PLAZA CÍVICA

LOS PELIGROS DE UNA DEMOCRACIA PURA

Todos los excesos son malos, incluyendo un exceso de democracia. Alcanzar el equilibrio es tarea constante, nunca finalizada. Durante el presente sexenio parece, sin embargo, que no habrá moderación sino un exceso democrático. Y esto inevitablemente traerá complicaciones en tres importantes frentes: el representativo, el liberal y el económico.

La democracia indirecta o representativa tiene su gemela en la democracia directa o popular, y ambas tienden a estar en constante tensión. Durante los primeros años de la democracia mexicana hubo un especial énfasis en la primera, observable en el monopolio de los partidos políticos sobre la representación política y la creencia en los tecnócratas como la solución a los problemas nacionales. Los posteriores desencantos con la democracia y las presiones por ampliar los canales de participación ciudadana trajeron importantes reformas en la dirección de la democracia directa: plebiscito, referéndum, iniciativa ciudadana y candidaturas independientes. Sin embargo, si antes había un exceso de democracia representativa que producía apatía en la población y se intentó rectificar responsablemente, la llegada al poder de AMLO vaticina un exceso de democracia popular: consultas populares a modo con resultados desastrosos (la cancelación del NAIM), el intento de revocación de mandato en plenas elecciones intermedias, la denostación generalizada a la clase política y partidos políticos de oposición, y la idea de un pueblo puro y homogéneo con una discernible voluntad popular que cumple cabalmente el líder.

La democracia moderna se caracteriza por ir acompañada del liberalismo, aunque no son lo mismo. Democracia es una forma de gobierno donde las decisiones son tomadas por la mayoría del pueblo, ya sea de forma directa o indirecta. Liberalismo es un conjunto de ideas que ponen énfasis en el individuo y ayudan a limitar el poder del Estado: derechos de minorías, libertad de prensa y asociación, respeto a la ley y debido proceso, etc. En una democracia liberal la mayoría toma las decisiones pero existen una serie de preceptos que deben respetarse, tanto por un principio de dignidad humana como por una razón práctica: si la democracia pierde su liberalidad termina devorándose a sí misma. Una democracia que elige a un líder que no respeta los valores liberales y que aún así continua gozando de amplio respaldo popular es un líder que más temprano que tarde caerá en el autoritarismo. AMLO ha dicho repetidamente que pondrá a votación derechos de minorías (comunidad gay), ha denostado fuertemente a la prensa, ha presionado desde el púlpito presidencial a jueces y magistrados, y ha despreciado a organizaciones de la sociedad civil, cuando menos.

Democracia y capitalismo no son amigos, sino antagónicos. Los cataclismos de la primera mitad del S. 20 se debieron en parte a la inexperiencia humana con un sistema político y otro económico que interactuaron destructivamente. Después de la Segunda Guerra Mundial las democracias capitalistas consensuaron ambos sistemas bajo el Estado benefactor: capitalismo redistributivo y partidos políticos moderados. Hoy esa relación se ha tensado con la acumulación y concentración de capital y el ascenso de partidos políticos populistas. Si la democracia indirecta no es amiga del capital, la democracia directa peor aún. Las recientes advertencias y castigos de las calificadoras internacionales a México y los consiguientes reproches presidenciales, la tensa relación entre una parte considerable del sector empresarial y el gobierno federal, las correcciones en materia económica que ha hecho el presidente al secretario y subsecretario de hacienda, y las críticas de Banxico a la política económica son solo algunas muestras.

Una clase política alejada de la gente, avances en la agenda liberal pero pocos en la agenda igualitaria, y un capitalismo salvaje han traído un liderazgo político comprometido con la democracia directa, popular. Una democracia sana no puede sobrevivir a lo primero, y tampoco a lo segundo.

www.plaza-civica.com @FernandoNGE

Autor

Fernando Nùñez de la Garza Evia
Fernando Nùñez de la Garza Evia
Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.