‘IT: CAPÍTULO 2’

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ

Menos impactante que la primera, pero superior en su estudio de personajes, más que un filme de terror, esta segunda parte funciona como un excelente retrato de la dureza de crecer y alcanzar la madurez, con evidentes guiños a la cultura pop ochentera, donde el payaso Pennywise resulta casi la conciencia negativa de los protagonistas. Una película más oscura, más triste y dirigida a un espectador más maduro.

Más intensa que la anterior, aunque con menos sustos, “It: Capítulo 2” debe ser vista y elogiada por su magnífico retrato de la amistad, el paso del tiempo, el doloroso camino hacia la madurez y de cómo nuestros fantasmas interiores pueden ser superados, estando de todos modos a la altura de su predecesora, aunque en esta segunda entrega predomina la nostalgia, la tristeza y cierto tono oscuro que beneficia y potencia a la historia.

Puede decirse que esta película es una versión adulta respecto de la anterior y es, a no dudarlo, un estreno que convoca a los espectadores que esperan con ansias el desenlace de las terroríficas apariciones del payaso Pennywise, que desde hace 27 años persigue a los protagonistas del Club de los Perdedores, un grupo de amigos que se reencuentran justamente porque el maléfico payaso ha regresado para eliminarlos.

Pero hay que advertir desde la entrada que esta película sigue un curso diferente, respecto de la anterior: acá el director Andy Muschietti arma un relato fílmico lleno de detalles y guiños, empleando una madurez y un estilo muy diferente que, desde luego, puede descolocar a los fanáticos recalcitrantes de esta cinta.

El filme se inicia con una escena terrible e impactante, brutal y sangrienta, que sitúa de un solo golpe al espectador en un universo conocido -Derry, el pueblo de la primera parte-, pero ahora dominado por fuerzas oscuras, despiadadas, que nos advierten de inmediato que ya no vamos a tener juegos de niños, sino de adultos.

A partir de ese extraño y potente inicio, la película se toma todo el tiempo que requiere para presentarnos a cada uno de los protagonistas del primer filme, ahora que han transcurrido 27 años, nos muestra sus miedos, inseguridades y sus ansias de enterrar un pasado de terror que, no obstante, regresa de nuevo con una llamada telefónica que los obliga a reunirse nuevamente en el pueblo de donde casi todos huyeron.

Si en el primer “It” (2017) los seis niños eran el plato fuerte, cada uno con sus personalidades y sus características, ahora en “It: Capítulo 2” esos niños han crecido y tienen diversa suerte en sus mundos particulares: Richie es un exitoso cómico profesional, Bill escribe novelas de terror cuyos finales no les gusta a nadie, Eddie es agente de riesgos y Ben es arquitecto.

Un hecho significativo es que cuando ellos dejaron el pueblo de Derry, bloquearon los terribles acontecimientos que vivieron durante el terrorífico verano, aunque de alguna manera siguen repitiendo sus moldes iniciales: así, Beverly mantiene una relación abusiva con un tipo abusador y Eddie vuelve a tomar medicamentos en exceso.

Cuando se ven obligados a regresar a Derry, comienzan a aflorar los recuerdos y con ellos resurgen los viejos temores, las inseguridades y el ambiente de desasosiego que creían superado.

Este punto puede resultar algo fatigoso para el espectador atento, considerando que si bien es coherente a nivel del argumento, resulta un tanto forzado volver a ver algo ya procesado en la primera parte. Esto se entiende respecto de la decisión que tomó el director respecto de la novela de Stephen King, pues mientras las películas separan la historia infantil de la adulta, en el libro, ambas se van intercalando, lo que hace más llevadera la información respecto de cada uno de los personajes.

Es impresionante cómo los personajes adultos son casi idénticos a los protagonistas infantiles de la primera parte, lo que permite una adhesión emocional inmediata: desde Jessica Chastain (Beverly) hasta James Ranson (Eddie), pasando por James McAvoy (Bill) y Bill Denbrough.

La película a ratos va lanzando guiños respecto de ciertos filmes específicos –hay alusiones a “Tienes un e-mail”, la cinta de Tom Hanks y Meg Ryan, por ahí aparece el afiche de “Generación Perdida” y hay más de una alusión a la obra maestra del terror que es “El Resplandor”, de Stanley Kubrick- y tiene mucho de “Los Goonies” y el estilo coral de la popular serie “Stranger Things”.

Como el estilo es otro, las apariciones del payaso Pennywise (Bill Skarsgård) ya no están planteadas desde la óptica del factor sorpresa, sino como una manera de subrayar los terrores que cada uno arrastra, en ese pueblo de Derry que sigue siendo tan espeluznante como la primera vez.

Hay un equilibrio perfecto entre el susto y el humor está bien equilibrada, y ahora entendemos que la presencia del payaso ya no resulta tan aterradora debido a dos factores importantes: ya no son niños y por lo tanto los temores han cambiado y el payaso ahora se presenta como un bufón que no asusta sino que subraya todas las inseguridades y traumas que acarrea este grupo de adultos disfuncionales.

Por eso, lo que hace Pennywise es amplificar en cada uno de ellos sus mayores miedos, sus temores y secretos mejor escondidos. Él se aprovecha de estos terrores y saca provecho de sus inseguridades: la gordura de uno, la condición de homosexual encubierto de otro, la tartamudez como mecanismo de defensa del otro y los abusos a que ha sido sometida aquélla, y suma y sigue.

¿Por qué funciona tan bien este relato? Porque todos hemos sido, en mayor o menor medida, unos perdedores, cada espectador recuerda su propia adolescencia y recrea sus propias inseguridades de entonces. Y ahí aparece este malévolo payaso: está esperando que mostremos nuestras debilidades para hacerse poderoso, para matar nuestra inocencia y crecer y volar por los aires rodeado de globos rojos.

Por eso, esta película es, de todos modos, una versión más triste de la primera, en la que las consecuencias, físicas y psicológicas de lo que ocurre tienen mucho más peso, los traumas están mejor escondidos y es más difícil superarlos, porque se trata de una metáfora de lo que implica pasar de la adolescencia a la adultez, con s carga de dolor adicional.

Lo más objetable desde todo punto de vista es la cantidad innecesaria de criaturas de las más diferentes especies y formas que surgen en ciertos instantes como manifestación del miedo de los protagonistas, pero que no logran tener un peso en cuanto relato y terminan siendo más grotescas que temibles.

“It: Capítulo 2” es una película interesante, mucho más madura que la primera y contiene tanta información que bien vale la pena su revisión, para entender la importancia de tantos detalles esparcidos por ahí: la cartelera del cine, las apariciones secretas de Pennywise, la evolución de los personajes a través de los pequeños gestos y, sobre todo, la maravillosa secuencia en el lago y su remate que, por lejos, emociona y provoca nostalgia de un lugar que estamos obligados a abandonar, como abandonamos nuestra infancia siempre.