PAPELERÍA EN TRÁMITE

La pinche realidad nos alcanzó, vemos la muerte cercana, muchos dicen que no existe, que es mentira, que es algo contra la 4T, que no usen cubrebocas; pero la posibilidad de contagiarnos del virus, cada hora es más inminente. Un enemigo silencioso que ha mandado al traste las reservaciones de todos para estos meses de primavera y verano. Nos ha mandado al resguardo en la casa, dejamos las calles, los bares, las cantinas, los cines, los restaurantes para volvernos a mirar de frente y enfrentarnos a esa realidad que le sacamos la vuelta por el miedo de vernos frente al espejo de la familia donde no podemos mentir. Ahí somos reales, como diría el maestro Javier Solís (el cantante claro, no el otro charlatán) ante el mundo estoy riendo, pero por dentro tenemos el alma rota. Esta pinche realidad de ver a la esposa todos los días sin tener un escape con los amigos, la amante, la novia, el chichifo o la quimera. Igual para las mujeres, tener que soportar al viejo, sin poder ir al café, al barecito con las amigas, la balanza es justa y nos ha pesado iguales.

Cuántos demonios hemos vencido o guardado debajo de la cama por el miedo a verlos. Hasta la cerveza se acaba y la burla de las palabras convirtiéndose en realidad. A todos esta pinche realidad nos jode y empina (como dicen los regios). Todos sabemos que la vuelta a la realidad si así le podemos llamar no será nada fácil, la misma rutina de hace dos meses ya no será igual ni semejante. Se irán muriendo las costumbres que tuvimos, y viene a mi memoria otra estrofa de una canción del maestro José Alfredo Jiménez Las distancias apartan las ciudades. Las ciudades destruyen las costumbres. Pero todos queremos volver a la normalidad, ¿pero a qué normalidad sería?¿A cuál de todas las que vivimos antes de esto? ¿A la normalidad de la familia? ¿O la del trabajo? No todos hemos vivido este confinamiento con una realidad mejorada, muchos han tenido que salir de esa realidad virtual a buscar el pan, el dinero que pague la caguama, leche, renta y frijoles. La lenta inercia de la vida nos hará más mezquinos en cómo vivirla. Ahora no podemos estar en esta pinche realidad si una mascarilla, sin gel antibacterial, sin guantes, ni sanitizantes. Nunca pensamos que el futuro fuera así. Lo intentamos vivir de la mejor manera posible, a pesar que nos quitaron los deportes (el mayor distractor de cada hombre), nos entrenemos con lecturas, streamings, películas y música, pero al final del arte, esta pinche realidad nos espera con su tufo de muerte, sonriendo como lo hace Megan la niña de la película El Exorcista, recordándonos la cotidiana posibilidad de que en cualquier momento nos pude mata.