CÁPSULAS SARAPERAS

La calle del Reloj

En esta ocasión te platico que hace unos días, mi amigo Pepe Martínez me prestó el libro “En el Saltillo antiguo”, texto que detalla historias, anécdotas y leyendas de una manera formidable; además me enteré que el autor, don J. de Jesús Dávila Aguirre, quien fuera maestro del Ateneo era el abuelo de mi amigo Ricardo Dávila. Pero volviendo  al libro, esta Cápsula Sarapera tratará sobre la calle del reloj.

El personaje de esta historia era un militar que había alcanzado el grado de General y su nombre era Mathías de Aguirre, el cual, después de la boda de un allegado, decidió dirigirse a su casa, ubicada por la iglesia de San Francisco, pero en el recorrido al pasar por la Capilla de las Ánimas, hoy conocida como la Capilla del Santo Cristo, aprovechó para poner a tiempo su reloj de bolsillo, objeto preciado que su padre le habría traido desde europa.

El General, al llegar a un rincón ubicado en la parte posterior de la Catedral, para señas actuales, por calle de Bravo donde inicia Castelar, sintió las ganas de fumar, por lo que de su abrigo, sacó los necesario para preparar su cigarro, momento en que se dio cuenta que no portaba fósforos para encenderlo. Con la luz de la luna, pues ya pasaba de la media noche y las velas de cebo habían sido apagadas por los serenos, vio a un caballero de buen vestir a poca distancia encender un cigarrillo, por lo que Mathías, sin temor alguno se acercó para pedirle lumbre, encendiendo su cigarrillo después de un cortés saludo.

Al dar la vuelta por el callejón para tomar la calle Real, misma que hoy conocemos como la calle de Hidalgo, y así poder ver la hora exacta en el reloj de la capilla del Santo Cristo, buscó sin éxito alguno su preciado y precioso reloj de oro, instante en el cual su mente voló hacia el hombre de buen vestir que le había facilitado el fósforo, con la seguridad de que este le había robado su marcador del tiempo, por lo que decidió buscarlo. A unos cuantos minutos, a poca distancia, Mathías divisó al supuesto ladrón, por lo que aguardó escondido en un pilar, esperando de manera sigilosa el paso de éste y fue en ese momento cuando el Saltillense coloco su navaja en el cuello del delincuente, sentenciando: “el reloj”, sin dudar, el hombre le entregó el objeto preciado a Mathías, quien de manera inmediata lo guardó en el bolsillo interior de su abrigo.

Al llegar a su casa que por cierto compartía con su hijo, se dirigió a la habitación, y al voltear hacía el buró, sus ojos no daban crédito a lo que veía, pues su reloj se econtraba sobre el mueble. Al darse cuenta del error, Mathías, como todo Saltillense, con la honestidad que nos distingue, fue en busca del afectado, ya que por la confusión el hombre del buen vestir, había sido asaltado, perdiendo así su reloj.

Durante gran parte de la madrugada con ayuda de su hijo, buscó a quien le había facilitado el fósforo, tanto en la Villa de Santiago del Saltillo como en el Pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, sin encontrarlo ni obtener pista alguna sobre el afectado. Ya por la mañana envió a toda su gente, para que buscaran, al hombre del buen vestir, le entregaran su reloj y le ofrecieran las disculpas por tan terrible error. Pero pasaron los días, las semanas y los meses, y de aquel hombre del buen vestir no se supo más.

La noticia se corrió por todo el pueblo y la villa, los residentes de ambas poblaciones aseguraron que aquí en lo que hoy es nuestra hermosa ciudad de Saltillo, el mismísimo Satanás trato de darle un susto a Mathías de Aguirre, siendo Lucifer quien hasta el reloj perdió, y de ahí en adelante a esa cuadra de lo que hoy es la calle de Bravo se le conoció como la calle del Reloj.