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¿Quiénes son los conservadores?

En tiempos de populismo político, los “malos” han resultado ser los “conservadores”. El presidente de la República, en la dicotomía verbal que lo caracteriza, repite constantemente que los “conservadores” son los responsables de todos los males de México. Y como gusta ponerles esa etiqueta a todos sus rivales políticos, pero nunca ha explicado qué es el conservadurismo y por lo tanto quiénes son los conservadores, vale la pena que tratemos el tema.

El conservadurismo político moderno nació a raíz de la Ilustración hace alrededor de doscientos años. Este no representa una ideología, como el comunismo o el liberalismo, sino una actitud, una idiosincrasia ante la vida y la política. Dentro de las corrientes conservadoras existen diferentes gradaciones; por ejemplo, los conservadores anglosajones creen en un Estado chico y poco interventor, mientras que sus pares europeos creen en un Estado mayor y más interventor. No obstante, todos parten de puntos en común, algunos de los cuales son los siguientes.

Para los conservadores las asociaciones intermedias son fundamentales. Por una parte les inquieta la atomización social que puede traer el individualismo, y por otra les amedrenta el poder omnipotente que puede acumular el Estado. Las asociaciones intermedias -como Iglesia, corporaciones empresariales, sindicatos y asociaciones de vecinos- equilibran ambos extremos e igualmente se balancean unas a otras, evitando que una parte de la sociedad controle al resto. Como dijo el famoso parlamentario británico Edmund Burke: “Apegarse a la subdivisión, amar al pequeño pelotón al que pertenecemos en la sociedad, es el primer principio (el germen) de los afectos públicos”.

Los conservadores también creen en la importancia de lo local. De la mano de confiar en las asociaciones intermedias y desconfiar en un Estado ubicuo se encuentra la creencia en “la patria chica”, un anídoto ante los excesos de centralización. La democracia comienza con la participación en los asuntos públicos locales, y peligra cuando se delegan estos a una autoridad política distante. Por ello la Revolución Americana fue paradójicamente una revolución conservadora: su fin era conservar el sistema político heredado de la Edad Media, con su énfasis en lo local, ante la creciente centralización del Estado Británico.

La idioscinracia conservadora pone énfasis asimismo en las usanzas, las tradiciones y costumbres propias de cada comunidad. Estas cumplen la función de hilar a una colectividad con sus ancestros, rememoran el pasado y fortalecen la identidad, son la base de la moralidad y representan uno de los pilares centrales de la ley. Borrar la costumbre para aplicar principios abstractos es receta para el desastre, como auguraron los conservadores durante la Revolución Francesa y posteriormente con el comunismo.  Y por ello el gran filósofo británico David Hume asentó: “La costumbre es la gran guía de la vida humana”.

Finalmente los conservadores creen en la reforma, no en la revolución. Los cambios deben ser lentos, graduales y a través de cauces institucionales; desconfían de la masa y la calle, porque desconfían de su volubilidad y la tiranía de la mayoría. No están en contra de los cambios políticos, pero sí lo están de destruir todo un régimen político ya que siempre sobreviene el desorden y la anarquía. En este sentido Edmund Burke famosamente dijo: “una disposición para preservar, y una habilidad para mejorar, en conjunto, sería mi estándar de estadista”.

Y podríamos continuar: los conservadores toman sus consejos de la naturaleza humana y la historia más que de principios abstractos universales, tienden a ser prudentes y cautos porque están conscientes de las tragedias humanas sucedidas en la historia, y creen que la propiedad privada es inseparable de la libertad, entre otros.

AMLO continuamente dice que “la doctrina de los conservadores es la hipocresía”, pero no entra en detalle porque parece que no conoce el conservadurismo, de la misma manera que menciona repetidamente a los héroes nacionales sin entrar en mayores especificaciones. Tal vez es tiempo de ser un conservador, sobre todo para aquellos que deseamos conservar la democracia-liberal, que claramente peligra en estos tiempos.

 

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Autor

Fernando Nùñez de la Garza Evia
Fernando Nùñez de la Garza Evia
Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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