EL MESÓN DE SAN ANTONIO

De razas, indígenas, conquistas y la Cuarta

En mis tiempos de escuela no había cuestionamientos: Cristóbal Colón nos había descubierto un 12 octubre de 1492 y de ese encuentro de dos mundos nació el Día de la Raza. Todos cantábamos odas al descubridor de América y bendecíamos a la Reina Isabel por haber financiado el proyecto que nos trajo el cristianismo, nos quitó los taparrabos y nos dejó en calzones, literalmente, porque con la Conquista se quedaron con nuestras tierras y se llevaron todo el oro.

Han pasado 527 años desde que el marino genovés pisara por primera vez lo que hoy son las Bahamas, abriendo camino a Hernán Cortés y a un montón de conquistadores que desembarcaron en México, Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y hasta los territorios insulares de Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Jamaica, Barbados y Trinidad y Tobago. Es decir, casi toda América fue colonizada por España.

A tanto tiempo de distancia, el 12 de Octubre sigue siendo un tema controversial para los involucrados: en México, aunque antes era sinónimo de celebración, hoy en día conmemoramos el Día de la Raza, a secas, una fecha que es histórica sólo por representar el encuentro de dos culturas. En cambio, en Nicaragua y Venezuela desde hace más de una década celebran el Día de la Resistencia Indígena, debido a que políticos y pensadores de izquierda consideraban que la festividad del descubrimiento exaltaba el colonialismo, en detrimento de la cultura y valores de los indígenas amerindios. De esta manera, la nueva festividad se proclamó para conmemorar la resistencia de los nativos americanos contra los conquistadores.

El Día de la Resistencia Indígena fue decretada por Hugo Chávez el 12 de octubre de 2002, y dos años después sucedió un acontecimiento poco afortunado para las relaciones diplomáticas de ambos países: la estatua de Cristóbal Colón situada en la Plaza Venezuela de Caracas, fue derribada a modo de protesta.

A pesar de esto, la fecha sigue siendo celebrada como la Fiesta Nacional de España, y según la Ley de la Madre Patria este día “simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un periodo de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos”.

Esta celebración, conocida también como Día de la Hispanidad, incluye un desfile militar al que asiste el rey, la familia real y el presidente de Gobierno. O sea, que para ellos el 12 de octubre es la victoria más grande, el recuerdo constante de su conquista sobre América… con todo lo que eso significa.

Esto resulta curioso porque se trata de una festividad, desde el propio reinado español, cuya línea estuvo siempre auspiciada por el ala más radical de la extrema derecha franquista.

Y entonces recordé que hace unos meses Andrés Manuel López Obrador solicitó enérgicamente una disculpa pública al gobierno español por los saqueos y maltratos que se dieron durante la Conquista, y a pesar de todo el alboroto que se hizo, el pasado 12 de octubre el presidente ni siquiera tocó el tema.

La que sí habló al respecto, y lo hizo de una manera elocuente y admirable, fue María de Jesús Patricio, Marichuy, la portavoz del Congreso Nacional Indígena en México y quien fuera candidata a la presidencia las pasadas elecciones. “De los indígenas, al gobierno mexicano sólo le interesa el folclore”, expresó en una entrevista realizada por El País. Y sobre el Día de la Raza dijo “para mí y para los pueblos indígenas de México, que es de quienes traigo la voz, es un día en el que empieza un exterminio, un desangramiento de América. Es un día malo: no hay nada que celebrar, y aquello que se inició entonces se sigue dando hoy: no ha acabado el despojo y el desprecio de los pueblos originarios. No se ha terminado de robar sus riquezas”.

Y tiene razón, porque aunque se tenga la idea de que AMLO defiende a los pueblos indígenas o que su esposa Beatriz Gutiérrez trata de reivindicar, desde el poder, los agravios cometidos contra el pueblo, la realidad es que todo se queda en el discurso: no existe un modelo de asimilación cultural promovido por el Instituto Nacional Indigenista.

Así que, básicamente, la situación de los indígenas es la misma desde hace 500 años: hoy, en pleno siglo XXI, las comunidades de Chiapas, Oaxaca y Guerrero, principalmente, siguen siendo despojadas de sus tierras, todos los días miles de indígenas deambulan desplazados por el país sin que nadie haga nada.

Nos sigue doliendo la conquista porque sigue pasando, sólo que ahora, los intrusos somos nosotros mismos.

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo