CASAS VACÍAS: EL HORROR DE LOS DESAPARECIDOS Y LA MATERNIDAD

 

 ARIADNE H

Comencé Casas vacías por mera curiosidad: el título tenía algo que me llamaba la atención y, aunque mis expectativas no eran altas, Brenda Navarro, autora mexicana, consiguió que no soltara el libro hasta terminarlo sin una lágrima.

En un país donde los secuestros aumentaron un 550% este año, Brenda Navarro habla del dolor de una manera tan real que, cuando uno ya acaba la novela, no le queda más remedio que replantearse una tortuosa situación. Es el dolor de los desaparecidos y, cualquiera que viva en México, comprenderá entonces que lo retratado en esta novela no es mera ficción. Es, al contrario, un miedo tangible que se deja ver en cada rincón del país. Este miedo es el que se dedica a retratar Brenda Navarro en su libro.

“Te imaginas todo menos que un día vas a despertar con la pesadez de un desaparecido. ¿Qué es un desaparecido? Es un fantasma que te persigue como si fuera parte de una esquizofrenia.”

Navarro retrata de manera magistral este miedo y angustia con la historia de dos mujeres: una con un hijo de tres años desaparecido y otra mujer envuelta en una relación machista llena de abusos. La novela no se centra en un niño con autismo desparecido. Es, al contrario, la historia de la perspectiva de dos mujeres unidas por la desgracia.

Es de esta manera que, con la perspectiva que se maneja en el libro, el tema de la maternidad sale a relucir con fuerza sorprendente, como si cada pensamiento de la escritora mexicana fuera algo de lo que nadie queda indiferente. No se conforma con hablar de la maternidad, sino que habla de la maternidad deseada, ese tipo de maternidad que rompe con los tópicos de “todas las mujeres desean tener hijos” o “los hijos son el centro del universo de una madre”, los cuales todo mundo parece dar por sentado, como si no existiese una sola mujer que no quisiera ser madre. Navarro rompe con todos estos estigmas sin delicadeza alguna, sin intención de hacer sonar bonitas sus palabras.

“¿Cuándo aceptaré que al desaparecer Daniel se me quitó un peso de cuidar a un niño con autismo? Quizá en el fondo dejé que se lo llevaran. Quizá si pude levantarme y detener el tiempo, sólo que nunca quise”

Casas vacías es un libro incómodo. Navarro escribe sin tapujos, sin la menor intención de sonar educada o políticamente correcta y es esto, posiblemente, uno de los rasgos que hacen de Casas vacías una novela tan intensa en la que el ritmo nunca decae. Esto, combinado con su exquisita narrativa, hace del libro una obra que debe ser leída.

Hay otra palabra que describe la obra de Navarro: desgarradora. Es una novela desgarradora, con situaciones tan cercanas a nuestra realidad que leerlas como las escribe Navarro hace que en nuestro cuerpo no quede más que una sensación irremplazable de miedo; con personajes tan rotos que es imposible que al terminar la novela el lector termine indiferente o impasible.

Navarro habla desde un contexto donde las desapariciones son de algo diario, donde los secuestros, feminicidios y homicidios son ya tan normales que la noticia causa una pequeña sensación de molestar, como si el día fuese mal, pero al día siguiente solo fuese un agrio recuerdo, uno que ya se ha dejado atrás. La novela nos arrebata sin piedad esta sensación y nos obliga a hacer frente a una situación que, mientras más auge parece tener, más silenciada parece estar.