REGALAZOS

Disfruto enormemente los baños forestales, es decir el contacto con la naturaleza en cualquiera de sus formas, estar en el desierto o en el bosque, ir al parque o pasear a mi perro Tírolo. Como por ahora eso no es posible, lo compenso con algún tiempo en el jardín.. Ahí tomo mis alimentos bajo el cobijo del sol o las estrellas, abrazada por silencios antes no vividos.

Durante tres días seguidos me acompañó a desayunar un tortolito. A decir verdad, no estaba conmigo porque se mantuvo enfocado en una misión muy importante. Ya había notado un hueco entre la tupida buganbilia y con frecuencia escuchaba ruidos que venían de ahí, que resultaron aleteos de una enamorada pareja de prototipo de amor fiel. Desconozco la dinámica familiar de esta especie, pero uno de ellos, me dejó admirada con su dedicación y constancia.

Desde muy temprano, este tortolito, salía de su refugio una y otra vez. Se detenía en la barda a echar un ojo, volaba directo a su objetivo y tomaba con el pico alguna rama de la propia buganbilia. Las regresaba a su casa, una y otra vez durante varias horas. Paciente, con determinación y una meta más que definida, terminó su labor en menos de una semana.

Por supuesto que me ganó la curiosidad y subí a ver cuando las aves dejaron sus constantes acarreos. Justo en la parte de mayor sombra, le construyó un hermoso nido a su compañera y su futura familia. Es una verdadera obra de arte: perfecta, funcional, única y bellísima, con una combinación de colores de nuestro semi desierto.

Además, había un par de maravillas: diminutos huevos en el centro del nido. Tomé una fotografía mental para guardarla, celosa del momento solo para mi. No invadí su espacio, los tortolitos estaban en vuelo, buscando seguro sus provisiones.

Agradezco compartir mi espacio con estos seres alados, porque me demostraron la importancia de la disciplina y la constancia, seguir sus instintos, vivir feliz y plenos con lo que poseen. ¿Cómo no sorprenderme ante estos regalazos que me ofrece la vida?

biznagaas@hotmail.com