CÁPSULAS SARAPERAS

Pesos a tostón

En  esta ocasión te platico la historia de un Saltillense, buen hombre, que con el paso de tiempo fue cambiando y le ganó la avaricia y hasta pudieramos decir que perdió el oido.

Este Saltillense del que platico viviá en la esquina de lo que era el callejón Brionse y la calle de Venustiano Carranza, para señas más actuales, en el cruce de las calles que conocemos como Rayón y Pérez Treviño.

Durante toda su juventud y gran parte de su vida adulta se dedico a trabajar, a juntar su dinero para realizar inversiones en propiedades y poder tener una vejez tranquila, gracias a las rentas que cobraba a sus inquilinos. De hecho dicen que había acumulado una gran riqueza. Vivia sólo con su esposa, pues hijos no habían tenido.

Con el paso del tiempo este Saltillense de buenas costumbres empezó a cambiar, se hizo tacaño y avaro, incluso llegó a cobrar rentas anticipadas, y que decir de los alimentos, pues a pesar de poder requetecomer bien todos los días, con tal de ahorrarse unos pesos, no almorzaban ni desayunaban, sólo comian al mediodia, asegurando que así no recargaban el estómago.

Fijese estimada y estimado Saltillense, que con el paso del tiempo o tal vez de la inflación, ya ve Usted como suben los precios de las cosas, todos los días nuestro idioma o más bien la manera en la que hablamos ha cambiado poco a poco, como por ejemplo, el término tostón, una palabra que usamos cada vez menos y que tal vez hoy los niños no saben que se utiliza para referirnos a cincuenta centavos.

Cierta tarde, este Saltillense estaba en la parte posterior de su casa, donde contaba con algunos arboles frutales, cuando escuchó a un vendedor que pasaba por el callejón de Brionse gritando: “Peeeeeesos a tostón…. Peeeeesos a tostón”, momento en el cual el avaro, le gritó a su esposa, quien estaba en el interior de la casa: “correle vieja y comprale todos, que es una ganga, en el buró hay setenta monedas de a tostón, traete todos”. La esposa ni siquera tuvo tiempo de responderle. A los pocos minutos regreso con un canasto que le habia prestado una vecina, diciendole al marido: “Aquí están, le compré todos los que  traía el vendedor, son diez quesos, no traía más”. ¿Quesos? preguntó el marido, ¿pues que no estaba vendiendo pesos a tostón? La señora con una gran traquilidad y una serenidad le dijo a su marido, la avaricia de unos cuantos pesos, te hizo escuchar pesos en lugar de quesos. Dicen que el señor al darse cuenta que no habia realizado una buena compra de puro coraje se enferemó, bueno tal vez se indigestó por tanto queso que tuvo que comer.

Esta es una anécdota que le sucedió a un Saltillense, aquí en Saltillo, y que gracias a la avaricia confudió quesos con pesos o bien pesos con quesos.