A LA BÁSCULA

 En qué nos estamos convirtiendo 

Algunos sucesos registrados recientemente, han atrapado la atención de una gran parte de nuestra sociedad, pero no es sólo atrapar la atención, sino que verdaderamente han sido como resortes que han provocado un montón de sentimientos mezclados, entre coraje, estupefacción, irritación, impotencia, dolor, angustia, y se podría decir que hasta odio y sed de venganza.

Y para que luego no vayan a empezar, esto no tiene nada que ver con partidos políticos, colores, siglas, esto está lo más alejado posible de las cuestiones políticas. Es en lo que como sociedad nos hemos venido convirtiendo con el paso de los años, una sociedad individualista, egoísta, y por momentos insensible y hasta valemadrista con el dolor de los demás, que en muchas de las ocasiones preferimos voltearnos para otro lado y hacer como que no vemos lo que está sucediendo a nuestro alrededor, no vaya a ser que nos pidan ayuda.

Ignoramos los problemas y el dolor de los demás, hasta que nos toca a nosotros entonces sí volteamos a nuestro alrededor en busca de ayuda, pero solo encontramos gente que se cambia de acera y miradas que cambian de foco súbitamente, y se dirigen a otro lado, no vaya a ser que les pidamos ayuda. ‘No es mi problema’, solemos decir, ‘no me gusta meterme en los problemas de los demás’, solemos escuchar, pero cómo quisiéramos que, si los del problema somos nosotros, todos los demás sí se metieran en nuestros problemas.

Durante mucho tiempo solíamos ver una serie de fenómenos que nos parecían lejanos, que nos suponíamos que aquí a nosotros nunca nos sucederían…hasta que sucedieron. Tal parece que de los años de la gran violencia en La Laguna no logramos aprender bien la lección.

Tras la declaratoria de la estúpida guerra contra el narco y la creciente espiral de violencia que no ha parado hasta nuestros días, lo veíamos como un fenómeno muy lejano a nosotros, hasta que el diablo y la violencia se nos metió hasta los huesos por entre la piel; y así fue sucediendo con las diferentes variables de esa oleada de violencia: ejecutados, decapitados, desmembrados, colgados de puentes, hasta que esos espectáculos dantescos se nos empezaron a aparecer en nuestras calles y avenidas.

Las balaceras en escuelas nos parecían tan lejanas a nuestra comunidad, hasta que este año lo iniciamos de manera trágica estrenándonos como un estado, una región, una ciudad donde ocurrió lo que nunca pensamos que nos sucedería…y sucedió.

Recientemente a lo largo y ancho de la geografía nacional, se han venido presentado terribles casos de la desaparición de niños, niñas, mujeres, que en la mayoría de los casos unos días después aparecen sus cuerpos con visibles huellas de tortura y de violencia sexual. Pero quizá los más recientes por la forma tan terrible en que se consumaron, fueron los detonantes para una reacción impresionante a nivel nacional: el caso de Ingrid, de Fátima y aquí en Coahuila Karol Nahomi. No es necesario entrar en los detalles para que de inmediato brote la indignación, el coraje, la impotencia.

Cómo es posible que hoy, quien se supone que es el único animal racional del planeta, puede actuar de una manera tan bestial como ni siquiera los animales lo hacen. Cómo es que se puede actuar con tanta saña y con inusitada violencia en contra de otro ser humano, y sobre todo indefenso, vulnerable, y por supuesto más débil que su atacante o violentador.

En qué nos estamos convirtiendo como sociedad en los tiempos en los que se supone que la tecnología nos viene a convertir en sociedades de avanzada, con mayor conocimiento, con un acceso amplísimo a información que permite que la ciencia y la medicina alcancen hoy niveles que hasta hace poco nos parecería de películas de ciencia ficción.

Resulta doloroso e impotente ver cómo la humanidad toda, hemos entrado en una espiral degradante en el que los valores, los principios la cuestión de los sentimientos es cuestión de modas y hoy para muchos están obsoletos, cuando tendríamos que entender, todos, que es la base sobre la que se pueden construir sociedades sólidas.

Y desgraciadamente hoy las principales víctimas de la violencia en las calles, en los parques y aún dentro de muchísimos hogares, son nuestras mujeres y nuestras niñas (os). Es terrible ver cómo en un país como el nuestro ser mujer, o niña –y peor si se tiene ambas condiciones al mismo tiempo-, es motivo para que se encuentren en un enorme riesgo.

¿Hacia dónde vamos? ¿En qué nos hemos convertido? ¿Este es el mundo que soñamos, el que nos heredaron nuestros abuelos y padres, y que prometimos mejorar para heredarlo en mejores condiciones a nuestros hijos y a nuestros nietos?

 

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@JulianParraIba