EL CHILE DIVIDIDO  

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ

“Araña” 

Pocos directores chilenos mantienen una línea autoral, apegada a sus personales obsesiones y necesidades expresivas. Sebastián Lelio, Matías Bize y Andrés Wood, creador de este filme, están entre esos escasos realizadores que han marcado el camino del cine nacional y que -premios y polémicas de por medio- señalan qué se espera de nuestra cinematografía ad portas de la nueva década de este siglo.

 

De los directores “consagrados”, Andrés Wood es el director chileno más relevante de las últimas décadas, incluso más que Sebastián Lelio, realizador que nos entregó el segundo Óscar para el país. Esto se afirma especialmente en el estreno de su más reciente película, “Araña”, donde Wood constata de modo definitivo que es una de las figuras gravitantes del cine chileno del siglo XXI.

“Araña” (2019) es una película a todas luces importante, poseedora de una cuidada narrativa, que sigue con el análisis del estado social de Chile post dictadura: mostrar un país en que los odios y los movimientos fascistas resurgen, demostrando que poco se ha aprendido de la Historia reciente.

El filme tiene como fondo argumental un trío: el de Inés, una mujer fanática por el  combatir el momento sociopolítico que se vive en el Chile de la Unidad Popular, su novio Justo, pieza clave del movimiento denominado Patria y Libertad, cuya mecánica, sustento ideológico e iconografía fueron casi calcadas del nazismo, y Gerardo, un joven ex miembro de la Fuerza Aérea, separado de esa rama militar por su extrema violencia incontrolada.

Este romance bastante enfermizo y con no poco sadismo, se desarrolla en los meses previos al Golpe de Estado de 1973, suceso que significa un antes y un después irreversible en la historia chilena. En ese caldo de cultivo de extrema violencia y odio exacerbado, los miembros de Patria y Libertad, formados mayoritariamente por la juventud de la más rancia aristocracia chilena, tratan de desestabilizar el gobierno democrático de Salvador Allende y acabar con lo que ellos califican “la lepra marxista”.

El relato de Wood parte en el Chile actual, donde irrumpe Gerardo, a quien todos creían muerto, para recordarles que el pasado siempre está presente y que, muy por el contrario de lo que suponían Inés y Justo, hay todavía mucha deuda por saldar, aunque ello implique quebrar la cómoda y conservadora existencia de quienes alguna vez apretaron un gatillo en contra de los marxistas y que hoy, amparados por la sociedad neoliberal, viven y disfrutan de la comodidad de un buen pasar social.

El primer choque de Gerardo con la nueva realidad chilena se produce con los inmigrantes, de todas las categorías, que se han apropiado de ciertos sectores de la capital, lo que sacude y exacerba su nacionalismo más radical y que concluye con un asesinato en plena vía pública, suceso que lo pone nuevamente en la vitrina mediática.

“Araña” es, por esto, una película tremenda y desoladora, que evidencia el momento que vive Chile: un país -según el director- incapaz de aprender nada de sus propios dolores y su historia reciente subrayada por muertos y desaparecidos en una dictadura brutal.

Lo que llama de inmediato la atención es que el ambiente que se respiraba en los días previos al Golpe de Estado, tienen muchas semejanzas con el clima de animosidad y polarización que se vive hoy, todo esto sacudido por la oleada inmigrante y el rebrote nacionalista que se expande en ciertas esferas sociales.

Gerardo descubre también que Inés y Justo, alguna vez cabecillas de Patria y Libertad, ahora son personas respetadas y directores de grandes empresas, protegidos por todo un sistema en donde se incluyen los medios de comunicación más tradicionalistas y manipuladores de la verdad, mientras que él, sigue siendo un outsider, un tipo que mantiene una postura casi romántica de un extremismo de derecha y que sigue estando en el escalón más bajo de la pirámide social chilena.

Uno de los principales méritos de Andrés Wood es que asume desde el comienzo una distancia emocional respecto de sus personajes y las historias que estos viven, construyendo una película que, precisamente, peca por cierta frialdad y excesivo resguardo, a pesar de la avalancha de situaciones emocionales por los que pasan cada uno de ellos, repetido esto en el tiempo actual.

Gran parte de estos méritos recae en los protagonistas, actores y actrices que saben cargar sobre sus hombros una fuerte carga emocional y saben transmitir de manera adecuada ideas, frases y eslóganes que alguna vez parecían verdades incombustibles.

“Araña” es un filme perturbador, molesto, donde el Chile que aparece retratado no resulta de postal turística y termina siendo demoledor, sobre todo por las conexiones que se producen con la situación actual que se vive en el país, donde reflotan los odios y reaparecen grupos que se autodenominan salvadores de la nacionalidad más pura de Chile.

Nadie duda, por lo mismo, que “Araña” es uno de los estrenos indispensables de este año, especialmente porque provoca y convoca a la discusión, utilizando para ello un lenguaje cinematográfico lleno de matices, que supera con creces a los otros estrenos nacionales (“Ella es Cristina” y “Dios”), en un año donde además los nuevos títulos han sido derechamente mediocres o sobrevalorados: desde la errática “Marilyn” hasta la insufrible “Mi amigo Alexis”, teniendo además esa extraña experiencia de “Cola de Mono”.

Así, “Araña” es un título grande, valiente y complejo, capaz de navegar por dos épocas diferentes y referirse al estado actual chileno con innegable calidad fílmica.