“TOY STORY 4”

 

Un capítulo (¿final?) que, aun sin superar la tercera parte, no solo está a la altura de las anteriores, sino que demuestra otra vez que esta saga es una de las más emocionantes incursiones que el cine animado ha hecho en el siempre sorprendente mundo infantil. Bella y cautivadora, merece ser aplaudida y disfrutada por niños y adultos.

Gran saga la de “Toy Story”, una saga compuesta por cuatro filmes que, con plena autoridad, se ganó un lugar de privilegio en el corazón de niños y adultos, por su excelente historia y su grata inocencia.

La tercera parte de esta serie fue un golpe de emociones, un filme rotundo, magnífico, con un tramo final que está dentro de los mejores momentos del cine infantil de los últimos años, comparable a la secuencia inicial de la brillante “Up, una aventura de altura”. Ese capítulo estaba dedicado de lleno a quienes habían sido seducidos por Woody y Buzz siendo niños y que, al igual que sucedía con los personajes, habían crecido igual que Andy, el protagonista.

De allí que parecía una tarea casi imposible superar esa marca, porque nadie pensaba que pudiera haber otra secuela, ni menos que fuera a tener calidad, emoción y respeto por la original.

Y sin embargo, “Toy Story 4” es, desde el inicio, un gran filme, emocionante, delicado y respetuoso de su pasado, logrando retornar a su estilo inocente e infantil para reenganchar a su verdadero público, y pone al vaquero Woody como protagonista.

El filme parte cuando el cowboy trata de adaptarse a la vida en casa de Bonnie, esa hermosa chica que hereda los juguetes de Andy, cuando éste debe partir a la universidad y convertirse en adulto, situación que vimos en “Toy Story 3”. De este modo, el grupo de amigos tienen claro que deben comenzar de nuevo con sus aventuras, excepto el cowboy Woody, porque se da cuenta que ya no es el juguete favorito y que ahora es Jesse quien ocupa el corazón de la pequeña Bonnie y, literalmente, Woody queda abandonado en el armario.

Y para agravar la situación, la chica ha hecho en la escuela un nuevo personaje, un tenedor de plástico decorado que cobra vida cuando escribe su nombre -Forky- en la suela de sus zapatos.

Así la situación, el viejo y querido vaquero Woody está celoso, solo y abandonado, como alguna vez lo vivió al quedar desplazado por un astronauta en la primera película.

Pero a pesar de todo esto, él es un líder positivo y empieza a dedicar toda su atención en hacer feliz a su nueva dueña, esta niña que ha heredado el universo de juguetes maravillosos que alguna vez fueron de Andy.

Con esta historia, el filme retoma con alegre dinámica las ya conocidas operaciones de rescate de los juguetes en problemas, logrando que revivamos la emoción y el suspenso, volviendo a sentirnos niños en medio de estas locas aventuras.

El filme está entero dedicado a asombrar a la nueva generación de espectadores, para quienes seguramente será un disfrute tremendo conocer a estos juguetes con sus particulares estilos y conductas y el director Josh Cooley logra mantener viva la esencia de la serie Toy Story, introduciendo nuevos personajes y giros argumentales que en nada traicionan el espíritu de la saga.

Así, un mérito es la pastora Bo-Peep, una figura de porcelana que fue siempre un personaje secundario en las dos primeras partes de la película de la serie, que no estuvo presente en la tercera y que ahora, siendo rescatada, se le entrega profundidad y prestancia a su papel entre todos los demás juguetes, acompañada por sus simpáticas ovejas y un par de nuevos amigos que, sin dudas, son también un gran aporte a la trama.

No hay que ser muy astuto para darse cuenta de los esfuerzos del estudio Disney para ponerse a tono con la época, introduciendo figuras femeninas que son nuevos referentes en cuanto conductas y motivaciones, lo que algunos han venido denominando feminismo descafeinado de Disney que, sin dudas, vende.

Algunos reparos recaen en el hecho que la película se centra demasiado en Woody, dejando de lado a los juguetes de siempre y, curiosamente, a Buzz solo se le asignan unas cuantas líneas y de nuevo aparece el incómodo rol de “juguete tonto” que no se entera de cómo funcionan las cosas. Lástima, porque había sido desarrollado de sobra su personaje en las cintas anteriores, considerando además que las pocas veces que se destaca acá lo hace con todo su encanto e ingenuidad.

Como no podía faltar el guiño al cinéfilo, hay una secuencia en la tienda de antigüedades que resulta un insólito homenaje nada menos que a Stanley Kubrick y su obra maestra de terror “El Resplandor”. Ojo con el disco que se echa a correr y la melodía que resuena, porque hace alusión directa a ese filme clásico de 1980, a la vez que nos presenta a unos espectrales muñecos que acompañan a Gaby- Gaby, una muñeca que ansía ser querida por alguien.

Es probable que esto se deba a que los productores están pensando en cómo estirar esta historia, centrándose tal vez en pocos personajes, cada uno con su propio minuto de gloria para el futuro, esto es, renovar el reparto y dejar atrás a algunos de los juguetes de Andy, lo que podría también ser una apuesta acertada.

Creemos que “Toy Story 4” no es el final de la serie, sino el inicio de una nueva etapa, una segunda generación que se cocina en la industria y que, de seguro, será las delicias de los niños del mañana que tendrán nuevos referentes, como alguna vez los tuvimos nosotros en el inicio de esta maravillosa aventura.

De esta manera, “Toy Story 4” no es la obra maestra que sí fue el capítulo 3, pero sí es una película que está a la altura de la saga, que reinventa su universo y, aunque no alcanza la emoción de la anterior, es un filme refrescante que sabe utilizar fórmulas ya conocidas y enganchar a personajes nuevos, poniendo especial cuidado en entregar un referente femenino fuerte para las nuevas generaciones, aunque en el fondo todos esperamos algo clave: que Andy regrese y descubra que sus juguetes de entonces siguen fieles a la consigna inicial. O tal vez lo hagan sus hijos.