A LA BÁSCULA

Estamos solos

 El secuestro primero y posterior asesinato del joven estudiante chihuahuense Norberto Ronquillo estremeció y sacudió la conciencia de muchos mexicanos en todo el país por la forma como se dieron las cosas, pero también por la entereza, fortaleza y gran espiritualidad con que su madre encaró los hechos en todo momento.

Una gran mujer, indudablemente, que no se merecía –ni ella ni su familia- lo que le hicieron a su hijo.

Como padres de familia, uno suele depositar en sus hijos todos sus sueños, todas sus ilusiones, el esfuerzo y el trabajo diario los tiene a ellos como el principal motor que mueve nuestras vidas. Para los padres cada logro, por pequeño que sea, se vuelve en la gran victoria: sus primeras palabras, la aparición de su primer diente, sus primeros pasos y así sucesivamente, su primer día de escuela, sus graduaciones y cambio de grados de preescolar a primaria, a secundaria, a prepa, y si hay posibilidades, su ingreso a la universidad.

Paralelamente, en la medida que ellos van creciendo, nuestros sueños también lo van haciendo. Uno siente si no que se acerca el final de la responsabilidad –porque igual sigue uno al pendiente de ellos tengan la edad que tengan-, al menos que está a punto de llegar a un parteaguas importante de sus vidas y las nuestras: el momento de la graduación y con ello prácticamente el abandono del nido.

Se sueña no sin pesar en algunas ocasiones, en verlos desplegar las alas que les ayudamos a construir, ver cómo las abren, sentir cómo se levantan y se alejan para levantar el vuelo, su propio vuelo, sí con el impulso, pero ya sin ayuda de sus padres. Verlo graduarse, recibir su título es uno de los sueños más maravillosos que se acarician como padres, casi desde el momento mismo en que los tiene uno por primera vez en los brazos.

Y que unos malnacidos se atraviesen en el camino a unos pasos de alcanzar ese gran sueño acariciado toda una vida, es algo que jamás, ni como padres ni como parte de la sociedad civil, se va a terminar de digerir, de entender y mucho menos justificar. A Norberto le arrebataron la vida a sus 22 años, pero a su familia, a su madre, a su padre, a su hermano, los destrozaron y los dejaron muertos en vida.

El caso de Norberto cimbró a la sociedad mexicana, pero lastimosamente, como lo dijo Norelia, su madre, desgraciadamente no es el único caso, y oró porque el de su hijo fuese el último, que ninguna madre de familia más tenga que sufrir el calvario que a ella le tocó vivir. Desgraciadamente en nuestro México de hoy la realidad ‘tiene otros datos’. No bien transcurrieron 24 horas de que los restos de Norberto llegaron a su casa, las noticias dan cuenta que otro joven estudiante, Leonardo Avendaño recién graduado de una maestría en la Universidad Intercontinental, en la alcaldía de Tlalpan, también fue secuestrado y asesinado de la misma manera, por asfixia, y con huellas de tortura.

Norelia, dueña de una gran fortaleza y espiritualidad, dijo que no se trataba de pelear con el gobierno, que no se le puede dejar toda la responsabilidad al gobierno. Tiene toda la razón, no le podemos dejar a las autoridades de este país, del nivel y partido que usted me los quiera poner- la responsabilidad para que cumplan con la más básica de sus responsabilidades-, porque ya nos han demostrado, administraciones panistas, priistas y ahora morenista, su incapacidad para garantizar la seguridad de los ciudadanos, y si me apura un poco, nos han mostrado también hasta una gran insensibilidad.

En medio de un luto y del estrujamiento de muchos mexicanos, el presidente de –se supone- todos los mexicanos, se convirtió en porrista de la gobernadora de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum ‘no está sola, no está sola, no está sola’, arengó en medio de un ambiente festivo a los presentes en un acto en la capital del país, en los momentos en que medio país sentía como suyo el dolor de la desgarrada y devastada familia de Norberto.

Es imposible que las palabras y el acto no remitan al ‘no te preocupes, Rosario’, que el ex presidente Enrique Peña Nieto le dedicó a su ex colaboradora Rosario Robles, implicada en el asunto de ‘la estafa maestra’, hasta el momento no está aclarada.

No, definitivamente no podemos dejar en manos de los gobiernos la seguridad de nuestros jóvenes. No se trata de convertirnos en justicieros o tomar la justicia en propia mano. Pero como sociedad algo tenemos que hacer. La historia nos dice que los grandes cambios se generan desde la sociedad, los que genera del pueblo. Ningún gobierno ha generado los grandes cambios.

Eso lo tenemos que hacer nosotros. Como sociedad. Como pueblo. Porque nosotros no somos ni Rosario ni Claudia. Nosotros, esos son los datos que tenemos, sí estamos solos.

 

laotraplana@gmail.com

 

@JulianParraIba