EL MESÓN DE SAN ANTONIO

A cien años de la muerte de Venustiano Carranza

 No todos los días conmemoramos algo tan importante y trascendental para la historia del país como lo fue el pasado 21 de mayo, día en que se cumplieron 100 años de la muerte del presidente coahuilense Venustiano Carranza.

Hubo un gran despliegue de eventos discretos, siempre con la presencia de “Susana Distancia”, para conmemorar este centenario: los muros y mausoleos en Tlaxcalantongo, Puebla, lugar donde fue asesinado El Varón de Cuatro Ciénegas, se llenaron de flores al igual que el Patio del Palacio Nacional, donde nuestro Gobernador Miguel Ángel Riquelme Solís acompañó al presidente López Obrador en una ceremonia solemne, así como en otros lugares de la República que siguen siendo carrancistas.

El extraño sabor de la sucesión presidencial en México hacia 1920 nos habla de un pasado de mentira y odio, y un futuro preocupante, pues a todos les da tentación el arraigo a la presidencia.

Para este momento, cuando las cosas de la política comienzan a generar malestar, sospechas y mal humor, los dichos y deseos de Venustiano Carranza, hastían.

El tema de las elecciones crea una ruptura polarizándose las posturas: en un bando las fuerzas –pocas- de Carranza, y en la otra, los militares fieles a Álvaro Obregón. El 23 de abril de 1920 los militares, la mayoría sonorenses, dan a conocer el Plan de Agua Prieta, promovido por el General

Adolfo de la Huerta, por medio del cual se desconoció el gobierno de Carranza.

A manera de respuesta, el presidente Venustiano Carranza lanzó un manifiesto a la Nación el 5 de mayo de 1920, en el que lamentó la lucha política prematura, condenó la propaganda subversiva obregonista a base de ataques, convocó a las fuerzas leales a sumarse al esfuerzo para trasladar a los poderes federales a Veracruz, denominando a esto “Columna de la Legalidad”.

El 7 de mayo salieron los trenes del patio de la Estación Buenavista. Carranza empleó la línea de Ferrocarril Mexicano y consideró que las fuerzas de caballería eran suficientes para proteger la salida de los convoyes, quizás un poco inmoderado estaba en las apreciaciones, o sólo le tomó la soberbia en el actuar. Ya se intuía que Obregón y sus leales irían sobre Carranza. Era como “la crónica de una muerte anunciada”.

El 9 de mayo las fuerzas carrancistas fueron atacadas en Apizaco, Tlaxcala, y se presentaron deserciones que se acentuaban cuando eran atacados; a pesar de todo, las fuerzas Carrancistas lograron rechazar al enemigo en varias ocasiones. A final, sucumbieron de manera estrepitosa.

Llevaban el oro de la nación que era el tesoro por el que luchaban mucho. Desde entonces se han elaborado infinidad de conjeturas y leyendas sobre el misterio del oro de Carranza. ¿Dónde

quedó?, ¿quién era el encargado de su resguardo?

El Varón de Cuatro Ciénegas escapó con un pequeño grupo de leales soldados y civiles. La tarde del 19 de mayo llegaron a la ranchería de Coamachalco, después pasaron por el río Necaxa y se hizo un alto en el pueblo de Patla, en Puebla. Aquí, el General Rodolfo Herrero se incorporó y debido a que conocía la región, se le nombró guía. Carranza no tenía la mejor opinión de Herrero y olía a traición. Como a las tres de la tarde del 20 de mayo llegó a Tlaxcalantongo, cansado, con esa extraña pesantez que da la traición y el sentirse solo, sin aliento ni confianza.

Los hombres de Herrero se aproximan a los jacales de la legión de honor y comienza el

acribillamiento. Se oyen gritos de alerta y auxilio mezclados, como si la muerte no distinguiera a quien se quiere llevar y, en efecto Carranza muere.

En su poema Raymundo de la Cruz precisa el momento:

Emerge en el misterio del segundo

la hora del ocaso,

la hora que sepulta activo paso

para mostrarnos la verdad del mundo.

El minuto final sigue a Carranza

el mes de las flores, mayo veinte

Y es el año vigésimo del siglo

Débilmente palpita a la esperanza

Acosada por sombra y por vestiglo

De la hora fatal ¡Las cuatro veinte!

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo