EL VALOR REAL DEL PACTO COAHUILA

A la distancia de un año no es difícil que se pierdan de vista las circunstancias que se vivían en el país cuando en 2019 se llegó a la firma del Pacto Coahuila.

Estábamos aún en el proceso de transición con la llegada de una nueva administración federal dispuesta a cambiar radicalmente la forma de hacer las cosas en el gobierno; adicional a ello el país vivía en la incertidumbre pues no se terminaban de sentar las bases del acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá.

Muy cerca de aquí, en Matamoros, Tamaulipas, el sector productivo, principalmente la industria maquiladora, estaba en paro y el clima laboral convulsionado por la incursión de agitadores que llevaron a los sindicatos a exigir un desproporcionado incremento salarial.

En el Congreso de la Unión aceleradamente se avanzaba hacia una reforma laboral exprés que el grupo en el poder quería tener lista para el primero de mayo.

Esto es un somero vistazo a lo que se vivía, pero en realidad había una suma de factores que terminaban por crear una intranquilidad generalizada.

Sin embargo en la primera semana de marzo, en Coahuila los actores relevantes de la vida económica, política y social de la entidad se sentaron a la mesa y suscribieron un acuerdo de tal alcance que su primer efecto fue que se pusiera como ejemplo a nivel nacional.

Quizá es complejo percibir los efectos de ese pacto, pero se puede afirmar que no fue un acuerdo de saliva, sino que contribuyó a generar las condiciones para que la economía estatal creciera muy por encima del promedio nacional.

Hoy en el país hay condiciones no menos complejas a las del año anterior. A la escalada de violencia, el estancamiento económico y el clima de confrontación social que a veces se alimenta desde el propio gobierno, debemos sumar las nuevas obligaciones que en materia laboral se han de atender a la luz del tratado comercial con los vecinos del norte, y la presión de otros fenómenos externos como el flujo migratorio.

En particular en Coahuila las diferentes ramas productivas viven un momento complejo, la industria automotriz y sus proveedores sufren las consecuencias de un mercado deprimido; la siderúrgica está abrumada por las cuestiones políticas, y también las de mercado; la minería, específicamente la del carbón, suma semanas sin actividad pues no hay pedidos de su único cliente, la Comisión Federal de Electricidad.

En este contexto se da la firma de una nueva edición del Pacto Coahuila, que además de buscar como prioridad la estabilidad laboral, suma ahora como prioridades los conceptos de inclusión y justicia, pues se debe transitar gradualmente hacia un nuevo modelo judicial en este ámbito.

Y ahí a la mesa del Pacto estuvieron sentados actores políticos de todas las corrientes y filiaciones partidistas; representantes sindicales y empresarios de todos los ramos, tanto inversionistas nacionales como los directivos de las firmas trasnacionales; también acudió el sector educativo, con presencia de Universidades públicas y privadas.

No hay un solo sector excluido, ni ninguno que haya decidido no participar.

Esa es la única fórmula con la que se puede hacer frente exitosamente a un momento tan complejo como el actual. Encontrando puntos de coincidencia, sumando voluntades, y privilegiando los intereses comunes por sobre las diferencias que naturalmente pueden existir.

Nuevamente Coahuila pone el ejemplo a México, como lo ha hecho históricamente.

En la firma del Pacto el dirigente nacional de la CTM reprochó a la Secretaria del Trabajo Federal que no acuda a este tipo de eventos, «donde podría darse cuenta cómo se maneja el sector laboral».

Sí el énfasis en este acuerdo es la estabilidad laboral, pero realmente, por los sectores ahí representados genera un clima de entendimiento de mucho mayor alcance que impulsa en Coahuila las condiciones para la productividad, la convivencia política y social.

Quisiéramos ver un esfuerzo similar a nivel nacional. Poner un alto a esa descomposición que está propiciando el propio Presidente con su estilo aplastante de ejercer el poder.

El cálculo al sembrar enconos y agudizar diferencias pareciera ser evitar que en unidad los mexicanos le pongan un alto a tanto desatino en que incurre el gobierno, y tal vez sí logren conservar así su espacio de poder, pero le generan al país condiciones de mayor vulnerabilidad ante amenazas internas y externas.

Ojalá esos liderazgos nacionales que fueron testigos de la suscripción del Pacto, y los representantes de organismos internacionales que aquí también estuvieron, hagan escuchar su voz y sugieran la pertinencia de replicar el ejercicio de Coahuila a nivel nacional.

 

edelapena@infonor.com.mx