LA SENTENCIA

 

Una sentencia es un documento, dictado por un juez, que pone fin a un juicio. Millones de ellas son emitidas diariamente, pero hay unas que tienen la fuerza para cambiar al mundo. Tal es el caso que la justicia española condenó a años de prisión a los líderes del proceso de independencia en Cataluña. Las protestas no se han dejado esperar, tampoco la represión.

El dilema es que existen visiones diametralmente opuestas que conviven problemáticamente bajo la misma Constitución. Los nacionalistas españoles y los nacionalistas catalanes han llevado el debate al límite, la crisis constitucional por la independencia llegó a su última instancia en la justicia ordinaria. Les queda el Tribunal Constitucional y luego el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Mientras permanecerán en prisión y los que están exiliados serán perseguidos.

Sobre el contenido y alcance de esta sentencia ha corrido en pocos días un caudaloso río de tinta. Pero esto evidentemente no es un debate legal, es político, y tiene una explicación más estética que jurídica. ¿Quién tiene una mejor legitimidad?, como lo demuestran innumerables conflictos similares a lo largo de la historia, quien invoca al soberano para decidir el futuro de una nación debe estar listo para recurrir a la espada.

Hoy la espada tiene la forma de una sentencia de 493 páginas y la blanden los policías antimotines en cada carga en contra de los manifestantes. La historia se escribe a cañonazos decía un profesor y puedo añadir que sólo así se reescribe. Inspira ternura un líder independentista que anunciaba su solicitud de audiencia con el Rey puesto que seguro no leyó la primera página de la sentencia, donde a Sala Penal del Tribunal Supremo juzga y dicta sentencia en nombre de Su Majestad el Rey, y esto es así porque el artículo117.1 de su Constitución señala que la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey.

Los cañones de 1714 aún resuenan en Barcelona. La visión de la España única se impone por la fuerza no por la razón. La salida política se antoja lejana. Los culpables sin duda son aquellos que jugaron a destapar la memoria histórica de la mano con aquellos que invocaron la independencia sin estar dispuestos a asumir las consecuencias naturales.

Lo qué pasa en Cataluña debe ser un claro ejemplo de lo que puede suceder cuando abres viejas heridas de la historia de las naciones. Recordemos que Renán, para hacer una nación, recomendaba un proyecto común y sobre todo, una gran dosis de olvido.