PAPELERIA EN TRÁMITE

Este momento que vivimos es histórico y cruel. Si lo vemos desde el punto de vista bíblico sería el principio de un Apocalipsis. Pero no es momento de hablar de unidad, de ayuda al prójimo y renovar la esperanza. De ayudar al que menos tiene, ayudar al que no puede comprar un gel antibacterial, o no puede surtir la despensa de un mes en un día, tal como lo hemos hecho todos, es momento de ver por el prójimo de ayudarlo y darle un poco de lo que tenemos. Volteemos  a ver a los adultos mayores, ellos son los más vulnerables, dejémoslos en casa, a mí me duele no ver a mis padres, por mi situación de trabajo. No he podido ir a comer con ellos, como lo hacía antes. A ellos les duele no ver a su nieto, pero todo sea por la salud de ellos. Es difícil ver a los viejos tras un teléfono inteligente, es difícil ver a los amigos a la distancia, esta cuarentena nos ha enseñado lo frágil que somos como sociedad y familia. Ténganlo por seguro, que vamos a salir diferentes de este encierro, espero para bien y entender lo mal que le hemos hecho a la madre Naturaleza.

Hay un punto que debemos tocar y estemos conscientes de lo que viene. El doctor Hugo López Gatell, tocó un punto importante el sábado por la noche, la suspensión de Garantías y Derechos, que es una figura constitucional que se aplica en El artículo 29 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la cual establece: “en los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro, podrá suspender en todo el país o en lugar determinado las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación; pero deberá hacerlo por tiempo limitado, por medio de prevenciones generales y sin que la suspensión se contraiga a determinado individuo”. Debemos comenzar a pensar en ese escenario para detener esta propagación del virus del milenio que tiene a todo el mundo en sus redes.

Con este mensaje del Papa Francisco, le pido a la gente permanecer en casa, cuidarse. «Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. “Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”. Por eso le pido amigo lector, cuídese mucho y quédese en casa, esto ya no es un mero comienzo, estamos inmersos en la boca de un huracán que arrastra con todos.