EL MESÓN DE SAN ANTONIO

El mito de Pancho Villa

Se cumplieron 141 años del nacimiento de José Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido por su hipocorístico: Pancho Villa, esa figura emblemática de la Revolución Mexicana que ha siempre ha despertado curiosidad entre los historiadores por ser un hombre de luces y sombras.

Nadie puede negar que “El Centauro del Norte” es uno de esos héroes que nos encantan a los mexicanos: de origen humilde, semi analfabeta, que al ser despojado de sus escasos bienes por un hacendado se convirtió en bandolero, una especie de Robin Hood, y que después se unió a la causa revolucionara para defender a los más humildes del país.

Hay quienes aseguran que la Historia le ha dado más mérito del que le corresponde, y que si bien fue un gran estratega empírico, al final se trata de un hombre que supo aprovechar muy bien el momento, el lugar y las condiciones precisas para sobresalir.

Doroteo Arango era el bandido perseguido por la justicia por sedición y por el hurto de 28 reses, de ahí que empezara a utilizar nombres falsos y otras identidades, ya que mandaba a otros para hacer negociaciones en su nombre. No se dejaba fotografiar y era muy escurridizo, de ahí la leyenda de que le cambiaba los cascos a sus caballos para que sus pisadas en la tierra aparecieran de ida y no de vuelta.

Todo cambió cuando nació la leyenda llamada Francisco Villa.

Allá por 1914, el Centauro del Norte gozaba de muy buena reputación con los norteamericanos, razón por la cual comenzó a aparecer en las pantallas de muchos países, pero sobre todo en Estados Unidos, como una figura de enorme popularidad y de gran fuerza dramática. Era una leyenda romántica a veces comparada con Robin Hood y Napoleón.

El 3 de enero de ese año, Villa firmó un contrato de exclusividad por 25 mil dórales con la Mutual Film Corporation, en el que se acordó que el militar llevaría a cabo sus batallas a la luz del día (para grabar mejor) y que no permitiría la presencia de otras firmas cinematográficas en el campo de guerra, además de que actuaría sólo cuando no se hubiera podido filmar las verdaderas. Además aceptó ponerse un uniforme militar que había sido diseñado por la empresa sólo para que saliera a escena, y no podía usarlo en otras ocasiones.

Villa nunca imaginó que el cine aumentaría su proyección internacional. Y así, impulsado más por los dineros que por su vanidad, se hizo protagonista de su propia imagen. Y es que, Arango era un hombre de gran sentido práctico. Necesitaba recursos para mantener a su ejército y hacer cine era una fuente de ellos, así que cuando se le ofreció dinero para convertir las escenas documentales en una gran película de ficción, no dudó en colaborar con estos “benefactores”.

No pasó mucho tiempo para que los gringos se dieran cuenta que Pancho Villa tenía intereses de cruzar la frontera, y entonces se acabó la amistad: los norteamericanos empezaron a producir cortos animados en donde ponían a “Pancho López” como un bandolero que les quería robar la libertad, y siempre terminaba tras las rejas.

¿Por qué se acabó el cuento de hadas? Bueno, el 9 de marzo de 1916, más de 600 milicianos pertenecientes a la División del Norte encabezados por el General Francisco Villa, cruzaron la frontera hacia Estados Unidos y atacaron Columbus. Ha sido, hasta ahora, la única ocasión en que un ejército latinoamericano ataca su territorio. Ahí, los seguidores del Centauro capturaron 80 caballos, 30 mulas y 300 fusiles, incendiaron un hotel y mataron a ocho militares gringos y diez civiles.

Esta invasión fue la respuesta de Pancho Villa al apoyo norteamericano a Venustiano Carranza – que representaba las pretensiones de la naciente burguesía mexicana- aunque también tuvo algo de venganza: capturar y fusilar a Sam Ravel, un traficante de armas gringo que había estafado a Villa vendiéndole munición inservible.

En respuesta, el gobierno de EUA envió el 14 de marzo de 1916 la Expedición Punitiva compuesta por casi diez mil soldados y en la que el futuro presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower y el general George Patton, líderes en la Segunda Guerra Mundial, tenían por objetivo capturar a Villa para ser juzgado en territorio gringo como un bandido. La expedición culminó desastrosamente en febrero de 1917, sin haber logrado el objetivo de capturar al líder de los campesinos revolucionarios.

Terco como él solo, mujeriego empedernido que, dicen, se llegó a casar hasta 75 veces -pero sólo se han comprobado fehacientemente 23 matrimonios-; totalmente abstemio.

¿A poco no lo sabía, estimado lector? Pancho Villa no tomaba ni una gota de alcohol, a él lo que le encantaban eran las malteadas de fresa y las nueces. De hecho, designó a alguien para que le fuera quitando las cáscaras a las nueces porque alguien le había dicho que su consumo multiplicaba el rendimiento sexual.

Quizá por eso nos llama tanto la atención la figura de este revolucionario. Quizá por eso, el Centauro del Norte sigue siendo una leyenda vigente.

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo