PLAZA CÍVICA

Culiacán, de esperarse

Nunca en la historia moderna de México se había capturado a criminales de alto perfil para después dejarlos ir. La humillación sufrida por las fuerzas armadas, el gobierno de la República y el Estado mexicano en su conjunto es mayúsculo. El presidente cuenta únicamente el final de los sucesos cuando lo sustantivo se encuentra en el principio, en las razones que provocaron que la situación se saliera de control. Ante esto surge la pregunta: ¿es mera coincidencia que con el actual gobierno federal haya sucedido tal deshonra?

“Yo tengo otros datos”. Esa frase la ha pronunciado el presidente de la República un sinfín de veces en una diversidad de temas. Refleja el gusto por acoplar la realidad a su persona, y no su persona a la realidad.  El problema se agrava porque parece que la irrealidad se extendió al tema de seguridad y entre los tomadores de decisiones. En una reciente presentación, el General Secretario cambió el índice de letalidad de uno que goza de consenso internacional a otro que salió de quién-sabe-dónde. Entonces la letalidad de las fuerzas armadas bajó artificialmente y AMLO comenzó a hacer discurso político, colgándose la medalla mientras denostaba a sus opositores. Grilla. Pero si hay una alergia a los diagnósticos serios, parece que la hay igualmente a las instituciones del Estado.

Se está llevando a cabo un proceso de desmantelamiento del Estado mexicano. Las instituciones que hacen que funcione el país están siendo eliminadas o despojadas de sus capacidades a través del despido de empleados, asfixia presupuestal y renuncias masivas. Paralelamente, el poder del presidente aumenta. Por otra parte, a las fuerzas armadas se les otorgan fuentes de ingreso propio y se les encargan labores que no les son propias. Las ganancias derivadas de la administración del aeropuerto de Santa Lucía y la urbanización de un predio en Ciudad de México irán directamente a las arcas de las fuerzas armadas sin pasar por control civil. Las labores de construcción que se le han asignado a SEDENA van en contra de los principios de especialización y diferenciación que distinguen a las instituciones del Estado moderno. Tenemos entonces un nocivo desarme del Estado mientras se concentra poder en el presidente y aumenta la autonomía de las fuerzas armadas. Lo que es más, esa concentración de poder sucede en una persona que tiende a ver la realidad política a través del prisma religioso.

“Violencia llama violencia”, ”no se puede enfrentar el mal con el mal” fueron algunas de las frases utilizadas por López Obrador ante los sucesos en Culiacán. Maquiavelo sabía que la perfección individual tiende a ir en contra de la virtud pública. Para AMLO, las virtudes cristianas y públicas van de la mano, y esa mezcla traerá malas decisiones políticas. Y si esa mentalidad resulta problemática, la venia populista lo es igualmente.

“El titular de Seguridad señaló que al estar incomunicado con el Presidente Andrés Manuel López Obrador, el gabinete de seguridad federal tomó la decisión sobre los hechos registrados en Culiacán” (Admiten en Sinaloa operativo deficiente, Reforma, 19/10/19). El jefe de Estado mexicano estuvo completamente incomunicado en una situación nacional crítica porque estaba volando en un avión comercial rumbo a un evento popular en Oaxaca. Mientras arribaba al aeropuerto con un bastoncito de mando, el Cártel de Sinaloa tomaba posesión de una de las principales ciudades del país. Al presidente le gustará acumular poder, pero no parece tener celo de su autoridad ante una de las mayores amenazas a la seguridad nacional. Contra sus rivales políticos, sobra.

Los hechos en Culiacán sucedieron en un contexto donde hay una alergia constante a la técnica y planificación, con un presidente que ve en el poder del Estado a un rival a su poder personal, que exhibe una mentalidad altamente religiosa y poco secular, que constantemente está de gira popular y durante amplios espacios de tiempo se encuentra incomunicado con su gabinete. Ante esto, Culiacán era de esperarse.

 

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Autor

Fernando Nùñez de la Garza Evia
Fernando Nùñez de la Garza Evia
Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.