SERIES DE CULTO

“Twin Peaks”

 Serie modelo de los noventa, un paso definitivamente importante en el concepto de qué debe ser una serie televisiva, capaz de construir un universo fascinante en su primera temporada y darse el gusto de deconstruirlo en su segunda, Twin Peaks es uno de esos fenómenos que rara vez aparecen en el mundo de la televisión. Adelantándose a su época su creador, el siempre enigmático director David Lynch, planificó de tal manera su obra que se dio un inédito gusto: regresar 25 años más tarde con la tercera temporada que se convirtió de manera instantánea en un objeto de culto que puede ser revisada en el streaming, aunque para tratar de entender sus capas de significados es indispensable entrar antes en el maravilloso y terrorífico escenario donde Laura Palmer, la chica más querida del pueblo, fue brutalmente asesinada.

 

Twin Peaks es, nadie puede dudarlo, la serie clave en el antes y después de la forma de hacer una historia en la pantalla chica, porque no solo rompió esquemas y abrió espacios a la experimentación y a un tratamiento más cinematográfico en el ámbito de la ficción televisiva, sino porque cambió para siempre el concepto de cómo contar una historia a tal punto de destruir esa misma historia y rearmarla 25 años más tarde. O sea, una rareza maravillosamente bien planificada por uno de los genios del cine mundial, David Lynch, el creador de Cabeza Borradora, Duna, Terciopelo Azul, Corazón Salvaje, Carretera Perdida, Mulholland Driver e Inland Empire.

Es curioso además constatar que en solo dos temporadas (entre 1990 y 1991), la serie pasó de ser la más aplaudida por la comunidad de fanáticos a la más despreciada por aquellos que no entendieron la segunda temporada, en donde el director -con una deliberación impresionante- se dio el gusto (perverso) de destruir lo que había hecho, de dejar sin aliento a quienes no supieron seguir las pistas que fue dejando en cada uno de los capítulos.

David Lynch creó esta serie, dirigió sus principales episodios y la película Twin Peaks: Fire Walk with Me (1992), filme que hoy es de culto, pero que en su momento aumentó el signo de interrogación para los “no iniciados” en el universo de la serie.

TEMPORADA UNO

¿Quién mató a Laura Palmer?

La primera temporada fue apenas de ocho episodios, programada entre abril y mayo para completar el final del año, antes de las vacaciones de verano en Estados Unidos. El piloto, de dos horas, fue emitido un domingo y la serie ocupó de inmediato un lugar privilegiado en el mundo de los telespectadores de los noventa que, con asombro, asistían a una serie que, por su estética, ritmo, construcción dramática y quiebres, era un soplo de pura creatividad, tensión y misterio. Además, su reparto estaba conformado por una cantidad impresionante de rostros de primer orden, impecablemente elegidos y cada uno con una profunda historia sobre sus hombros.

Desde el inicio de la serie -el descubrimiento del cadáver de la chica más popular del pueblo envuelto en plástico en el río- toda la historia gira precisamente en torno a una pregunta que era el leit motiv de toda una generación de fanáticos: ¿quién mató a Laura Palmer?

Desde un punto de vista discursivo, el tono de la serie son los espacios presentados: un pequeño pueblo en el norte de los Estados Unidos, hermoso, limpio, lleno de árboles y cataratas, con un bosque impresionante y hermosas casas de madera en donde el asesinato de Laura Palmer aparece como el elemento perturbador y siniestro en esa (aparente) calma. La investigación, que recae en el Agente Dale Cooper del FBI, permitirá ir averiguando qué se esconde en el lado B de ese pueblo, que tiene su centro específico en las profundidades del bosque.

De este modo y desde el inicio, la serie adopta tiene la forma narrativa de las denominadas soap opera, entrecruzando diversas historias fascinantes que se entrecruzan cada una de ellas al asesinato de Laura Palmer. Todas esas historias tienen aristas inquietantes, siniestras e impensables en el supuesto orden de ese pueblo: un complot por la propiedad del aserradero, historias de amor y traición entre los chicos amigos de Laura, el romance oculto del sheriff y una hermosa y enigmática oriental de nombre Josie Packard, el tráfico de drogas de Leo Johnson, entre otras.

Pero también desde el comienzo el espectador se percata que hay diferencias sustantivas respecto de las series habituales: acá todo está planteado desde la inteligencia, en forma de enigmas que tan pronto se revelan, dan origen a otros nuevos y donde la presencia del bosque y los elementos surrealistas (tan característicos del mundo cinematográfico del realizador David Lynch) obligan a una lectura diferente de esas imágenes tan fascinantes como perturbadoras.

En el aspecto de su relato, la gran interrogante de la primera temporada no se revela. No sabemos quién mató a Laura Palmer, aunque sabemos que estamos a punto de entender el rompecabezas propuesto por el director. Lo más notable es que el espectador, a estas alturas, adora al investigador del FBI, el agente Dale Cooper porque no solo ocupa su racionalidad para el caso, sino que también confía en los sueños, en las advertencias de los detalles que el resto ignora y que actúa a través de la intuición y la irracionalidad.

Incluso, Lynch juega con el propio lenguaje televisivo en la serie (algo impensado en esos años) e introduce una teleserie típica -Invitación al amor- que muchos de los personajes ven con pasión y que juega con el tema de los dobles, lo que es clave en el mundo de Twin Peaks: todo es doble, todo tiene su opuesto, cada caso tiene su correlato en algún lugar del tenebroso bosque nocturno.

La primera temporada termina de manera impecable: un desconocido dispara a Dale Cooper.

 

TEMPORADA DOS

¿Conoces el lado oscuro del bosque?

La segunda temporada de Twin Peaks contó con veintidós episodios y fue de más a menos en el número de espectadores que, desorientados, se dieron cuenta recién de que la serie iba más allá de saber quién había matado a Laura Palmer y disparado a Dale Cooper. En efecto, el director se arriesga una vez más y se mete al bolsillo el qué desean los televidentes: para él lo que interesa es profundizar hasta las últimas consecuencias en el terreno de lo fantástico, lo sobrenatural, lo surreal. Eso le significó el desprecio del público, el aplauso de la crítica y el ingreso de Twin Peaks al ámbito del culto, incluyendo un libro con las claves del pueblo y sus personajes, escrito por Jennifer, hija del director Lynch.

La gran diferencia de la segunda temporada radica en que se aleja del relato policial tradicional y se adentra desde los primeros minutos del primer episodio de esta temporada: al espacio diegético de lo fantástico, lo cual no estaba definido en la temporada anterior, excepto por las visiones de la madre de Laura, la atormentada Sarah Palmer y por cierto la muy comentada escena final del episodio tres, con el enano en la habitación roja, los diálogos dichos al revés, los movimientos extraños de los personajes y la aparición de Mike y Bob, segmento particularmente extraño e inquietante de la primera temporada, que eran elementos del sueño del agente Cooper.

Pero la segunda temporada es diferente y por completo ya que, desde el comienzo del primer episodio de la segunda temporada, a Cooper se le aparece un gigante que le da diversos indicios crípticos sobre el caso y toma su anillo prometiendo devolvérselo al final de la investigación. El gigante aparece tomando el rol de un informador y toda la serie deriva el terreno de lo sobrenatural y entrega nuevas claves, en donde a los sospechosos del crimen se añade otra persona, pero cuya naturaleza es surreal pues está poseída por el espíritu de Bob.

De este modo, mientras la primera temporada fue un éxito arrollador a nivel mundial, la segunda solo fue un bocado para iniciados, para fanáticos y para los incondicionales del cine de David Lynch, porque fue una segunda temporada llena de innovaciones y cuyas particularidades se hicieron notar por el contraste entre ambas: en la primera resaltaba el género policial y las particularidades de Dale Cooper como investigador resultaron más notables y sorprendentes mientras que en la segunda, todos debían someterse al juego perverso de personajes que aparecían trayendo otros poderes, provenientes del bosque y del fuego de los sueños más retorcidos.

TERCERA TEMPORADA

25 años más tarde…

Advertencia 1: si nunca vio Twin Peaks, trate de no ver esta tercera temporada porque no entenderá absolutamente nada.

Advertencia 2: si la vio y fue fanático, adelante, pero con cuidado, porque una vez más David Lynch se ha dado el gusto (perverso, sí) de reinventar un universo que parecía haberse cerrado 25 años antes.

Durante 18 semanas Twin Peaks, en su tercera temporada -disponible en Netflix- dominada por la presencia del gran intérprete que es Kyle MacLachlan, dejó con la boca abierta a sus seguidores que, otra vez, no entendían nada o casi nada de lo que estaban viviendo. Pero sí, la experiencia de someterse a esta tercera temporada, con tantos años de diferencia, resulta irrepetible y sorprendente.

Acá, nada ha sido lo que se esperaba (mucho menos el final). Y, en realidad, todo era como temía. Pero, igual que su trama, su seducción es inexplicable desde la lógica. Es algo visceral y desenfrenado que tiene el poder de hipnotizar a cualquiera que haya pasado por algunos de los capítulos de las temporadas anteriores.

Esta tercera parte es simplemente genial en su construcción de “momentos” surrealistas, donde cada plano y cada sonido están medidos, los personajes secundarios bien utilizados y la banda sonora contribuye a generar ese clima entre nostálgico y demoníaco.

En esta temporada de Twin Peaks abundan los sueños, y los sueños, sueños son. Reaparece Laura Palmer, en 2017, cumpliendo lo que había dicho al oído en el final de la segunda temporada: “nos vemos en 25 años”. Y lo que parecía una frase enigmática, cobra total e increíble sentido en este caso.

Y en este Twin Peaks el fanático puede disfrutar de momentos maravillosos -el cierre del romance incompleto de Big Ed y Norma- y de instantes desconcertantes y espectaculares como el episodio ocho que, lejos, debe ser saludado como uno de los más fascinantes de todos los tiempos solo por su atrevimiento en una época donde deben prevalecer las explicaciones, antes que las sensaciones.