mauro Jiménez Lazcano, director de comunicación de Echeverría, y famoso por manipular la información y llamar a las redacciones pidiendo despedir a los periodistas que no le obedecían.

Cubría yo la fuente de la presidencia para el periódico El Día, uno de los más prestigiados del país, donde era también reportera de asuntos especiales, y había pasado más de 40 minutos con la mano alzada sin poder preguntar.

Mauro, hacía como que no me veía y daba la palabra a corresponsales y a periodistas mexicanos, que abarrotaban el salón; a todos menos a mí.

Kissinger había referido sus conversaciones de la noche anterior, con el canciller Alfonso García Robles sobre la relación entre México y Estados Unidos.

Que no pasaba por su mejor momento debido a la política internacional echeverrista, que Washington consideraba de izquierda; a la ilegal explotación que EU hacía de nuestros recursos marinos; a los gringos presos en cárceles mexicanas y a los eternos problemas de los emigrados y el tráfico de drogas.

Había despotricado contra Cuba por su intervención en Angola y su influencia en Latinoamérica, dejando de lado el sostén estadounidense a dictadores a través de los años, y se mostraba contento por el premio Nobel de la Paz, que había recibido meses antes.

Finalmente, Jiménez Lazcano anunció que no habría más preguntas.

Pero Kissinger lo ignoró y en lugar de levantarse, me sonrió desde lejos y dijo bromeando: “la última pregunta es para esta señorita, que ha esperado 45 minutos para destruirme.”

Y Jiménez Lazcano no tuvo más remedio, que pasarme el micrófono.

Gracias, quiero saber por qué considera usted intervención, la solidaridad de Cuba con Angola y no considera intervención la presencia de Estados Unidos en África, la agresión a Vietnam y la desestabilización en Chile. Usted firmó los Acuerdos de Paris (el 27 de enero de 1973) que reconocen la victoria del pueblo vietnamita y por ellos recibió el Premio Nobel de la Paz, pero los acuerdos no han sido cumplidos; quisiera saber cuándo cumplirá su país y si usted devolverá el Nobel, hasta que cumpla…

Sentí tensión en el ambiente y un Kissinger un poco más colorado que lo habitual, respondió: “Sabía que la pregunta no sería del todo amistosa, cuando le cedí la palabra…”

Y pasó a explicar largamente que en Angola, Cuba violó convenios “introduciendo masivamente unidades militares organizadas para ocasionar una guerra civil.”

Que la “única” cláusula incumplida en Vietnam, era el dinero para la reconstrucción económica y si los vietnamitas querían reanudar negociaciones, EU estaría dispuesto; pero antes debía informar el paradero de los prisioneros estadounidenses.

«Pero sobre Chile, dijo, va a ser imposible ponernos de acuerdo aquí, con la cantidad masiva de información errónea que se ha estado distribuyendo en todo el mundo…”

Luego, aceptó «Sí, apoyamos a diferentes grupos democráticos chilenos… lo hicimos para permitirles llegar sin sucumbir, a las elecciones de 1976…”

Seguía hablando, cuando al ver Jiménez Lazcano que retomaba yo el micrófono lo interrumpió, con un “gracias señor secretario, gracias damas y caballeros.”

Kissinger salió y los periodistas corrimos a informar, porque sus respuestas tenían trascendencia internacional.

Sobre todo, la de Chile; por primera vez EU reconocía, y a ese altísimo nivel, su intervención en el desprestigio del gobierno allendista y en el golpe militar.

Intervención que Allende había denunciado minutos antes de morir, en sus últimas palabras trasmitidas por Radio Portales y Radio Magallanes: “El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición…”

Jiménez Lazcano estaba enojado, tal vez temía una reprimenda de Echeverría por no haber evitado mi «mal trato», al visitante.

Pero, ocurrió lo contrario; creo que al presidente le gustaron mis preguntas, porque me mandó flores y ordenó pasarlas en cadena nacional de radio y televisión.

Aún falta mucho por conocer, pero desde entonces se han ido desclasificando documentos que detallan la intervención económica y política de EU en Chile.

Y los WikiLeaks han dado minuciosa cuenta, del apoyo a las dictaduras del Cono Sur, y sus terribles consecuencias para cientos de miles de familias.

Increíble que hayan transcurrido 44 años, de ese logro informativo del que sigo estando orgullosa.

 

Autor

Teresa Gurza