LISTAS Y AMOROSAS

Para no aburrirlos, no me ocuparé hoy de las chifladuras de López Obrador; que esta semana, rechazó hablar con la iniciativa privada sobre medidas para superar la crisis económica, rompió su compromiso de no poner al Ejército a cuidar la seguridad pública, insultó a los médicos mexicanos precisamente cuando arriesgan sus vidas combatiendo el Covid-19 y fue calificado por Los Angeles Times, como “un jefe de Estado necio y lento para reconocer la gravedad de la situación.”

Escribiré en cambio, sobre un tema que me encanta: animales.

Y estando reciente el Día de las Madres, me referiré principalmente a las hembras; porque seguramente los lectores que las han tenido como mascotas, estarán de acuerdo en que son muy cariñosas con sus cachorritos y muestran orgullo y felicidad cuando nos los presentan.

Mi chihuahua Vampira, acicaló a lengüetazos a sus cuatro recién nacidos y los colocó húmedos y peinaditos, en cojines que bajó de un sofá-cama a minutos de haberlos parido; tras lo cual, me jaló del pantalón para que fuera a conocerlos y satisfecha, los metió uno por uno en la perrera, sosteniéndolos por el lomo con su hocico.

Aún más conmovedor es el comportamiento animal, cuando una cría muere; algunas veces sin que sepa la razón, la sacan del nido dónde están las demás; pero otras, no la sueltan.

Beyoncé, una fox terrier abusadísima que me traje de Chile cuando murió Matías, tuvo su último parto cuando todavía vivía yo allá y una de sus crías nació muerta.

Desesperada, la movía apretándole la pancita como para revivirla y al ver que era imposible, se echó a llorar con la perrita abrazada y no nos dejaba quitársela.

También hay animales que parecen sufrir por no tener descendencia; como los pingüinos gais ‘Sphen’ y ‘Magic’ del acuario de Sídney, que trataban de empollar hasta piedras y a los que sus compadecidos cuidadores pusieron un huevo abandonado al que cuidaron por turnos, durante 28 días; mostrando gran emoción al momento de la eclosión y cantándole como cualquier pareja.

El diario El País, que me gusta entre otras cosas porque saca muchas notas sobre comportamiento animal, publicó un artículo de Javier Salas que recoge episodios que muestran que las elefantas, gozan con los nacimientos y padecen con la muerte.

Cuenta que en marzo del 2017, en un refugio de elefantes de la India una hembra observó flaquear a un elefantito herido, hijo de una mamá asesinada y corrió 40 metros para animarlo con empujoncitos.

Y al no poder ayudarlo, barritó fuerte; y permaneció a su lado frotándolo con delicadeza, hasta que murió.

El episodio, grabado en vídeo por científicos, prueba que los elefantes son capaces de darse cuenta del fin de la vida y comprender su significado; algo que a los humanos aún nos cuesta entender y que nuestros niños, no toman como inevitable e irreversible.

Se sabía que los elefantes africanos percibían esos cambios; pero se ignoraba si esa madura percepción la tenían también, los asiáticos; porque ambas especies se separaron hace entre cuatro y nueve, millones de años.

Pero el estudio indica, que unos y otros reaccionan con sensibilidad hacia la vida y la muerte, como sucede con los grandes primates y algunos carnívoros y cetáceos, indicó Nachiketha Sharma, investigador de la Universidad de Kioto y del Centro de Ciencias Ecológicas de la India.

Según Sharma, los elefantes perciben la angustia de los otros y se comportan de manera compasiva con individuos lesionados, enfermos o débiles.

Relata el científico, que la revista Primates refiere la reacción de unas elefantas adultas ante el cadáver de otra, que vigilaban desde lejos buscando saber lo que el personal del parque haría con el cuerpo.

Y lo que más llamó la atención fue ver que, en una especie de ritual de entierro, rodearon a la elefanta muerta con hojas verdes; pese a que el árbol más cercano estaba a 100 metros.

“Existen pruebas, explicó Sharma, de que los elefantes han también intentado cubrir cuerpos humanos, con tierra y hojas”.

Agregó que las elefantas africanas soban a los moribundos y tratan de levantarlos con ayuda de sus colmillos y que como las elefantas asiáticas carecen de ellos, se apoyan en sus piernas.

Todo lo anterior hace pensar, que muchas especies entienden lo que significa la llegada de un bebé o la pérdida de un familiar, y actúan de acuerdo.

Lo que parece comprobar que estos sentimientos no son rasgos puramente humanos, sino que se extienden a varios grupos del reino animal.

 

Autor

Teresa Gurza