MESÓN DE SAN ANTONIO

Propósitos propositivos

¡Feliz año nuevo estimado lector! A usted que tiene la bondad de leer estas líneas, le deseo de todo corazón muchas cosas de buena fortuna para este año, y que esta nueva década de los 20’s nada tenga que ver con la del siglo pasado, que fue tan convulsa a nivel mundial y nacional con la gran depresión y los estragos de la revolución.

Como ya es tradición, con las campanadas de la medianoche nos apresuramos a comer 12 uvas. El propósito con la intención de ser mejores personas, adquirir hábitos saludables, dejar vicios y otras positivas promesas que, lamentablemente, olvidamos pronto: tengo un amigo que  cada año se compromete a dejar de fumar, otro que si ahorrara desde la primera vez que se lo propuso, ya tendría acumulada una fortuna, y una amiga que empezó queriendo bajar los 5 kilos que le sobraban y la cuenta ya va en 20.

Los propósitos de año nuevo son buenos porque reflejan nuestro deseo de crecer, de convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos y, sobre todo porque demuestran las buenas intenciones y la esperanza de poder cambiar. Sin embargo, dentro de este contexto de optimismo, quizá sería bueno que intentáramos ampliar los horizontes de nuestras resoluciones, es decir, no sólo pensar en el bien personal sino en una contribución familiar y social.

Pienso, por ejemplo, en salir a caminar. El propósito es ejercitarnos por salud y para adelgazar, pero si a esa caminata le agregamos unos guantes y una bolsa, podríamos ir juntando la basura que se acumula en la calle y que tapa los drenajes de la ciudad. Quizá nos gustaría tener mucho dinero para poder ayudar a los pobres, pero podemos empezar con proponernos ser mejores vecinos: preguntarle a doña Cuquita si necesita un mandado de la tienda, o barrer la banqueta de enfrente, o cortar las ramas del árbol de don Enrique porque él ya no puede hacerlo. Si nuestro propósito es leer más este año, podemos hacerlo en voz alta para los niños de la biblioteca, o en algún hospital, o sólo para nuestros hijos, sobrinos o nietos.

Ya sé que quizá estoy pecando de optimista estimado lector, pero es que esta primera semana del 2020 ha estado tan caótica que me da miedo pensar que todo el año siga igual: la relación de Estados Unidos e Irán está a un tris de desatar la tercera guerra mundial, entre ataques con misiles, aviones que se caen, embajadas en llamas… y para llamas las de Australia, cuyo incendio se ha cobrado la vida de casi 500 millones de animales de varias especies, sí, leyó bien: 500 millones de animales muertos. Terremotos en Puerto Rico, inundaciones en Indonesia, caída de la bolsa, cambio climático irreversible, erupción del volcán en Nueva Zelanda… y apenas estamos a 9 de enero.

Sé que el panorama no pinta muy bien, pero lejos de desanimarnos lo ideal sería sacar fuerzas de flaqueza: esforzarnos por nuestra casa, nuestra familia, nuestra comunidad. Trabajar para el bienestar común, ser solidarios, empáticos, amables; saber escuchar, aprender a compartir, regalar buenos momentos.

Que nuestro mayor propósito este año sea ser generadores de buenos cambios.

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo