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Quizá desde los tiempos de Carlos Salinas de Gortari, que en una misma gira que se prolongó por dos días visitó Torreón, Saltillo y Múzquiz, y años después una circunstancial pernocta de Enrique Peña Nieto en Acuña cuando acudió tras el tornado del 26 de mayo de 2015, no se daba una visita presidencial a Coahuila que se prolongara por más de unas horas, hasta la que tendrá esta semana Andrés Manuel López Obrador, prevista para tres días.

Pero con todo y ello, eso y nada es lo mismo.

Con apuros los representantes de la «cuarta transformación» le armaron una pobre agenda a López Obrador, que inicia la tarde del viernes y termina el domingo, visitando cuatro ciudades, pero sin mayor impacto.

De cuatro eventos programados hasta ahora, los de Monclova, Sabinas, y Acuña, tienen que ver con entregar apoyos de programas sociales, su estrategia clientelar. Y en Piedras Negras irá a conmemorar el aniversario de la Batalla de Puebla.

No hay ni anuncios de inversiones, ni obras a iniciar o supervisar, pues no hay ninguna prevista para este año. Tampoco encuentro con los sectores productivos.

Va a Monclova, pero no para definir una estrategia ante la crítica situación que sigue afrontando la industria siderúrgica  por los aranceles que cobra Estados Unidos a las importaciones de acero mexicano. Mucho menos para al menos ofrecer los recursos que desde hace años espera el Seguro Social para obras urgentes con las que pueda hacer frente a la creciente demanda de servicios.

A Sabinas no va para escuchar a los productores de carbón, ni para analizar u ofrecer alternativas que permitan superar la crisis que se generó por la demora en la reanudación de pedidos de la Comisión Federal de Electricidad. Mucho menos a trazar una ruta que le imprima un nuevo rumbo a la actividad económica en la región.

De la Carbonífera se sigue hacia Acuña, dicen que en un recorrido terrestre. Seguramente tomará la carretera libre y no la autopista Agujita-Allende, pues además de su pregonada austeridad, es más peligrosa la vía de peaje, que los concesionarios mantienen en el abandono con la tolerancia oficial.

Y no hay prevista ninguna escala en los Cinco Manantiales. No le conviene, pues tampoco trae una respuesta para los habitantes de los municipios que quedaron marginados de los beneficios fiscales para la zona fronteriza.

A Piedras Negras va a un acto cívico. No lleva los recursos para la presa derivadora que por años se ha pospuesto, y de la que parece tampoco su gobierno se va a ocupar, hasta que no haya una nueva tragedia.

No está previsto que en Piedras Negras inaugure la nueva universidad, por más que Claudio Bres se esmeró en tenérsela lista, improvisando la sede en el centro comunitario de una colonia.

Este es un somero recuento de las omisiones en la agenda presidencial, pero en realidad hay una larga lista de asuntos pendientes en Coahuila, pues los gobiernos locales poco pueden hacer cuando la administración federal además de restringir los recursos, navega sin estrategia clara, de tumbo en tumbo, y mantiene al país en la incertidumbre.

Hasta los propios funcionarios federales ya no encuentran la puerta. Esta semana el director general de CONAZA, el Doctor Ramón Sandoval Noriega, en encuentro con algunas organizaciones les explicaba que el presupuesto para 2019 es de una tercera parte a comparación del año anterior,  pero además ahora también tiene que llevar sus acciones a las entidades del sureste del país, cuando antes se enfocaba a los catorce estados con zonas semidesérticas.

¿Qué van a poder hacer así? Nada, o muy poco.

Seguramente por eso el doctor Sandoval trae al personal de CONAZA enfocado en auditorías de campo a los proyectos de años anteriores, y aunque la fiscalización siempre es buena, aquí parece que la imposibilidad de enfocarse en algo productivo y la necesidad de justificar trabajo los encaminó a una cacería de brujas, igualmente improductiva.

Así, que en conclusión, con este tipo de giras, en lugar de dar la bienvenida, a López Obrador habría que recibirlo con la clásica de Héctor Suárez: «ya no vengan para acá».

–o–

 

Después de los hechos de Loma Linda el fin de semana anterior,  queda claro que las fuerzas de seguridad están en una mejor circunstancia para hacer frente y contener el fenómeno antes de que se genere una crisis similar a la de hace ocho, nueve años. Hay coordinación, equipamiento, más personal, recursos como la video vigilancia y corporaciones más sanas.

Sobre todo, más allá de la voluntad, hay la determinación del gobernador por impedir el retorno de la violencia.

La gran asignatura pendiente es preparar a la sociedad para que cumpla con el rol que le corresponde, pues no todo es de la policía. Lo que ocurrió en años pasados fue una combinación de impunidad y corrupción oficial, con una buena dosis de relajamiento moral, indiferencia, y, después, miedo.

¿Cómo se deben sumar los ciudadanos a la prevención, quién los va a orientar?

Ese grupo abatido Loma Linda, según lo que han dado a conocer de las investigaciones, tenía una semana de haber ocupado la casa donde los encontraron los agentes municipales.

¿Quién les rentó?, ¿cómo?, ¿a  ningún vecino sele hizo sospechoso que llegaran ahí a vivir siete hombres y dos mujeres?

Durante la anterior escalada de violencia que vivió Nuevo León –hoy vive otra que se anticipa igual o hasta más grave– se diseñó por parte de la Cámara de la Propiedad Urbana un protocolo para blindar las operaciones inmobiliarias, no infalible pero que daba al menos mayores garantías sobre la identidad de quienes compraban o rentaban casas o locales.

Aquí haría falta algo similar, y que el Consejo de Seguridad Pública diseñe mecanismos seguros para que el ciudadano identifique y reporte hechos sospechosos. Antes de que sea tarde.