“ANNABELLE 3: VIENE A CASA”

 VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ 

Aunque no aporta nada sustantivo al denominado “universo de El conjuro”, y pese a que como historia es de una debilidad incuestionable, la película funciona en el plano de la taquilla por un hecho indesmentible: cada vez más los espectadores consumen fórmulas recocidas que demuestran el poder que tienen los productores de alargar los cuentos, aunque ello implique desnaturalizar la esencia de las historias originales.

Tenemos de nuevo a la terrorífica muñeca Annabelle.

La historia parte con la pareja de famosos demonólogos formada por Lorraine (Vera Farmiga) y Ed Warren (Patrick Wilson), trasladando a la demoníaca muñeca hacia su casa, lugar en donde ellos tienen una pieza especialmente resguardada para contener a los espíritus maléficos que han ido capturando a lo largo de los años en que han practicado exorcismos y limpiezas de hogares poseídos.

Pero, como  corresponde al género, un hecho provocará que la muñeca quede libre de la caja de cristal, antes bendecida por un sacerdote, en donde la han depositado, provocando terribles fenómenos paranormales que afectarán directamente a Judy, la hija de la pareja de demonólogos, que se encuentra al cuidado de una niñera y una amiga de ésta.

Así, durante una noche completa, mientras los padres se encuentran de viaje, Judy y sus amigas deberán tratar de sobrevivir como sea a los maléficos poderes que desencadena la muñeca, incluyendo el ataque de un perro maldito, un samurái asesino, una novia adicta a la sangre y un espectral fantasma.

Esta película se inscribe de lleno en el “universo” de los Expendientes Warren, casos supuestamente verídicos, en donde se basan estos relatos, y es la tercera entrega de la saga de Annabelle que, además, implica el debut como director de Gary Dauberman, que oficia también como guionista de esta película y de las dos entregas anteriores de Annabelle, además de escribir el guion de “La monja” (2018) e “It” (2017).

Pero el cerebro detrás de esto es el ahora productor James Wan, quien fue el que creó todo este “universo”, haciéndose millonario con la extensión de una idea que partió de manera tímida y que ha recaudado tres veces lo invertido. Esto, de acuerdo a los estándares de Hollywood, implica éxito y prestigio. Y da la posibilidad de estirar el cuento ad infinitum, mientras aguante la paciencia del respetable.

Siendo honestos, se trata de un capítulo entretenido, sí, con demasiado humor que echa por el suelo la supuesta atmósfera terrorífica que se pretendía crear. Los efectos de susto son evidentes y predecibles y en verdad el protagonismo de la muñeca es menos del esperado. Todo ello atenta contra la calidad de un episodio que, de no existir, nadie echaría en falta.

Este filme adolece del típico problema que tienen aquellas películas que solo están realizadas para continuar con un nicho comercial: es poco transcendente para la narrativa general de la franquicia, y lo único que la salva es el personaje de Judy, que perfectamente podría continuar con su propia historia y aportar, tal vez, ideas más inquietantes para las futuras películas que vendrán.

En realidad el esquema que predomina en “Annabelle 3” es el de una comedia adolescente (perfectamente pudo dirigirla el incombustible John Hughes), ambientada en un escenario minimalista y en un género terrorífico.

De esta manera, se permanece fiel a una receta, seguramente tendrá otro capítulo y también habrá excelentes dividendos económicos.

El problema radica en que eso no es cine, no aporta con nada a uno de los géneros más nobles del séptimo arte que, solo contando los años gloriosos de los 70 en el cine estadounidense, fue capaz de entregarnos piezas maestras como la imbatible “El Exorcista” (William Friedkin, 1974) o “La Profecía” (Richard Donner, 1978), dos de los grandes exponentes del auténtico terror cinematográfico y que tiene una catedral absoluta en “El Resplandor”, la muy notable película del maestro Stanley Kubrick de 1980 que, a propósito, tendrá una segunda parte en “Doctor Sueño”, en noviembre de este año.