TAPAOJOS

En ocasiones, lo cotidiano nos pone tapaojos, como los que les colocan a los burros y caballos para limitar su vista. Nos auto limitamos a observar sólo lo que queremos y nos instalamos en una zona de confort, ya sea de manera consciente e inconsciente.

Laboro en el Instituto de Investigación para el Desarrollo Integral de la Mujer Universitaria (IIDIMU) de la UAdeC. Desde que llegué a colaborar, compartimos oficina con un compañero de la Facultad. El área tenía dos enormes lonas de actividades de años anteriores. Una estaba a mi espalda y la otra, en la sala de juntas. Esta última cubría una ventana horizontal y la pared completa. Dejaba ver sólo un pequeño espacio de la ventana, por la que recibíamos un poco de luz natural.

Por motivo de espacio, separamos los espacios laborales para proyectar más nuestros respectivos objetivos profesionales. Hace días, cuando llegué por la mañana, ya no estaban las lonas. En su lugar, descubrí un gran ventanal, con una fabulosa vista al cielo, y un enorme álamo que mueve sus hojas todo el tiempo. En la otra pared, había diferentes huellas de zapatos, vestigios del escurrimiento del minisplit y otras manchas desconocidas.

Se movieron también algunos objetos a otro espacio de la Facultad. La oficina parecía mucho más grande e iluminada y con un agradable contacto con la naturaleza, gracias al árbol que comparte su imponente presencia. Alguna vez, una maestra de yoga me dijo que nuestro cuerpo es solo un transporte de nuestra persona y de nuestra esencia, pero que no somos sólo el cuerpo, ni nuestros pensamientos.

Quizá los espacios que ocupamos a diario son también reflejo de algo más. Quizá, tenemos frente a nosotros lonas y objetos que no nos pertenecen y obnubilan nuestra visión. Quizá, nos acostumbramos a vivir con malestares, con ideas erróneas, minimizando nuestros logros. Quizá valdría la pena preguntarnos cuáles son esas lonas y tapaojos que nos impiden salir de nuestra zona de confort.

biznagaas@hotmail.com