ALGO QUE VALE LA PENA LEER

¿Bueno? 

¿Por qué decimos “bueno”, cuando contestamos el teléfono? Seguramente para las nuevas generaciones el uso de este medio de comunicación resulta de lo más normal y cotidiano, pero su invención representó una revolución en las relaciones humanas en todos los aspectos.

El italiano Antonio Meucci, allá por 1860, es realmente el creador de este innovador artefacto que nació de la necesidad de comunicar su oficina en la planta baja de su casa, con un dormitorio ubicado en un segundo piso donde su esposa se encontraba inmovilizada debido a fuertes crisis de reumatismo. El invento funcionó y el modesto italiano lo patentó, pero la fuerza empresarial de Alexander Graham Bell, terminó por hacer válida su propia patente en 1876, a pesar de las constantes demandas legales de Meucci quien murió en la pobreza y no sería reconocido hasta 2002, cuando la Casa de Representantes de Estados Unidos emitió una resolución en donde se le reconoce legalmente como el inventor oficial del teléfono.

En fin, el caso es que el teléfono (del griego tele “distancia, lejos” y phonos “sonido”), en sus primeros años de funcionamiento precisaba de todo un complejo sistema de conexión, en el que un ejército de operadoras realizaba de manera manual todas las intercomunicaciones entre los “abonados” o usuarios, como actualmente se conocen. De esta forma, si alguien quería llamar a otra persona no podía hacerlo directamente, sino que pulsaba un botón, una operadora contestaba tomando el dato de a quién se deseaba llamar y conectaba con el destinatario final. Cuando la comunicación entre ambos interlocutores se establecía, la operadora preguntaba: ¿Bueno? refiriéndose a si había logrado realizarse el enlace con éxito, entonces los usuarios respondían, ¡Bueno!, corroborando la comunicación abierta.

Esta confirmación inicial permaneció a fuerza de costumbre, y es por eso que en muchos países se estila iniciar una conversación telefónica de esta manera.

Aunque como dice, y dice bien el maestro Joaquín Sabina, hoy en día no existe una vida más lujosa, que la de vivir sin teléfono y sin coche.

Somos lo que hemos leído y esta es palabra de lector.

 

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