CRÓNICAS EN EL INFRAMUNDO: PUEBLA Y SU PASADO  

 

El camino al oriente siempre es complicado cuando el punto de partida es la Ciudad de México. Transitar por Neza, Chalco y sus alrededores (en el Estado de México), requiere de una buena dosis de valor y paciencia. La circulación sobre la Calzada Ignacio Zaragoza -que une a la CDMX con el Estado de México- es siempre complicada y es la ruta casi obligada, si no se quiere hacer un viaje tan oneroso en cuanto a peaje se refiere.

El trayecto no es tan largo, pues se tienen que recorrer unos 140 kilómetros, cuando menos hasta la ciudad de Puebla, aunque pensar en el inframundo ya son palabras mayores.

Antes de entrar a la capital poblana, sobre la carretera, hay una salida a la derecha para llegar a Cholula, el primer punto importante en esta encomienda de visitar el inframundo, que como buenos herederos de las glorias aztecas, no renegamos cumplir en algún momento y el día es HOY, HOY, HOY, como dijera aquel tristemente célebre presidente, de las manos grandes y las ideas pequeñas.

La ciudad, dista mucho de la majestuosidad que uno puede esperar, más bien se llega a un lugar tranquilo que emana provincia, de gente amable, que toma la vida con parsimonia. Las campanas del pueblo –unas de tantas- facilitan el proceso de relajación, pues son las 12 de día y muy probablemente estén llamando a los fieles a celebrar una boda o alguna fiesta de ese tipo.

Las indicaciones son muy claras, en todos lados hay letreros y si todos los caminos llevan a Roma, las rutas bien señaladas nos llevan a la Zona Arqueológica.

Desde el estacionamiento se vislumbra una pirámide, no es tan esplendorosa como esperaba, al ser la más grande del mundo, llamada Tlachihualtépetl, que significa «cerro hecho a mano». Pareciera que está aplastada por el cerro y en cierta forma, así es, ya que su basamento mide 400 metros por lado y su volumen es de 4 millones 500 mil metros cúbicos. Es incluso un metro más alta que la del Sol de Teotihuacán, pues mide 65 metros.

Pero ni el ojo más entrenado puede ver esas dimensiones y precisamente por eso nos enrutamos al inframundo poblano.

La entrada a la pirámide es por un túnel… la llegada al inframundo. La humedad es bastante alta acá abajo, para algunos, sofocante, aunque nosotros aguantamos sin mayor problema, la experiencia de vivir en costa, ayuda mucho.

Caminamos y caminamos, la condición física no es la mejor, así que salimos agotados, abandonamos el inframundo de Cholula y nos sorprende la luz del día, un sol intermitente cuyos destellos deslumbran por momentos a nuestros forzados ojos, que como primera imagen enfocan una iglesia bastante grande, en la cima de la pirámide. El templo católico está dedicado a la Virgen de los Remedios y es el final del camino en el ascenso de regreso al mundo terrenal.

Una experiencia primaria. Aún tenemos un boleto para regresar al inframundo poblano, que nos espera a 14 kilómetros de ahí, en la capital del estado.

El número 208 del Boulevard Héroes del 5 de Mayo, en la colonia Centro de Puebla, justo en la puerta del Instituto de Artes Visuales del Estado de Puebla, se encuentra una nueva entrada al inframundo.

El descenso de los escalones nos va transportando de a poco al pasado, específicamente al 5 de mayo de 1862, cuando a las órdenes del general Zaragoza, un grupo de valientes repelieron el ataque del ejército francés, el más poderoso en aquellos días y consiguieron la victoria.

Precisamente los túneles destacan como una estrategia de ataque, que pudieron haber aplicado los mexicanos que defendieron a nuestra nación. Este inframundo no se conocía hasta hace algunos años, cuando por accidente se descubrieron los hoy, célebres túneles.

El trayecto por el pasado en el que nos guía este estrecho inframundo, lleno de humedad, pero también de colores neón, dignos de cualquier bar lounge, nos dan salida en el Fuerte de Loreto.

Una visita obligada cuando se encuentran por aquellos hermosos lares.

 

Viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com

 

 

 

 

Autor

Héctor Trejo
Periodista, escritor y catedrático. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM y actualmente maestrante en Comunicación por la UACH.
Titular de columna "Cinematógrafo 04". Imparto Taller de Micrometrajes Documentales, así como el Diplomado en Cine y Cultura Popular Mexicana.
Ganador del premio a la investigación Ana María Agüero Melnyczuk 2016, que otorga la Editorial argentina Limaclara
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Periodista, escritor y catedrático. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM y actualmente maestrante en Comunicación por la UACH. Titular de columna "Cinematógrafo 04". Imparto Taller de Micrometrajes Documentales, así como el Diplomado en Cine y Cultura Popular Mexicana. Ganador del premio a la investigación Ana María Agüero Melnyczuk 2016, que otorga la Editorial argentina Limaclara