EL VIEJO DEL SOMBRERÓN

 POR BEATRIZ PAGÉS

Armando Guadiana, “el viejo del sombrerón”, será uno de los principales beneficiarios del acuerdo emitido por la señora Rocío Nahle, secretaria de Sener, para frenar el desarrollo de las energías limpias en el país.

¿Quién es “el viejo del sombrerón”? Legislador del partido Morena, presidente de la Comisión de Energía en la Cámara de Senadores y un prominente empresario que siempre se ha visto favorecido por los gobiernos de Coahuila.

Un personaje folclórico, que siempre ha hecho negocios oscuros al amparo del poder y que hoy goza del privilegio de caerle bien al presidente de la república.

Desde que López Obrador andaba en campaña, Guadiana se dedicó a convencer al tabasqueño de que las energías limpias, la solar y la eólica, eran caras e inútiles. Le dijo en alguna ocasión que no resolverían el problema de la demanda eléctrica y que no generaban suficiente potencia para la industria del acero.

El presidente, por lo visto, le compró a Guadiana, todos y cada uno de sus dichos. Detrás de la gran intentona expropiatoria e ilegal de la Secretaría de Energía en contra de las energías limpias, está, entre otras razones, el gran propósito de beneficiar el negocio carbonífero de Armando Guadiana.

Es cierto que el gobierno busca que las plantas de la CFE funcionen con la enorme cantidad de combustóleo que están produciendo las refinerías, pero la declaración de guerra a las empresas solares y eólicas tiene, también, otro trasfondo.

El 4 de mayo de 2019 López Obrador, acompañado por “el viejo del sombrerón”, prometió a los trabajadores de las minas de Coahuila que la Comisión Federal de Electricidad les compraría carbón.

En esa ocasión, el mismo Armando Guadiana declaró que habían logrado un negocio millonario para los mineros con la CFE, incluso habló de una transacción comercial equivalente a 360 mil toneladas.

Varias fuentes de información señalan que pocos días después de haber tomado posesión como presidente de la Comisión de Energía, sus empresas iniciaron trámites para vender a las carboeléctricas Carbón II y José López Portillo 800 mil toneladas de carbón.

En una de sus tantas verborragias, el senador carbonífero dijo que la CFE pretendía construir otra planta de ese tipo para romper con la dependencia que México tiene con Estados Unidos en materia de gas, lo que hace suponer que el gobierno está dispuesto a regresar a los tiempos del anafre con tal de beneficiar los intereses económicos de la Cuarta Transformación.

En realidad, AMLO, desde hace tiempo, ya no sabía como cumplirle a las empresas de  su amigo el sombrerudo. El 28 de marzo, subió desde La Rumorosa un video —con los generadores de energía eólica de fondo— para aparecer como un indignado defensor de la naturaleza: “¿Cómo se atrevieron a dar permiso para instalar estos ventiladores?” Y sentenció: “Nunca más permisos para afectar el medio ambiente, para la contaminación visual, hay que respetar la naturaleza”?”

¿La naturaleza o los negocios de Guadiana?

Ser hoy amigo del presidente López Obrador  tiene ventajas extraordinarias, más que cuando gobernaban los “corruptos”, “mafiosos”, y “autoritarios” políticos del PRI o los “reaccionarios”, “conservadores” y “apátridas” de la derecha.  Se accede a contratos multimillonarios sin licitación, de manera directa, y con la ventaja de poder ser presumidos impunemente, sin que importe incurrir en  conflictos de interés, como lo hace el del sombrero.

Como bien reza una ocurrencia humorística que navega por las redes: Si López Obrador tuviera un compadre que vendiera molcajetes, prohibiría la venta de licuadoras.

Su amigo Guadiana no vende molcajetes, pero sí carbón y el presidente de la moral y la decencia decidió limitar la generación de energías limpias para beneficiar los negocios corruptos y contaminantes del legislador de marras.

Los consejos del “sombrerón” metieron al presidente, pero sobre todo al país en un serio conflicto internacional. Tan serio, que AMLO tuvo que comenzar a recular. Ahora resulta que ya no es la contaminación ambiental el problema, como lo dijo en La Rumorosa, tampoco la epidemia, como se menciona en el acuerdo de Sener,  sino el saqueo y el influyentismo de las empresas extranjeras.

Si eso es cierto, ¿cómo calificar, entonces, los abusos los excesos y el influyentismo de “el viejo del sombrerón”.