LOS LOCOS ADDAMS  

Cada vez que aparece una nueva versión de un clásico, como en este caso, uno tiene todo el derecho a preguntarse si era necesaria. En esta oportunidad, las opiniones pueden estar divididas: si bien se trata de una nueva versión de Los Locos Addams, que saca buen partido de su impacto mediático previo y privilegia el discurso en pro de la tolerancia a la diversidad, por otro lado y en estricto análisis fílmico, la película tiene un guion flojo que no logra encauzarse, sacando más provecho de la nostalgia que de entregar elementos nuevos para las actuales generaciones.

El chiste gráfico original, donde nacieron Los Locos Addams, apareció en The New Yorker hace 81 años. En 1964 surgió como serie televisiva, tuvo 64 capítulos de media hora, en dos temporadas y recién ahora, tienen su primer largometraje de animación.

Este dato no es menor porque demuestra la cantidad de años que esta serie tiene, con su consiguiente impacto en distintas generaciones, algunas de las cuales hicieron de su humor, de su quiebre de lo establecido una manera de ver el mundo.

El meollo de este largometraje es la persecución que sufren los Addams, solo por ser distintos. Y no solamente son perseguidos los ocho miembros de la familia conocida por todos: otros parientes lejanos del mismo apellido sufren el rechazo de turbas de ciudadanos “normales” que premunidos de toda clase de armas, tratan de capturarlos.

El gran tema entonces es la huida, lo que significa que Homero, Morticia y el resto de la familia lleguen por accidente a una mansión abandonada, un sitio siniestro que alguna vez fue neuropsiquiátrico en Nueva Jersey (un guiño al lugar donde se crió Charles Addams, el creador de los Addams).

Esto sucede en la primera parte, la mejor, donde se presentan a los personajes y se rescata el espíritu de comedia negra que fue característica de esta serie sesentera. Es en este fragmento que surge ese terror lleno de ternura y amabilidad, junto con la alegría lúgubre que convirtieron a Los locos Addams en un ícono cultural.

Por desgracia, eso no sucede en la segunda parte de la película, donde el guion hace agua de frente y no resulta ni entretenida ni cómica la relación de la familia con el resto de la comunidad.

Por cierto, este ejercicio está lejos de las películas que Barry Sonnenfeld dirigió en los ’90, porque se diluye el humor y surgen dos líneas argumentales: la preparación de Pericles para una ceremonia de iniciación  al estilo Addams y, por otro, los planes de una conductora de un reality de decoración que solo desea expulsarlos del pueblo por su condición de freaks.

Aquí es donde se pierde el estilo Addams, se escabulle el excéntrico mundo gótico donde se desenvuelven como peces en el agua los integrantes del clan y se echa de menos ese humor corrosivo que la serie televisiva tenía, porque en una mala elección los directores Greg Tiernan (La fiesta de las salchichas) y Conrad Vernon (La fiesta de las salchichas), optan por hacer que todo el filme derive hacia una acción que no corresponde con el estilo, el look ni menos la esencia gótica de los Addams.

Y claro, surgen mensajes edificantes y típicos para los niños: debemos aceptar lo diferente, nunca debemos juzgarnos por las apariencias, no debemos guiarnos por las apariencias y suma y sigue hasta un final que resulta un efectivo homenaje a la secuencia de apertura de la serie, con la inolvidable música de Vic Mizzy por cierto. Pero ello no es suficiente porque nos queda la sensación de que los queridos personajes no fueron retratados en su esencia, que algo falló. Huele incluso a traición del recuerdo nostálgico que cada uno conserva de estos inolvidables seres de animación.

Recordemos que la serie del caricaturista Charles Addams creada en 1934 para el periódico The New Yorker, se trasladó al mundo de la televisión desde 1964 hasta 1966, con producción de la ABC entre 1964 y 1966, con actores de carne y hueso, encabezados por John Astin y Carolyn Jones.

Recién en la década del 90 el cine los acoge. El realizador Barry Sonnenfeld, hizo dos filmes –uno en 1991 y otro 1993-, protagonizados por Raúl Julia y Angélica Huston, que tuvieron un éxito nada despreciable, lo que motivó otras versiones animadas en TV y hasta surgió un musical de Broadway en 2010, con Nathan Lane y Bebe Neuwirth.

De esta manera, esta nueva versión nos remite al matrimonio de Morticia y Homero, de la fuerte persecución que vivieron por ser «diferentes» y a su carácter de migrantes en un nuevo país, todo lo cual constituye un discurso político ideal para estos tiempos en donde, supuestamente, se respetan las minorías, se acepta lo diverso y se comprende lo extraño.

Puede ser un agrado para algunos y una desilusión para otros. Lo cierto es que Los Locos Addams siguen inspirando a las generaciones y se ubican a la perfección en la coyuntura que vivimos.