LECCIONES DE VIDA, POLÍTICA Y LEALTADES

Se acercaba el momento en que el PRI habría de definir al que sería su candidato en las elecciones para gobernador de Coahuila en 1975.

Un fuerte prospecto era Luis Horacio Salinas Aguilera, su desempeño como alcalde lo apuntalaba; uno de sus programas –el de vivienda popular– había merecido incluso elogios del Presidente de la República. Contaba además con una muy completa carrera, y su paso por la Comisión Agraria Mixta, una diputación federal por un distrito de La Laguna, y la coordinación de la campaña a gobernador del Ingeniero Eulalio Gutiérrez Treviño le habían dado un conocimiento preciso de todos los grupos y actores políticos de la entidad.

Una mañana el alcalde Salinas Aguilera recibió una llamada en sus oficinas en Saltillo. El Secretario de Gobernación Mario Moya Palencia le invitaba a comer al día siguiente en la Ciudad de México.

En esos tiempos, y en el momento político que Coahuila vivía, una convocatoria a reunirse con el Secretario de Gobernación, lo sabía bien el avezado político, era definitoria. Y lo fue.

Moya Palencia efectivamente tenía para Salinas Aguilera un mensaje del Presidente, la «petición» de apoyar al senador, y dirigente nacional de la CNOP, Oscar Flores Tapia en su campaña a gobernador de Coahuila.

Institucional, Luis Horacio Salinas acató la encomienda, pero no únicamente con disciplina retiró su aspiración, sino que junto con otros hombres, como Don Roberto Orozco Melo, promovió la candidatura de Flores Tapia, y ayudó a diseñar el proyecto de gobierno.

Ya electo Don Oscar como gobernador, había llegado el momento de pagar el favor. En septiembre de 1975, un par de meses antes de asumir el gobierno de Coahuila, Flores Tapia fue a la Ciudad de México a una cita en Los Pinos, en el viaje le acompañó Salinas Aguilera, pues lo propondría como candidato al Senado de la República.

Tuvo Flores Tapia su acuerdo con el Presidente, y desahogó más compromisos de su agenda. Fue hasta en el vuelo de regreso que dijo a Salinas Aguilera: «Perdimos ingeniero, pero usted no se preocupe».

A los pocos días José López Portillo sería destapado como candidato del PRI a la Presidencia de la República. Flores Tapia y su grupo habían apostado por Moya Palencia.

Los candidatos al senado por Coahuila serían Eliseo Mendoza Berrueto y Gustavo Guerra Castaños.

Pero el «usted no se preocupe» de Flores Tapia a Luis Horacio era sincero. Tan pronto llegaron a Coahuila, el gobernador electo le comunicó a quien ya había sido designado como Director de Productividad Rural, un ingeniero venido de otra entidad y al que le recomendaron del centro del país, que se regresara a su tierra pues ya no tenía trabajo, el titular sería Salinas Aguilera.

Y ahí se selló una relación que trascendió en el tiempo, evolucionó de una alianza circunstancial y política a la más firme y leal de las amistades. Al paso del tiempo Flores Tapia fue víctima de una persecución política y desde las más altas esferas del poder le enderezaron un linchamiento mediático, con el desenlace por todos conocido.

En ese trance político fue Salinas Aguilera quien hizo cabeza en el grupo que salió a la defensa de Flores Tapia, y se mantuvo a su lado en las casi dos décadas que pasaron desde el día en que renunció al Gobierno del Estado y la fecha de su muerte. No lo dejó solo en el infortunio.

Si algo ha contribuido al desprestigio de la política, son las traiciones que se han repetido a lo largo del tiempo y por toda la historia de la humanidad. En algún momento Porfirio Díaz acuñó la frase “En política todos los amigos son falsos, todos los enemigos son verdaderos”.

La relación de Flores Tapia y Salinas Aguilera destaca como una notable excepción a esa que es tomada como verdad universal. Ahí se transitó de la institucionalidad, a la amistad permanente.

Esa característica de Luis Horacio, sumada a su sensibilidad, a su capacidad para entender de momentos y circunstancias, le convirtieron en un personaje de excepción en nuestro entorno político, y por eso personajes de todas las filiaciones buscaban su guía y consejo, y le reconocían sus alcances, como quedó confirmado en sus funerales esta semana.

La vida, y más la política, nos dicen que es como una rueda de la fortuna, a veces estás arriba, a veces abajo, eso es inevitable, pero la diferencia la marcan la actitud y la madurez con la que se afronta cada momento. Cuando antes que en la meta se pone más cuidado en cómo construyes el camino, al final del día se alcanza el éxito y las satisfacciones son mayores.

Físicamente Luis Horacio Salinas Aguilera ya no está, pero deja un legado a honrar, y un modelo de vida a imitar.

 

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EN 1975, EL Ingeniero Luís Horacio Salinas era uno de los prospectos más importantes del PRI para relevar en la gubernatura a Don Eulalio Gutiérrez Treviño