Caótico G7 en Biarritz entre la aparición del ministro iraní y la escalada de la guerra comercial

Foto: Twitter @G7

Emmanuel Macron siempre fue plenamente consciente de que el G7 de Biarritz no tenía ninguna posibilidad de terminar en acuerdos reales entre sus participantes e invitados. El sitio web de El Español publicó que tal es la deriva que han tomado las relaciones internacionales en los tiempos actuales, que el presidente francés decidió renunciar a una declaración final conjunta para no verse en el brete de Donald Trump o Boris Johnson o cualquiera de los otros integrantes del grupo más poderoso del mundo negase la mayor. Lo que, sin duda, no cabía esperar era que Biarritz se convirtiera en un suma y sigue de amenazas, advertencias y desacuerdos.

La crisis nuclear iraní

El Pacto Nuclear firmado en Viena en 2015 garantizaba que Irán limitaría su programa atómico a cambio de que tanto Estados Unidos como la UE levantasen sus respectivas sanciones económicas y, además, limitaba la cantidad de uranio enriquecido que Irán podía almacenar. Un acuerdo redondo que Trump quiso dinamitar desde que era candidato republicano, lo que materializó el pasado mes de mayo.

Europa, con Macron a la cabeza, ha tratado desde entonces de reconstruir el armazón de aquel acuerdo para que la cordura vuelva a reinar y la situación iraní, con petroleros británicos y estadounidenses bloqueados por su armada, no acabe por desestabilizar aún más la situación en Oriente Medio.

Dentro de esa negociación, el Gobierno francés anunció en la mañana de este domingo que los miembros del G7 había encomendado a su presidente dirigir «un mensaje» a Teherán. Un extremo negado de forma tajante por el propio Donald Trump, lo que ha obligado a Macron a ofrecer una explicación pública: «El G7 no es una instancia que dé un mandato formal, no es una organización estructurada que tenga mandatos y competencias. Somos siete países soberanos que se ponen de acuerdo en torno a una mesa». Sin embargo, lo que sonaba a disculpa elegante quedó pronto en evidencia cuando se anunció que el ministro de Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, acababa de aterrizar en Biarritz.

La sensación de que todo era una maniobra orquestada por el presidente de la República Francesa quedó en el ambiente, aunque Zarif, en la lista negra estadounidense y con todos sus bienes allí embargados por la Administración Trump, se reunió con su homólogo francés, Jean-Yves Le Drian. Pese a que el gobierno francés anunció que tanto Reino Unido como Alemania era conocedores de la reunión y de que la delegación de Estados Unidos había sido informada, fue Macron el único mandatario que se reunió con el enviado iraní.

«La razón por la que [Zarif] ha venido es que anoche hubo una conversación muy sustancial entre los líderes del G7 y nos pareció importante hacer balance con él para sentar las bases de una desescalada y una pausa que permita negociar», señalaron fuentes diplomáticas francesas sin negar las sospechas que flotaban en el ambiente.

En cualquier caso, el vodevil del ministro iraní no fue más que otro de los puntos de fricción de un G7 que, desde el primer momento, se consideró por parte de los especialistas que serviría para poco y que no ha hecho más que evidenciar las fricciones entre las grandes potencias en los desafíos que acechan a medio y largo plazo. Del ‘brexit a Hong Kong, pasando por la Amazonia, por Rusia y la guerra comercial con China.

‘Brexit’

Si bien el 31 de octubre queda muy lejos ahora mismo en el calendario y durante el G7 ha quedado medianamente oculto tras la oferta de Trump al Reino Unido de un acuerdo comercial «rápido», lo cierto es que Boris Johnson ha sido quien mejor ha cumplido con su objetivo en el sur de Francia.

El premier británico no sólo ha sacado a Donald Trump «el mejor acuerdo que jamás hayamos firmado», en palabras del propio Trump, sino que ese acuerdo le sirve para subir aún más en las encuesta y envalentonarse tanto a nivel nacional como internacional. En Reino Unido no sólo ha anunciado que bajará los impuestos a la gasolina en una medida claramente electoralista, sino que este domingo se ha hecho público que ha sondeado a expertos legales para saber si puede cerrar el Parlamento durante cinco semanas y así imposibilitar que la Cámara de los Comunes pueda forzar una ampliación del brexit y evitar el no deal.

Y eso aún le envalentona más ante la UE, a la que en principio pidió únicamente que retirase la salvaguarda irlandesa y este domingo, en su reunión con Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, ha amenazado con no pagar 32.500 millones de los 40.000 que ofreció Theresa May y si finalmente se producía un brexit duro.

Guerra comercial

«Indignante». Así ha definido Donald Trump lo que, según él, China le ha hecho a Estados Unidos y la portavoz de la Casa Blanca, Stephanie Grisham, indicó que su presidente «lamenta no haber aumentado aún más los aranceles» al gigante asiático. Sin embargo, el grupo no ha pedido a Trump que se modere, algo que sorprende apenas horas después de que el mismo Trump anunciase que está meditando invocar una Ley de Emergencia Nacional de 1977 para incrementar el conflicto comercial con China o de que haya ordenado a sus empresas con presencia en China buscar alternativas a su producción en otros lugares.

Pero la tensión comercial no está únicamente alimentada por las tensiones entre Estados Unidos y China y su guerra de aranceles. El Gobierno estadounidense también ha anunciado su intención de elevar los aranceles al vino francés y, además, ha garantizado un nuevo acuerdo comercial con el Reino Unido a Boris Johnson que hace crecer la posibilidad de un brexit duro. Motivos más que suficientes para que Donald Tusk eleve el tono en defensa de la Unión Europea.

«La UE responderá». Tusk fue así de claro y de contundente: «Pese a que lo último que necesitamos es confrontación, especialmente con nuestro mejor aliado, Estados Unidos, tenemos que estar preparados para ese escenario. Francia puede contar con nuestra lealtad y de todos los estados miembros».

Lo cierto es que los aranceles al vino son la respuesta estadounidense al impuesto GAFA, así nombrada como acrónimo de las empresas Google, Amazon, Facebook y Apple por la intención del Elíseo de gravar sus negocios con un 3%. Algo que Tusk no ha olvidado mencionar. Así, el presidente del Consejo Europeo recordó que la próxima presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha incluido el problema de la fiscalidad digital en su agenda, «no solo por solidaridad» con Francia, sino porque coincide con el planteamiento de la UE. «Si Trump usa los aranceles y las tasas como un instrumento político por diferentes razones políticas, esa confrontación puede ser muy arriesgada para todo el mundo, incluida la UE», aseveró.

Rusia y el G8

Curiosamente otro de los protagonistas en Biarritz ha sido un ausente. Vladimir Putin, con el que se reunió Macron en París antes del inicio de la cumbre de Biarritz, no es miembro del grupo desde 2014. Entonces, el grupo decidió que Rusia debía dejar de forma parte por la invasión y anexión de Crimea (Ucrania). «Las razones por las que Rusia dejó de ser invitada en 2014 todavía siguen siendo válidas, e incluso hay nuevas razones como la provocación rusa en el mar de Azov», declaró, contundente, Tusk, uno de los mayores partidarios de mantener a Putin lejos del G7. Una opinión totalmente divergente de la estadounidense, ahora mucho más alineado con Moscú y con Donald Trump presionando: que Rusia vuelva «es ciertamente posible». (EL ESPAÑOL)