EL MESÓN DE SAN ANTONIO

Para un grito iracundo, flores moradas.

Feliz Día Internacional de la Mujer

Debemos estar atentos a la celebración del Día Internacional de la Mujer.  Estos últimos días el ambiente a nivel mundial en entorno a esta celebración tiene muchos claroscuros, los ánimos están caldeados como en ningún otro momento de la Historia.  Y no es para menos. Las alarmantes cifras son tan impresionantes que ni siquiera alcanzamos a dimensionar la tragedia. Tan sólo en México durante el 2019 se registraron 10 asesinatos de mujeres cada día –de los cuales menos del 10% fueron juzgados como feminicidios, agravante que añade años de condena-. Diez mujeres al día durante 365 días fueron asesinadas en nuestro país. Son muchas muertes, mucha impunidad, mucha rabia acumulada, como quien se dedica a apagar estrellas en el cielo.

¿Quién dijo que la muerte deteriora al ser humano?

Estamos pasmados ante tanta agresión a la mujer y hoy somos incapaces de responder a estas agresiones, mucho menos prevenirlas.

¿No será acaso un genocidio encubierto bajo la figura del feminicidio?

La memoria se vuelve más densa, de colores grises y negros, de sabores de hiel agrios, como sentir cobre en la boca, de aromas pestilentes que nos afectan los sentidos, como una enfermedad que es contagiosa y purulenta.

¿Acaso lo que hacemos es inexorable?

Somos unos peregrinos del dolor, con llanto seco y rostros desfigurados, con  las manos crispadas en esa soledad que hace sentir ardor, ver salir sangre caliente que se diluye en todos los arrepentimientos que fluyen hasta el ventrículo  izquierdo.

Esta es una de las razones que digo: que lo que ha muerto es más envidiable que lo que aún tiene que morir, ver salir la sangre, sentir gotear los arrepentimientos.

Me he preguntado últimamente qué son los arrepentimientos, qué tanto valen, cómo los vemos en esta sociedad.

Fue necesario que las mujeres organizadas en colectivos de distintos matices se manifestaran hasta con violencia. Señal de que algo anda mal, algo no cuadra y genera desigualdades y reclamos justos. ¿Los vemos acaso?

Hoy nos alarmamos con esas manifestaciones, pensamos que sólo es gente de opinión contraria y por ello las repudiamos, las clasificamos de violentas y las catalogamos nefastas, mayor hipocresía no se podría esgrimir tanto a nivel gubernamental como de los civiles si este fuera el caso. En medio de todo esto tan inhóspito, la mujer levantó su cara con una extraña sonrisa, esa cara cuando de la nada, al verse todas juntas, sonrió.

¡Qué imagen tan congestionada, tan sin juicio! Como si la propia percepción estuviera volviéndola  loca, sólo sonreía porque ya era incapaz de coleccionar alegrías, todo su recuerdo era venenoso y estalló. ¡Ni una más!

Ellas  siguen, a la sazón, un camino por primera vez, cuando hay que exiliarse, pues somos unas aves despavoridas en la jaula, gritamos y gritamos, entonces nos tapan para destruir nuestra vida, la primera que tenemos día y noche. Como punto de referencia, esto produce un mutismo tan enérgico que juzgaba atronado, mi silencio tiene ortigas que molestan el caminar y la vida misma. Por ello, este año la Organización de las Naciones Unidas propone que  en el Día Internacional de la Mujer “pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio; la innovación por parte de las mujeres y las niñas es el centro de los esfuerzos para lograr la igualdad de género”.

Esta visón, pondría un nuevo ingrediente a las políticas nacionales en México donde por años han desarrollado  esfuerzos  que sólo solventan algunos problemas de sobrevivencia,  por ello son urgentes.

 

¿Tanto pido?

Sólo quiero ser paisaje de ambiciones
para mí, hombro, oído, mano, risa.
Ser la pieza que me falte.
Serme toda…
sin morir en el intento.      

Ana Rossetti

 

El descubrimiento de eso nuevo debe ser un secreto para vivir más, para vivir mejor.

¿Cómo ve usted, estimado lector? Eso pretendemos para el Día de la Mujer y todos los días del año. El ciclo de la vida debe  imperar, la alegría debe ser mirar al otro, un festín de coincidencias y sonrisas y larga vida.

 

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo