LA BATALLA DE CHILE

O cómo la historia parece repetirse 

A propósito de este legendario documental filmado en tres partes, dirigido por el realizador chileno Patricio Guzmán, exponente emblemático del cine político latinoamericano, un repaso de cómo su contenido y su contexto histórico parecieran (lamentablemente) parecerse a lo que está sucediendo en Chile con el estallido social que sacude desde hace dos semanas el país.

Este potente documental se realizó en los días en que gobernaba Salvador Allende, en 1973, a pocos meses del Golpe de Estado ocurrido en septiembre de ese año.

“La Batalla de Chile. La lucha de un pueblo sin armas” consta de tres partes: Parte I: La insurrección de la burguesía; Parte II: El golpe de Estado y Parte III: El poder popular.

El primer capítulo es La insurrección de la burguesía, que se concentra en las reacciones de los opositores al gobierno de la UP, en especial de un sector de la capital chilena, que se apresta a enfrentar lo que ellos denominan el cáncer marxista. Este primer filme termina con la terrible y tristemente célebre secuencia, no filmada por el equipo de Guzmán, de la muerte de un camarógrafo argentino que filma al soldado que le dispara.

La segunda parte, El golpe de Estado, pone su preocupación y énfasis en el análisis de la debacle, en el clima de incertidumbre y en la creciente beligerancia que suscitan las medidas de la Unidad Popular, a la vez que muestra momentos brillantes –en el plano cinematográfico e histórico-, como la secuencia de los funerales del edecán naval de Allende, donde se intuye lo que ocurrirá dentro de poco y la secuencia final con el bombardeo de la Moneda y la Junta Militar en el poder filmada desde un televisor casero es todavía insuperable.

La tercera parte El poder popular apareció varios años después, constituyendo una reflexión más serena de todo lo que se perdió (para bien o para mal) con el Golpe del 73, enfatiza el derrumbe de una utopía y tiene un tono nostálgico que sobrecoge, en particular con secuencias que son pura poesía visual: la secuencia del carretonero arrastrando a toda velocidad, que pasa a convertirse en una metáfora de la condición popular durante la dictadura, es uno de esos instantes, aunque este capítulo poco agrega a los anteriores.

Se trata, a no dudarlo, del filme más premiado en el cine chileno y una de las piezas fundamentales para tratar de entender cómo un país con tradición republicana terminó los sueños de la revolución socialista con el palacio de gobierno destruido, el Presidente muerto y con el advenimiento de la dictadura militar que se prolongó durante dieciséis años, marcando a toda una sociedad que no estaba preparada para dichos cambios sociales.

De acuerdo a lo planteado por su director, Patricio Guzmán, las intenciones del documental consistieron en filmar un proceso revolucionario, pero que finalmente acabaron registrando una contrarrevolución y la caída de un proceso social histórico, que clausuró una continuidad democrática que hasta ese momento no ostentaba ningún otro país por fuera de Chile en todo el subcontinente latinoamericano.

Sobrecoge el periplo de Salvador Allende en un gobierno aplastado por una oposición grosera, impedido de llevar adelante sus reformas esenciales y la paulatina adhesión de dicha oposición a los requerimientos de Estados Unidos para desestabilizar el gobierno democrático socialista, acción liderada de manera siniestra por Richard Nixon y Henry Kissinger.

Emociona, de igual modo, el fervor popular con que el país adhiere al proyecto social y político de la UP, las grandes manifestaciones en la Alameda en apoyo de Allende y el utópico convencimiento de que ellos podrían gobernar y sacar adelante una lucha sin armas.

Es en este instante, repasando esas imágenes, cuando cabe el paralelo entre esos sucesos y lo que está sucediendo precisamente 46 años después en Chile. Incluso llama a reflexionar acerca de cómo realizadores notables –Leni Riefenstahl y Walter Ruttman, son ejemplos clave de esto- pusieron su creatividad al servicio de causas brutales y siniestras como el nazismo.

Porque cuando las manifestaciones se suceden de manera vibrante en todo el país, también se cuela la violencia de los contra manifestantes, el asedio militar, el estallido del lumpen con saqueos, robos y destrucciones a la propiedad, ante el estupor de las autoridades, la clase política desacreditada y la pérdida de confianza en un modelo que determinó el curso de los acontecimientos.

Repasar hoy “La Batalla de Chile” constituye un ejercicio de recuperación de la memoria, necesaria para entender también qué y por qué está sucediendo en Chile.

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación