EL MESÓN DE SAN ANTONIO

El destino de una noticia  de homicidio 

Fue un gran acontecimiento el sucedido. Fue una locura social. Algo pasó por los agresores, algo pasó y sabemos algo de lo que pasó con las víctimas: cuatro personas de la tercera edad ultimadas en su hogar. Algo sigue sucediendo en los medios de comunicación que se ensañan con la noticia. Ahora permanece en un periódico de Saltillo –Vanguardia, para ser más específicos- un sitio en donde están las fotografías de los cuerpos cubiertos por sábanas blancas, cuerpos que hasta hace unos días eran abuelos y padres y tíos y personas con historias y vidas.

Ahora, al igual que los niños y las mujeres, los ancianos también son vulnerables. Muchos viven solos, muchos pasan los días con miedo, se gesta en ellos una situación de franco malestar y zozobra por su vida. Llegar a la ancianidad con miedo es romper el gusto por la vida a las nuevas generaciones.

Dice el recuadro: “Multihomicidio en Saltillo, la investigación en imágenes”.

La víbora dio la vuelta  y encontró  su propia cara.

Las fatalidades tienen contextos relacionados. De ahí que el título de este espacio sea espantosamente monstruoso. ¿Por qué simular que se hace una investigación cuando sólo se recolectaron unas cuantas fotografías? ¿Cómo hablar con tanta ligereza cuando la familia está involucrada? ¿Acaso se usa con mezquindad para la venta del periódico? De un homicidio local se ha convertido en conversación a nivel mundial, y claro, no es para menos, lo que me pregunto es: ¿cuánto tiraje extra generan ese tipo de noticias? Más que un caso estremecedor, para los editores, ¿se vuelve pura estadística?

Y el caso más reciente, el del joven artista que se suicidó en la recámara de su casa. El periódico afirma que se debe a un escándalo relacionado con el movimiento “Metoo”, sin citar fuentes ni nada que pueda corroborar lo difundido.

Esto, simple y llanamente, no es periodismo de fondo ni de forma.

Uno ve amargarse la noticia por la propia descomposición de los cuerpos.

Eran cuerpos queridos, de temple en el trabajo, de amabilidad. De los que cumplían su labor como quien va a una larga jornada y a sabiendas, sin levantar la voz, poniendo las manos como azahares conservados debajo de una sonrisa tenue que alumbra mucho más que un faro.

Son increíbles esas sonrisas que ponen en su sitio el buen compañerismo de una trabajadora tan firme y con disciplina como una de esas víctimas, que ahora en su muerte prodiga vacilación en las relaciones familiares.

Claro que no quiero que se oculte este crimen, pretendo que se indague con toda la lucidez de los que hacen justicia y que los infractores tengan la calma y reflexión necesarias para pagarlo.

Uno se vive la vida pensando en que sólo se mueren los otros, eso pasa porque estamos llenos de manías y sueños que nadie nunca alcanza a confesar la profundidad de todos ellos.

Somos tan descalzos, como peregrinos que contienen el viento adverso.

“Lo malo de la muerte es que es para siempre”, decía Gabriel García Márquez.

“Tú cállate, pendeja”, era un buen correctivo que aplicaba Mely, tantos años fumando y dejando fumar a quien se lo pedía, pues obsequiaba los cigarros aunque su peculio se alterara. Con esa costumbre reunía en su centro a los que conversábamos con ella.

Este jubiloso pánico, con el que me expreso, me produce una gran admiración por ella, por ellos, las víctimas. Creo que habrá nuevos datos sobre esta investigación ¿Se esclarecerá acaso? Espero que sí y que en ellos no exista nada que lastime sin sentido a los deudos, que seguramente este acontecimiento cambió fatalmente el destino de su vida y su cuidado.

Acaso la realidad no es en realidad la realidad.

 

Autor

Alfonso Vazquez Sotelo