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Muy poco les duró el gusto a los capitanes del sector privado en La Laguna. Aún no alcanzaban a explicar los alcances de los compromisos que el miércoles anterior creían haber alcanzado con Andrés Manuel López Obrador, y que los posicionaban como una región modelo a nivel nacional, cuando para la tarde del domingo salieron bruscamente del sueño y despertaron a la realidad: puntadas y caprichos pueden echar por la borda cualquier proyecto, sin importar su utilidad ni lo que ya se haya invertido en él.

De la manga se sacó el Presidente una consulta a «mano alzada» y en minutos canceló los recursos para financiar el sistema Metrobús, un proyecto que se ha llevado años, que tiene como propósito mejorar la movilidad en la zona metropolitana y que tiene que ver con la competitividad económica de la región.

Cayó redondito López en el montaje de los pulpos camioneros de La Laguna, que armaron las protestas para hacerle creer que el proyecto no tiene aceptación.

Aceptado o no, es necesario. Cancelarlo tiene serias repercusiones.

Pero si el proceder del Presidente es cuestionable, no menos criticable es la actitud del gobierno de Durango. ¿Dónde está la operación política?, ¿a poco no supieron que habría esas protestas? ¿No pudieron hacer nada para apagarlas o neutralizarlas?

La lógica indica que en los días previos a una visita presidencial se recabe información, se haga trabajo de análisis, se ubiquen temas de riesgo y se actúe.

Cuando no hay margen para la conciliación, para la operación política, quedan otros recursos como la sagacidad, y se maniobra, así sea de manera burda.

En Coahuila no era novedad que si un Presidente acudía, por ejemplo, a la conmemoración del Plan de Guadalupe, y se detectaba que el Sindicato Minero haría una protesta, oportunamente la mañana del 26 de marzo un tráiler se volcaba en La Muralla y quedaba cerrada la carretera. Sin reprimir a nadie, la manifestación no se daba.

Con el estilo del que tenemos ahora, no hay espacio para el descuido. Como dicen las comadres necias en las posadas, «si ya me conocen para que me invitan»…

 

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¿Ricardo Mejía Berdeja subsecretario de seguridad pública federal? Ese chiste ya nos lo habían contado. Pero el personaje era un agrónomo como director de PEMEX.

 

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Como era previsible, tronaron las cosas en el PRI. Y el debate corre por ruta equivocada cuando se intenta polemizar sobre si había o no méritos partidistas en el Doctor José Narro Robles, y si en el pasado pudo haberse visto favorecido o no con mascaradas como las que denunció al renunciar a su partido y a la aspiración de dirigirlo.

En el fondo lo grave es cómo llega Alejandro Moreno, rodeado de quién, coptado por quién y para qué.

No por el PRI en sí, sino por el país mismo, lo que se avecina no es nada positivo.

Cuando se requiere una oposición fuerte, congruente, digna, que haga contrapeso a un presidente incapaz y sin freno, tenemos a un PAN que se desdibuja y a un PRI, que como tercera opción–que no tercera fuerza– se enfila aceleradamente a jugar el triste papel de partido bisagra.

En manos de sus más cuestionados personajes, que urgidos de impunidad y un pedacito de poder no dudarán en poner sus pocos votos a la orden de los caprichos presidenciales.

Quienes conozcan la historia política de Coahuila previa al cambio de milenio, recordarán sin duda a Francisco Navarro Montenegro con su Frente Cardenista.  Para allá va el PRI.

Pero eso es lo de menos. ¿Para dónde va México?

 

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El coahuilense Armando Guadiana Tijerina se sumó recién a la Comisión de Agricultura y Ganadería del Senado de la República, que preside el zacatecano José Narro Céspedes.

El fin de semana pasado ofreció a productores de la Sierra de Arteaga llevar desde esa posición y ante el Secretario de Agricultura sus inquietudes respecto a las nuevas reglas para acceder a los de por sí escasos programas de apoyo al sector.

 

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Otro coahuilense dará pronto de que hablar al definir su relación con la Cuarta Transformación. Pendientes.