NI UNO MÁS

 

Es alarmante la cantidad de suicidios que vivimos como sociedad, representa, más que un número porcentual poblacional, una derrota ante el desarrollo humano.         

En el mundo cada año se suicidan casi un millón de personas, lo que supone una tasa de mortalidad «global» de 16 por 100 000, esto es una muerte cada 40 segundos. En los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado en un 60% a nivel mundial. El suicidio es una de las tres primeras causas de defunción entre las personas de 15 a 44 años en algunos países, y la segunda causa en el grupo de 10 a 24 años; y estas cifras no incluyen las tentativas de suicidio, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos de suicidio consumado.

Se estima que a nivel mundial el suicidio supuso el 1,8% de la carga global de morbilidad en 1998, y que en 2020 representará el 2,4% en los países con economías de mercado y en los antiguos países socialistas.

Vivimos acompañados de una tecnología que nos ha permitido construir una sociedad más cómoda pero también somos menos dichosos que hace años.

Sabemos que el suicida presenta una baja autoestima, una ausencia de creencias y una falta de propósito como elementos que lo llevan a una fatal decisión. Debemos insistir que lo más valioso es la vida y mientras se tenga cualquier cosa valdrá la pena, que quien cae y se levanta es más valiente que quien nunca cae. Que hay heridas que se cierran y el tiempo siempre las cierra.

Debemos enseñar que no está mal pedir ayudar y que quien la pide se quiere más, que buscar es encontrar y que nadie debe irse así.  Las escuelas, la familia y todas las instituciones tenemos mucho trabajo que hacer, porque el suicidio es más que un problema individual, es un termómetro evidente de los niveles que como sociedad mantenemos.

Variados los motivos expresados y también las edades, situación económica o evidente estabilidad social, de quienes caen, pero el suicida toma la decisión no por hallazgos que encuentra en su vida, sino por carencias que está cansado de buscar llenar. Hay vacíos tan dolorosos que no alcanzamos siquiera a dimensionar.

A nivel mundial, y según datos de la Organización Mundial de la Salud, las estrategias para contrarrestar estos factores de riesgo son de tres clases. Las de prevención “universal”, diseñadas para llegar a toda una población, como el acceso a la atención de la salud mental, reducir el consumo nocivo de sustancias, limitar el acceso a los medios utilizables para suicidarse o promover una información responsable por parte de los medios de difusión.

Las estrategias de prevención “selectivas” se dirigen a grupos vulnerables, como los de quienes han padecido traumas o abuso, los afectados por conflictos o desastres, los refugiados y migrantes y los familiares de suicidas, mediante “guardianes” adiestrados que ayudan a las personas vulnerables y mediante servicios de ayuda como los prestados por líneas telefónicas.

Las estrategias “indicadas” se dirigen a personas vulnerables específicas mediante el apoyo de la comunidad, el seguimiento a quienes salen de los establecimientos de salud, la capacitación del personal de salud y una mejor identificación y manejo de los trastornos mentales. Trabajemos para hacer una realidad la promesa “ni uno más”.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.