CRÍMENES DE ODIO

 

JUAN ANTONIO MARTÍNEZ BARRIOS

La actitud de rechazo y desprecio del presidente estadunidense Donald Trump hacia los inmigrantes que llegan a su país ha tenido que ver con el incremento en los crímenes de odio que se registra en el vecino país.

Suenan hipócritas las palabras del republicado cuando dice que en los Estados Unidos no hay lugar para el odio y demanda condenar con una sola voz el racismo y el supremacismo blanco. Pero relaciona a los inmigrantes con los tiroteos y califica su llegada a su país como una invasión. Y sonríe cuando en un evento en Florida alguien le sugiere dispararles a los “invasores” como respuesta a la pregunta de Trump sobre “cómo frenar a estas personas”.

En el presente año suman más de 253 tiroteos masivos con el resultado de 272 víctimas mortales y mil 57 heridos. Estados Unidos es líder mundial en tiroteos masivos en el mundo, crímenes con una gran carga de odio, de racismo y de discriminación.

En el vecino país todos repudian lo ocurrido el pasado fin de semana, con 22 muertos en la ciudad fronteriza de El Paso, ocho de los cuales son connacionales y uno de ellos de la Región Lagunera. El expresidente Barak Obama instó a “rechazar por completo el lenguaje que sale de la boca de cualquiera de nuestros líderes que alimente un clima de miedo y odio o normalice los sentimientos racistas”.

Pero nadie habla del urgente y prioritario control de armas, nadie; ni republicanos ni demócratas se atreven a meterse con la poderosísima Asociación Nacional del Rifle, de la que forman parte encumbrados empresarios, políticos y actores.

El autor de la (última) masacre de Texas, adorador de Trump, que no es musulmán, ni miembro del Isis, sino un supremacista norteamericano, buscó matar “tantos mexicanos como fuera posible”, como reacción “a la invasión hispana de Texas”, comparte con Donald Trump conceptos como las “invasiones” de inmigrantes a su país.

Venezuela se sumó al gobierno uruguayo para advertir a sus connacionales sobre el riesgo de viajar a ciertas ciudades de los EEUU, como Detroit, Baltimore y Albuquerque, que figuran entre las 20 más peligrosas del mundo. Se espera que otros países hagan lo mismo.