LA DISCIPLINA Y LA SOBERBIA

La corrupción representa traspasar el límite de lo legal, pero también existe corrupción cuando traspasa el límite del interés público y también el límite de la opinión pública.

El amor se expresa en el cuidado e importancia que requiere. Parece evidente que la expresión de cuidado y apuro por el bien del otro, expresa el nivel o “cantidad” de amor que podemos expresar. Aunque el “amor” es una palabra sencilla encierra un comportamiento complejo. No es verdad que amemos aquello que descuidamos, tener en alta estima algo nos procura atención y pasión por su resguardo.

El cuidado que podemos proveer a algo o a alguien, también se expresa al futuro, a partir de lo que hemos recogido del pasado tratamos de entregar lo mejor, en el caso de los hijos son las herramientas para que puedan ser hombres y mujeres de bien, si eso es lo que se quiere. En los países es igual, se siembra en el presente las herramientas para que en el futuro sean ciudadanos de bien, nuevamente, si es eso lo que se quiere. Así surge la disciplina, entendida como esa transmisión y resguardo de lo bueno para que se desempeñe en el futuro conforme a ciertos comportamientos previstos.

Los límites existen para ganar seguridad. La ausencia de límites no nos entrega la libertad, al contrario, la aleja. Cualquiera que ha manejado sobre una carretera sin carriles bien definidos entenderá lo que representa la falta de esos límites. Disminuimos la velocidad, apretamos el volante y buscamos guías en donde no los hay.

Así en lo social requerimos límites que nos impulsen a crecer y a desarrollarnos con la seguridad que lo que hacemos está soportado por la experiencia del pasado y servirá para afrontar los retos del futuro.

Poner límites ha sido siempre una constante para el freno de los intereses bastardos, aquellos que abundan en voluntades indomables y malvadas. La sociedad ha acordado, para asegurar su propia supervivencia esos límites, algunos informales y otros formales.

Cuando se pasa uno de esos límites se debe actuar, sea para corregir o bien para sobrevivir. La proliferación de la corrupción, ilegal, pero también de acciones, aunque legales eran interpretadas como abusivas por representar su origen en los bienes públicos dio como resultado que una gran cantidad de representaciones populares se entregaran a un movimiento de regeneración, de corrección de rumbo bajo la disciplina de la lucha contra la corrupción. Ante este poder político y soportado en emociones de venganza más que justicia, es necesario que existan límites que permitan asegurar que lo aprendido del pasado construirá un buen futuro.

La corrupción representa traspasar el límite de lo legal, pero también existe corrupción cuando traspasa el límite del interés público y también el límite de la opinión pública. Surge así comportamientos tan dañinos que la ley no alcanza a tipificar pero que sabemos que implica en su origen un abuso de lo público para un beneficio. La corrupción se debe atacar desde la virtud de lo bueno, y ahí surge la ley para garantizarlo.

Ante la indisciplina y la falta de contrapesos la soberbia se vuelve ingente, porque la decisión no debe soportarse en uno solo sino en los consejos, en ello radica la grandeza. La humildad económica es siempre la menor de las muestras de humildad.

Recuerdo que mi abuela me enseñaba; “la soberbia desechad niños en toda ocasión que al humilde Dios le ayuda y le da su bendición” y cuánta razón estriba el verso que en la humildad se tiene el silencio de escuchar y de aprender y ya en ello se conlleva una gran riqueza.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.