EL MESÓN DE SAN ANTONIO

Protestas que hicieron protestar

“¡Se va a caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer!” Miles de mujeres unidas en una sola voz gritando la consigna que molestó a más de uno, a más de una. De sólo imaginar la fuerza de la protesta, se me eriza la piel.

Estuve leyendo las noticias todo el fin de semana y las opiniones en redes sociales aún no cesan. Parece que las pintas hechas al Ángel de la Independencia causaron más indignación que la terrible realidad en la que viven las mujeres de nuestro país. Y la realidad es ésta estimado lector: en México, nueve mujeres son asesinadas diariamente; cada dos horas y media una mujer es víctima de violencia machista; 6 de cada 10 mujeres, incluidas menores de edad, han sufrido algún tipo de violencia; y de enero a abril de este año, en sólo cuatro meses, fueron asesinadas 1,199 por el sólo hecho de ser mujeres.

La información fue difundida por la Organización de las Naciones Unidas ante la peligrosa escalada de violencia que están viviendo las mujeres mexicanas, quienes no necesitan un estudio  para saber que tanto afuera como adentro de sus casas, corren peligro; que en la oscuridad de una calle o en la mañana al interior de la escuela, pueden ser violentadas; que aunque viajen en metro, con la localización activada, en taxis o transportes “seguros”, corren el riesgo de ya no regresar a casa.

¿Se imagina vivir así? Claro que los gritos, las pintas, las fogatas en la vía pública, los destrozos, los golpes contra los vidrios, son expresiones de la frustración, del coraje, de la falta de justicia, de la impunidad que le permite a un hombre secuestrar, violar, matar, desaparecer a una mujer y no le pase absolutamente nada. Y todavía quieren que lo “pidan” de buena manera.

El comportamiento en masa tiende a ser violento, sobre todo cuando hay una causa de por medio, pero lo que llama la atención es la condena generalizada por parte de la sociedad civil al exigirle al movimiento feminista “respeto”, “no violencia”, “cuidar las formas”, “no agredir para que no las agredan”. En una ciudad en donde las mujeres se tienen que cuidar todo el tiempo de todos los hombres, es difícil pedir las cosas por favor. Y cuando digo “cuidar de todos los hombres” me refiero a amigos, desconocidos, taxistas, policías, vecinos, familiares, novios, esposos, maestros, servidores públicos, jefes, compañeros de trabajo, albañiles, doctores, todos los hombres que empiezan con un piropo y pasan a insinuaciones y llegan a amenazas y escalan a vejaciones y terminan matándolas. Y también a todos los hombres que ven con normalidad esas situaciones y no hacen nada. Hombres que pudieron ayudar-evitar-defender y no lo hicieron.

Por supuesto que esta protesta va más allá de las manifestaciones que cayeron en “vandalismo”.

La causa verdadera de la protesta feminista aún no se empieza a resolver.

Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno de la CDMX, informó a través de un comunicado que ya han desarrollado diversas acciones como poner mujeres abogadas en cada Ministerio Público, Red de Mujeres por la Igualdad y la no violencia, 27 centros de atención integral y tres centros de justicia para las mujeres que, afirma, son apenas el inicio de un programa integral que están construyendo con diversas organizaciones de mujeres.

Es una buena intención pero, sinceramente, creo que la violencia contra las mujeres está tan arraigada en nuestra sociedad que necesitaremos acciones más concretas y definitivamente, más severas para erradicarla.

No olvidemos que es un problema a nivel nacional, con el Estado de México, Veracruz, Guanajuato, Jalisco, Baja California y Puebla León encabezando las listas de los estados más sangrientos en el primer semestre del año. Sin olvidar a los estados fronterizos de Chihuahua y Tamaulipas.

No sé usted, estimado lector, pero yo, al reflexionar en las cifras, al leer las últimas noticias, pienso que las pintas en el Ángel de la Independencia hasta parecen desdibujarse.

Por cierto, al buscar información para la realización de esta columna, introduje las palabras “protesta mujeres” y Google me arrojó un montón de resultados sobre el reportero agredido durante la manifestación, al que tuvieron que operar pero que afortunadamente ya está bien de salud.

Creo que es justo esa paradoja la que nos tiene en esta situación: una de las protestas feministas más importantes de los últimos tiempos, reducida al bienestar de un hombre que fue agredido por otro hombre.

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo